Otras miradas

Declive y rearticulación de la izquierda transformadora

Antonio Antón

Partimos de un hecho relevante: en el año 2019 y más en 2023, se ha constatado un desplazamiento de voto a Unidas Podemos -y aliados- hacia el apoyo al PSOE -y algo a la abstención-, cuando desde 2011 se habían producido la tendencia contraria. Es decir, existe una parte ciudadana menos identificada o consistente con las fuerzas del cambio de progreso que tiene una posición fluctuante: primero se había distanciado del Partido Socialista, luego habían recalado en 2015/16 en Podemos y una parte significativa vuelve al electorado socialista. En las elecciones generales se ha comprobado una reducción de más de tres millones de votos de un total de seis -la mitad-, y en las autonómicas un descenso de 1,2 millones de un total de 3,6 -un tercio-.

El declive, su relato y la legitimación del liderazgo

Como se comprueba en el gráfico adjunto el peso electoral de la izquierda transformadora es diferente para las elecciones generales y para las autonómicas. Es una posición dual que refleja la distinta credibilidad transformadora de la gestión política en cada ámbito institucional.

Evolución de la izquierda transformadora
Evolución de la izquierda transformadora

Fuente: Datos oficiales con elaboración propia. Se acompaña un anexo de dos tablas, con la distribución por territorios y por sensibilidades políticas.

O sea, visto en perspectiva, hay una base electoral intermedia y en disputa en cuanto a la elección de su representación política entre las dos izquierdas (y la nacionalista). No obstante, esa corriente social la catalogamos también con una actitud transformadora y que valora el nivel de confianza que tiene cada formación política para representar su expectativa de cambio de las políticas públicas.


Tal como señala el adjunto gráfico sobre la evolución de la izquierda transformadora, esa posición intermedia o dual se ha visto claramente a través de la comparación entre, por un lado,  el voto en las elecciones generales -o los grandes ayuntamientos-, ya en 2015, con mayor competitividad del compromiso transformador de Podemos en 2015 -o de Unidos Podemos en 2016, con 6,1 millones de votos- y, por otro lado, la mayor atracción por la (esperada) capacidad gestora reformadora socialista en las Comunidades Autónomas en las que la izquierda transformadora, con menor articulación territorial, sacó solo 3,6 millones de votos, es decir, 2,5 millones menos.

Dicho de otro modo, incluso en ese momento álgido de la expectativa transformadora estatal -y los grandes municipios- por las fuerzas del cambio de progreso y la más profunda desafección hacia el Partido Socialista, casi la mitad del electorado transformador en las elecciones generales tenía posiciones ambivalentes y no consolidadas respecto de la representación de Unidas Podemos y sus convergencias en las instituciones territoriales. Se había comprobado en las autonómicas de 2015 y se volvió a confirmar en 2019, en que se redujeron 2,4 millones de votos en las generales, desde un techo superior, y solo 0,7 millones en las autonómicas, aproximándose ambas dimensiones. Igualmente, en 2023, se redujeron 0,7 millones en las generales -como Sumar- y solo 0,4 millones en las autonómicas -con las siglas particulares-.

Por tanto, el declive electoral es evidente, y la operación de Sumar ha sido insuficiente para evitarlo. O sea, intervienen otros factores más allá del liderazgo y la línea política manifestados que hay que acometer. Aparte de las percepciones sobre la consistencia de esa base socio-electoral, el debate debería ser sobre las causas de su descenso de cara a prevenir su debilitamiento y garantizar su incremento, con el correspondiente desarrollo político para reforzar su solidez, amplitud y afinidad con la nueva composición de la representación política. La crispación de la pugna interpretativa está derivada de los intereses corporativos de legitimación de cada actor político. Pero es preciso un análisis más sereno, unitario y constructivo. Conlleva analizar de forma realista los factores externos e internos, y consensuar sus reequilibrios orgánicos y sus procedimientos compartidos para regular sus reajustes, ante la aspiración a representar y gestionar su contrato social y político, de acuerdo con el proyecto común de país.


