Me obsesiona esta fotografía. Hace algunos años pensé en escribir un libro a partir de imágenes icónicas de los últimos años de la historia de nuestro país (las lonas azules de Sol, Ayuso con el rímel corrido rezando por las victímas de la covid, Ada Colau levantando el bastón de mando del Ayuntamiento de Barcelona, el abrazo de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, los balcones con banderas de España, las tanquetas en Cádiz, Tarajal...), pero ninguna de esas importantes fotos me obsesionaba tanto como me obsesiona esta. Voy a intentar explicar las razones.
Son dos fotografías que corresponden a un lapso de tiempo de unos ocho segundos. El tiempo que pasa entre la declaración unilateral de independencia de Catalunya y su posterior suspensión.
En la primera fotografía vemos a una mujer alegre, levanta sus brazos en signo inequívoco de éxtasis feliz. En la siguiente fotografía, la misma mujer ha mudado el gesto, recoge los brazos hacia si en señal de duda, de angustia y (sobre todo) de incomprensión. Su rostro transmite con transparencia la infinita angustia de la duda. Son dos fotos magníficas, pero lo más importante es que jamás, o muy pocas veces, las hemos visto por separado.
Las dos fotografías componen un todo, tienen sentido en la medida en que van juntas. Gracias a que van juntas se convirtieron en virales. Todo el mundo conoce esta sucesión de fotos. Si fueran separadas no habrían tenido la importancia que tuvieron. Por separado significan menos que unidas.
Y aquí viene la cuestión que me obsesiona. Sabiendo esto todo el mundo, porque es precisamente esa condición de ir juntas la que hace que las imágenes se hagan virales, se fundan en una única y adquiera la condición de meme. Sabiendo eso, digo, hemos mirado la cuestión catalana ignorando de manera sistemática alguna de las dos fotos. Como dos realidades superpuestas cuyo significado es una especie de "elige tu propia aventura".
Para una parte de la sociedad la foto es una foto de un triunfo (la primera imagen). Para otra parte de la sociedad es la foto de un fracaso (la segunda). Hay más interpretaciones. Es tanto el "desafío secesionista" y su límite, como la "potencia del independentismo" y el "límite represivo del Estado". Hay para quien es una broma, hay para quien es una tragedia. Hay para quien solo es la expresión del éxito, y para quién no es más que la expresión de un fracaso. "Lo logramos", "lo lograron", "no consiguieron nada", "perdimos".
Esta semana, leyendo en redes sobra la reunión entre Yolanda Díaz y Puigdemont encontré a alguien que manifestaba a la vez que era una cesión intolerable para España, un acto prácticamente ilegal y que a la vez se mofaba de "una independencia de ocho segundos".
Para mi, la foto, representa hoy la incapacidad de encontrar un relato común sobre lo sucedido aquellos días. Se define más por lo que no vemos, que por lo que nos muestra. Era muy concreta y se ha vuelto abstracta por la enorme cantidad de interpretaciones que lleva encima. Volver a la política, salir del marco de la judicialización es construir un relato que quede fijado y que permita avanzar más allá de los hechos de esos días.
Amnistía significa también reconocer que los acontecimientos del Procés, la consulta del 1 de octubre... no eran sólo los actos de unos líderes (en ese sentido la prefiero a los indultos, por más que me parezca bien todo esfuerzo por reencontrar ese punto cero que nos permita fundar nuevos relatos comunes) sino también la acción colectiva de una parte de la sociedad catalana, que a día de hoy tiene miles de personas con causas relacionadas con esos acontecimientos.
Para mi la amnistía va de eso. No tanto de encontrar un relato común sobre lo anterior, sino la posibilidad de fundar el acto siguiente. Un punto cero sobre el que reconstruir una idea de Catalunya y de España. Y esa discusión, en la que seguramente no partiremos de los mismos lugares, tiene que hacerse desde la política, debe nacer de la política. La política es la posibilidad de imaginar soluciones y llevarlas a cabo. Eso es el diálogo político. La judicialización está entorpeciendo, cuando no bloqueando esa posibilidad.
Hay quién considera que todo diálogo es una transacción (una forma neoliberal de la política) o que sólo se debe hablar con quién ya está de acuerdo con uno (una forma autoritaria de la política). Ese planteamiento empobrece la propia idea de diálogo político y la confianza de que en ese diálogo se construyen cosas que no son una suma cero entre dos puntos, sino un acto de creación de algo nuevo. Pero más allá de eso, es una forma de entender el presente que nos condena sistemáticamente a no salir del pasado. A quedarnos en fotos que no somos capaces de interpretar de manera conjunta.
Comentarios
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