Otras miradas

Barbie: tres lecciones de cara al 23J

Nagua Alba

Psicóloga. Ex diputada en el Congreso

Barbie: tres lecciones de cara al 23J
Margot Robbie y Ryan Gosling en 'Barbie'

Empecemos ajustando expectativas: he visto la película de Barbie y me ha encantado. A partir de aquí, si esto te parece intolerablemente contradictorio porque el capitalismo blabla, puedes dejar de leer, que la cosa se va a poner muy rosa. Si no te has ido, prometo no hacer un solo spoiler para que no desaproveches la ocasión de ver la que ya se considera una de las películas del año, y te voy a explicar por qué.

Para decepción de mi madre, que siempre me consideró una cursi y aún se pregunta con desconcierto cómo pude salirle así, yo invertí la mayor parte de las horas de mi infancia jugando con Barbies. Tenía decenas, acumuladas y heredadas durante generaciones, algunas eran de mi tía, otras de mi prima mayor, éstas se reunieron con las que me fueron regalando y ahora pertenecen a mi sobrina, y, si alguna vez soy madre, volverán a mi casa.

Muchas son modernas, otras muy antiguas, las hay con un ajuar digno de la emperatriz Sissi el día de su boda, también hay una que ha sufrido los estragos de la irresistible tentación de una sesión de peluquería infantil, que la dejó con un peinado que ni Sid Vicious en el 77. Por supuesto, todas ellas tienen una anatomía incompatible con las normas de la física más elementales.

Reconozco que acudí al cine con el secreto deseo de reconciliarme con mi juguete de infancia y superar las contradicciones que me generaba haber pasado tantas tardes vistiendo y poniendo guapa a un trozo de plástico que encarnaba muchas de las cosas que como feminista intento combatir en mi vida adulta, que buscaba una excusa para comprar Barbies a mis futuros retoños sin tener cargo de conciencia por el daño irreparable que con ello haría a su psique. No fue eso lo que encontré. Si bien la muñeca revolucionó en cierto sentido el juego infantil (permitiendo a las niñas jugar con algo que no fuera un bebé al que cuidar), la película no ofrece una revelación reconciliadora en la que todas las piezas encajan para transformar a Barbie en un icono feminista. La protagonista sigue siendo la encarnación de los estereotipos más dañinos y hasta el personaje de la Barbie Rara es de una extrema belleza normativa. Pero, a veces, una chica solo necesita un happy end, algo de adoctrinamiento feminista y reírse un rato de lo patética que puede llegar a ser la masculinidad tradicional, y eso sí nos lo da a raudales. Ojalá haber tenido la oportunidad de verla a mis 10 años, creo que me habría venido bien para entender algunas cosas.


Pero es que, además, su estreno ha llegado en el momento apropiado: a las puertas de unas elecciones generales. Habrá quienes escriban sesudas relaciones entre Oppenheimer y el contexto político actual, pero eso tendrá poco de original. Es Barbie quien nos da las mejores pistas sobre qué hacer este domingo (y no me refiero solo al color rosa, ni al "sí se puede" de la escena final).

Primera lección de Barbie: ni un paso atrás en derechos conquistados

Una desesperada Margot Robbie se lamenta ante el auge del patriarcado en Barbiland y espeta que ellas han trabajado duro para construir todo aquello y no puede ser que los Kens se lo carguen en un solo día. Pero sí puede ser. Los derechos son muy difíciles de conquistar, los avances sociales exigen el trabajo, las luchas y el esfuerzo de miles durante años, pero pueden desaparecer con un solo Real Decreto en cuestión de horas. Así que, aprendamos de la experiencia de las Barbies, y no permitamos ni un solo paso atrás en todo lo conquistado.

Segunda lección de Barbie: la importancia de ir a votar

Es difícil hablar de esto sin destripar un final absolutamente hilarante (la escena de la batalla de los Kens, por favor, quiero verla en bucle durante días) y lleno de humor feminista. Solo diré que la democracia (organizada de forma peculiar y algo cuestionable en Barbieland, no lo vamos a negar) se rebela como la mejor herramienta para reinstaurar la justicia arrebatada. Si las Barbies son capaces de unirse para ir a votar, tú no puedes ser menos (y además puedes tomarte un vermú después, placer inaccesible para las pobres muñecas).


Tercera lección de Barbie : ya vamos ganando, no te olvides

Que el capitalismo se apropia y convierte en mainstream edulcorado todo aquello que en un principio fue revolucionario (yo también me piqué un poco con las camisetas feministas de Zara) es tan cierto como el hecho de que lo que defendamos se haga mainstream es el mayor signo de victoria. Si Barbie lleva 60 años reinventándose es porque se ha visto obligada a cambiar con la sociedad. Si ahora es más inclusiva, tiene cuerpos más diversos, es de distintas razas y tiene una gran variedad de profesiones, es porque las niñas así se lo han exigido, no es mérito de una empresa comprometida, sino de una sociedad que busca otros referentes, que juega imaginando otros mundos y que por tanto, demanda otro tipo de productos. La película de Barbie demuestra que vamos ganando. Mañana, no lo olvidemos, nada de dejar caer los brazos, porque estamos a tiempo de sostener y ampliar esas victorias.

El 23J: colegio electoral, aperitivo y sesión de cine, hazme caso.

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