Resultados autonómicos de la izquierda transformadora
Resultados autonómicos de la izquierda transformadora

Fuente: Datos oficiales con elaboración propia. En el acuerdo del Turia están agrupados las formaciones territoriales de Más Madrid/Más País, Compromís, Mes Illes, Chunta aragonesista y Dragó.

La cuestión es que todo ello se ha desarrollado en la pugna por la sustitución y la primacía de una dirigencia política, junto con la definición de sus señas de identidad o su perfil político, en un proceso largo, tenso y sinuoso que ha culminado, dentro de la coalición Sumar, con la prevalencia del Movimiento Sumar y la subalternidad de Podemos, con Yolanda Díaz combinando su doble función: líder de Movimiento Sumar y coordinadora y portavoz de la coalición Sumar de quince grupos políticos más el anterior de referencia. Pero el reto sigue siendo la capacidad conjunta de la rearticulación de la coalición Sumar, como sujeto político que representa una opción transformadora de progreso.

Por otro lado, existen riesgos estratégicos para un acuerdo gubernamental de progreso con una legislatura estable y prolongada, particularmente si los contextos socioeconómicos, geopolíticos y europeos se agravan, adquieren una tendencia autoritaria y regresiva, y la dirección socialista no los encara con determinación. No obstante, esa es la función estratégica de una fuerza autónoma como la nueva coalición de Sumar, aunque sea subalterna en el plano institucional respecto del Partido Socialista: firmeza en su actitud democrática y transformadora, fundamental para consolidar y ampliar una fuerza social suficiente para condicionar los avances sociales, democráticos y plurinacionales y articular los equilibrios unitarios necesarios.


Factores del declive de la izquierda alternativa

Ante los tres tipos de factores condicionantes del devenir de la izquierda transformadora, en su doble vertiente de corriente sociopolítica y electoral y plataforma política unitaria, cabe incidir en la mejora de dos ámbitos más accesibles: la rearticulación plural, unitaria y democrática de la nueva coalición Sumar, y el estímulo de la activación cívica progresista con el refuerzo de la participación y movilización de los movimientos sociales y el tejido asociativo progresista. Esa activación popular de base será fundamental para abordar los otros dos tipos de factores: la presión de las derechas y poderes fácticos y las inclinaciones centristas o continuistas de la dirección socialista. Dejo al margen el debate clásico sobre el partido-movimiento adaptado a los nuevos tiempos, la imprescindible labor cultural y divulgativa y la necesaria profundización democrática, arraigo social y de respeto a la pluralidad en los desarrollos partidarios y de los grupos sociales relevantes.

Tras el impacto, primero, sociopolítico (años 2010-2014) y, luego, institucional de las fuerzas del cambio de progreso (años 2015-16), en el periodo posterior hasta las elecciones de 2019, tienen un fuerte impacto para el electorado de la izquierda transformadora dos hechos influyentes. Uno, la gran contraofensiva del poder establecido, en todos los planos, aspecto en el que no me extiendo y que ha sido profusamente comentado. Dos, la capacidad adaptativa socialista, en el nuevo contexto político, económico e internacional, para gestionar una política posibilista y moderada en las reformas sociales y democráticas, legitimadas en el acuerdo programático del gobierno de coalición. Ello, junto con el freno al acoso y la amenaza de involución de las derechas, le ha permitido ensanchar su electorado. Así, aunque fracasa en sus intentos centristas y de geometría variable ante el reagrupamiento y la polarización de las derechas, tiene cierto éxito en la iniciativa política y la recuperación de una parte -hasta dos millones- del electorado por su izquierda.

Y hay un tercer factor, de carácter interno pero de gran trascendencia pública, la fractura en la dirigencia de Podemos en torno a la principal decisión estratégica derivada de la mayoría parlamentaria progresista desde 2015 y que reflejaba los cambios sociopolíticos del lustro anterior: el alcance de la exigencia transformadora al Partido Socialista de un Gobierno de coalición y un programa progresistas, con la incorporación de Podemos y sus aliados, en vez de la apuesta socialista por un Ejecutivo y un programa continuista en lo socioeconómico y territorial con Ciudadanos y la exclusión de una alternativa de cambio de progreso. Supuso una fuerte división, escenificada en la Asamblea Ciudadana de Vistalegre II en 2017, entre los llamados pablismo y errejonismo, así como una brecha profunda con la dirección socialista que bloqueó el acercamiento de ambos durante varios años y facilitó el aislamiento político de Podemos, acosado desde las derechas y sus aparatos institucionales y mediáticos.


