Otras miradas

José María Aznar en: 'Operación Soldados de Juguete'

Guillermo Zapata

Guionista y escritor

Cartel de la película 'Soldados de Juguete'.
Cartel de la película 'Soldados de Juguete'.

En 1989 Peter Weir estrenó El Club de los Poetas Muertos en la que un grupo de muchachos de dinero aprendían poesía y libertad hasta que sus papis les decían "hasta aquí" con trágicas consecuencias. También es una película sobre la amistad masculina, ser un trepa o no serlo, y algunas cosas más. Tiene, por cierto, algunos de los planos más bellos de la historia del cine de gente montando en bici (en serio).

Dos años después, Daniel Petrie Jr, director de Superdetective en Hollywood tuvo la idea de hacer El Club de los Poetas Muertos, pero con un girito hacia la violencia. Así nació Operación Soldados de Juguete. La historia es sencilla. Un colegio privado de niños de dinero que experimentan con la amistad masculina, la libertad y rebelarse contra papi, pero esta vez la disciplina viene porque el cartel de Cali secuestra el colegio (así es) y lo tienen que rescatar los muchachos internos.

El paso de "pijos que leen poesía y gritan Nuwanda a través de la pedagogía liberadora de un maestro heterodoxo" a "pijos pillan una Uzi y descubren que se puede ser rebelde y cooperar con la Policía y el Ejército para luchar contra unos malos de opereta" viene a ser como el de Feijóo de la semana pasada buscando encaje para Catalunya y Aznar esta semana buscando una rebelión nacional contra el Gobierno. Ya, que no hay Gobierno. El guion tampoco era lo mejor de Operación Soldados de Juguete.

El caso es que Aznar esté en plan Pompurrutas Imperiales otra vez. Esto parece que es una pájara cíclica que él tiene cada vez que el Partido Popular no va por donde él quiere. Si nota que empiezan a subirse a las mesas a cantar "Oh Capitán, mi capitán", pues él sale y pone orden. Hace veinte años perdió las elecciones porque nos metió en una guerra ilegal cuyas consecuencias fueron tan terribles que da hasta un poco de congoja hablar de ello y desde ese día decidió que España, esa materia prima, se está rompiendo.


No digo yo que España tenga trazas de Vibranium como el escudo del Capitán América, pero sin duda tiene algo más de resistencia de la que le otorga Aznar, que tiene esa noción del patriotismo tan entrañable por la que su país es a la vez lo mejor que ha existido jamás y una mierda repulsiva dependiendo de quién ande a los mandos.

España, por lo que sabemos, sigue aquí, y yo me atrevería a afirmar que seguirá aquí después de que en el Congresos de los diputados se hable euskera y los diputados tengan que coger, de vez en cuando, un pinganillo para escuchar a un traductor. Estoy seguro también de que España ha sobrevivido a los indultos. Me refiero a los indultos que se hicieron en la anterior legislatura, no a los que hizo Aznar en su momento que, evidentemente, no sólo no rompieron España, sino que por supuesto se hicieron por el bien de España. Los soldados de juguete son así.

También estoy convencido de que una amnistía para que los cientos de personas que tienen causas abiertas por los acontecimientos del 1 de octubre, El Piolin y todo aquello, no romperá España. Creo, de hecho, que la hará más fuerte.

Aznar, evidentemente no concuerda. Aznar está en medio de su propia producción de la Factoría Cannon (Desaparecido en Combate, Cobra, Invasion USA, Delta Force), esa fábrica de películas de acción ochentera, testosterona y anticomunismo que nos hacía felices cuando íbamos al videoclub al goce y no a la geopolítica.

Lo curioso, lo que no deja de llamar la atención, es a que a la trompeta de Aznar se hayan sumado algunos intelectuales que siguen pensando que son el profesor Kittin diciéndole a sus muchachos "Oh Capitán, mi capitán" y defendiendo el espíritu de la transición, porque no fue bastante con que a nuestros mayores los detuvieran, los torturaran, los encarcelaran, sino que además hoy tienen que soportar que sus esfuerzos sean banalizados como clichés para defender, fundamentalmente; que no pasen cosas. Ignacio Sánchez Cuenca dio buena cuenta de este tipo de intelectual cuyo único compromiso con la realidad es que no cambie, pero a la vez se otorga el papel de la superioridad moral de la izquierda una y otra vez. Quizás conviene, por una vez, que alguien les pregunte:

¿Usted cómo abordaría lo que pasa en Catalunya? ¿Debemos repetir las elecciones generales? ¿Cree usted que tendrían un resultado distinto? ¿Cree que es mejor que gobiernen Feijóo y Abascal? ¿Es mejor un gobierno PP-PSOE? ¿Es mejor que Pedro Sánchez se abstenga y deje a Feijóo hacer? ¿Qué proyecto o programa desarrollaría Feijóo? ¿Cree que sería bueno para la sociedad española? ¿Y para la catalana? ¿Cree que juzgar y condenar a los cientos de personas con causas abiertas por el proces es útil? ¿Le importa el efecto que esas sentencias puedan tener en Catalunya y el conjunto de España?

Porque no da igual que el humor del país sea el de la reconstrucción, el perdón, el encuentro y el diálogo que otros humores que conocemos bien.

Porque Aznar ya perdió sus elecciones. No se marchó, le echamos. Votando, democráticamente. Y España no se rompió. Y si en el PP no saben qué hacer con los jarrones, el resto no tenemos la culpa.

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