Me detengo un poco más en las diferencias políticas. Más allá de diversos errores analíticos, discursivos y tácticos, que denotan debilidades en el plano teórico, comunicativo y organizacional, se conformaron dos relatos y tendencias políticas: la justificación confrontativa para impedir ese apaño continuista, reforzar las propias bases sociales y políticas y posibilitar un cambio institucional significativo más adelante; o bien, la explicación ambigua, transversal y amable de adoptar una posición moderada y permisiva con ese proyecto centrista, no importando adaptarse a una posición subordinada pero con la comprensión mediática.

No sabemos el posible desarrollo político del aval a ese continuismo socioeconómico y territorial y las dificultades probables para la consolidación las propias bases sociales alternativas. El riesgo inmediato era la estabilización de una dinámica política similar con una nueva hegemonía centrista y la contención de la expectativa de un cambio real de progreso y la difuminación de la izquierda transformadora.

En todo caso, la decisión de la militancia de Podemos, en una amplia consulta, fue clara, al oponerse más del 88% de las personas inscritas participantes. Lo que sí sabemos es que esa opción impidió una renovación del bipartidismo, en particular la consolidación de ese bloque centrista, con la reafirmación de las políticas dominantes. Se mantenía la fragilidad representativa del Gobierno de la derecha, pero también la oportunidad de una reorientación estratégica del Partido Socialista, firmemente rechazado entonces por su aparato, que alumbrara una nueva etapa, esta vez, auténticamente de progreso con un reequilibrio colaborativo con su izquierda y el nacionalismo periférico.


Es el significado de la victoria interna de Pedro Sánchez sobre el aparato socialista tradicional y su nuevo rumbo político y de alianzas tres años después, no sin grandes resistencias fácticas y traumáticos desgarros entre las izquierdas. La encrucijada estratégica en torno al pulso por el sentido, profundidad y representación institucional del cambio de progreso se resolvió satisfactoriamente tras esas dos etapas. Se conformó, primero, por la activación cívica y, luego, por la mayoría parlamentaria progresista, ya desde 2015; se ha mantenido el 23J con la derrota de las derechas y frente a la amenaza percibida por su involución regresiva y autoritaria.

Por tanto, el ciclo progresista se inició y formó en el plano sociopolítico y cívico (2010/2014), se configuró en el ámbito electoral y parlamentario con una mayoría progresista (2015/2019/2023) y culminó con el recambio institucional -moción de censura de 2018- y el primer gobierno de coalición (2020/2023) y, previsiblemente, el segundo (2023...).

En sentido histórico, se trataba de forjar un marco institucional reequilibrado hacia la izquierda, que tenía un gran apoyo popular y una mayoría parlamentaria suficiente, para tratar las grandes reformas socioeconómicas y territoriales, pendientes de toda esta larga década de crisis. La dirección del Partido Socialista se resistía a emprenderla y se produjo un fuerte choque estratégico entre las izquierdas. Visto en perspectiva, la dirección socialista fue capaz de cambiar de orientación tres años después, tras muchos avatares, sufrimientos y bloqueos y un reequilibrio de fuerzas más favorable respecto de su izquierda, lo que le permitía un mayor control del proceso. Es lo que la derecha y los poderosos no perdonan a Podemos como promotor de ese giro estratégico convergente con la necesidad socialista de remontar de su crisis representativa y reforzar su primacía en el campo de progresista. Y es lo que se alumbró con la gestión del primer Gobierno de coalición progresista y su plan reformador, con su descalificación y el boicot permanente por las derechas. Para ellas es el fundamento de su odio y reclamo de derogación al sanchismo. Y es la firmeza de la izquierda lo que conforma su derrota en las elecciones del 23J.

En consecuencia, el nuevo Ejecutivo de coalición progresista, y Sumar en particular, tiene un nuevo emplazamiento para avanzar en los dos perfiles identificadores -un nuevo laborismo social con dimensión plurinacional- en dos planos temáticos: el socioeconómico, laboral y distributivo y el territorial. Junto a ello, existen tres campos que se han manifestado controvertidos y son imprescindibles para ofrecer una dimensión igualitaria, progresista y solidaria: feminismo, sostenibilidad medioambiental y relaciones internacionales.

No hubo, ni ha habido posteriormente, un buen debate y una clarificación suficiente sobre esa divergencia estratégica en el seno de las fuerzas del cambio, muy condicionadas por los intereses de legitimación de cada sector político. No obstante, la fractura y los relatos justificativos todavía están vigentes y están condicionando la vertebración de la unidad en Sumar y la configuración de un frente amplio unitario y cohesionado. Por ello vuelven y vuelven los tics de una disputa estratégica que en esta fase son inadecuados, y solo tienen una función sectaria en el plano orgánico ante la pugna por el liderazgo y las ventajas corporativas. Exige un sistema deliberativo y decisorio más abierto y plural, con refuerzo del proyecto común.

En definitiva, son tres los factores más relevantes que explican el declive de la dimensión social-electoral de la izquierda transformadora y la capacidad articuladora de su dirigencia: la reacción deslegitimadora y de bloqueo sistemático de la derecha y los poderes fácticos y mediáticos; la influencia socialista ambivalente de contención y cooperación, con su prioridad de retomar la primacía política e imponer la subalternidad de Unidas Podemos (y Sumar), a costa de recuperar una parte de la base social y electoral transformadora; y la fractura existente en esas fuerzas del cambio, sin suficiente capacidad para articular una plataforma unitaria y regular los desacuerdos y equilibrios orgánicos, que es lo que se empieza a enmendar ahora.

El sobredimensionamiento mediático de las desavenencias y deficiencias en su dirigencia y la comprobación persistente de su impotencia o inmadurez democrática para convivir en pluralismo difundía una imagen de insuficiencia colectiva para gestionar los asuntos de mucha mayor envergadura de la sociedad y desmotivaba el apoyo de un sector afín en competencia con el Partido Socialista (y la izquierda nacionalista y la abstención). La operación conjunta de dieciséis formaciones políticas en torno a la coalición de Sumar, bajo el liderazgo consensuado de Yolanda Díaz, ha echado a andar con el desafío de su articulación plural, integradora y equilibrada. Pero, como se ha evidenciado el 23J, esa dinámica unitaria es necesaria para frenar el declive pero todavía es insuficiente para remontarlo. Queda camino por recorrer.

 

ANEXO

Resultados de la izquierda transformadora en las elecciones generales (votos en miles)

Años 2015 2019 2023
Andalucía 1005 616 521
Aragón 181 99 87
Canarias 262 154 107
Cantabria 77 28 29
Castilla-La Mancha 201 100 84
Castilla y León 294 130 99
Cataluña 928 591 494
Cdad. Madrid 939 665 550
Cdad. Navarra 95 56 44
Cdad. Valenciana 783 516 399
Extremadura 101 54 43
Galicia 408 211 176
Illes 156 111 83
La Rioja 35 16 11
País Vasco 352 192 127
Principado Asturias 184 102 88
Región Murcia 133 76 71
Ceuta 5 1 1
Melilla 3 1 1
TOTAL 6142 3719 3015

 

 

Resultados de las elecciones autonómicas de 2023 (y último ciclo) (votos en miles)

Por sensibilidades políticas de la izquierda transformadora

Podemos-IU-AV Podemos IU ECP-Converg. TURIA (MM/Compr...) Adelante Andal. TOTAL
Aragón 26 20 33 79
Canarias 35 28 63
Cantabria 13 13
Castilla-La Mancha 44 44
Cdad. Madrid 159 615 774
Cdad. Navarra 20 20
Cdad. Valenciana 86 349 435
Extremadura 36 36
Illes 20 37 57
Rioja 8 8
Princ. Asturias 20 40 60
Región Murcia 31 31
País Vasco-2020 72 12 84
Galicia-2020 52 4 56
Cataluña-2021 195 195
Andalucía-2022 282 162 444
Castilla-León-2022 61 61
TOTAL ESTATAL 919 46 60 211 1062 162 2460

 

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