Otras miradas

La última prohibición

Rafaela Romero

Diputada por Gipuzkoa por el PSE-EE (PSOE). Miembro de la Comisión Ejecutiva nacional del PSE-EE ( PSOE)

Un pinganillo antes del inicio de una sesión plenaria en la se aprueba el uso de las lenguas cooficiales en el Congreso de los Diputados, a 19 de septiembre de 2023, en Madrid (España). Marcos Villaoslada / Europa Press
Un pinganillo antes del inicio de una sesión plenaria en la se aprueba el uso de las lenguas cooficiales en el Congreso de los Diputados, a 19 de septiembre de 2023, en Madrid (España).
Marcos Villaoslada / Europa Press

Como Diputada por Gipuzkoa en el Congreso me emociona que la primera medida que hoy me toca aprobar en este Parlamento de España sea la toma en consideración  de la Proposición de Ley para el uso de nuestra lengua, el euskera (y demás lenguas oficiales) en los debates parlamentarios. El primer paso para llegar a la plena
implantación porque requerirá de actuaciones de desarrollo técnico políticas, incluida la contratación del personal suficiente para las labores de traducción e interpretación, así como otras cuestiones de carácter burocrático.

El escritor y sacerdote vasconavarro Bernat Etxepare escribió la obra Linguae Vasconum Primitiae, primer libro publicado en euskera que salió a luz en la ciudad francesa de Burdeos en el año 1545. En esta obra dejó escrito ya entonces lo que será en adelante la bandera del euskera desde entonces:

Heuscara ialgui adi cãpora.

Euskara, jalgi hadi kanpora.

Euskara, sal fuera.

Heuscara ialgui adi plaçara.

Euskara, jalgi hadi plazara.

Euskara, sal a la plaza.

El euskera, nuestra lengua, venciendo todo tipo de dificultades, superando todo tipo de cambios históricos, ha llegado hasta nuestros días, y ha logrado, en gran medida, el mandato de Etxepare. O eso creía yo. Pero resultaba que no, y que en este país nuestro -donde tanto se habla de pluralidad- estaba prohibido hablar euskera en el Congreso de los Diputados. Una anomalía en esta España en que nuestras lenguas son todas la voz de su alma compleja y libre. Una excepción inexplicable en esta España de todas las personas. La España que emociona, y avanza. Y que no puede entenderse sin nuestra gente, con sus lenguas, parte esencial de su identidad personal
y colectiva. España y sus gentes, a las que representamos y defendemos en este Congreso. Y la hace más fuerte como país.

Habrá quien piense que poder hablar o no en euskera -y las demás lenguas oficiales- en el Congreso es una anécdota o una tontería. No es cierto, lo simbólico también es importante. En ocasiones es, además, imprescindible. El hecho que la Constitución reconozca las lenguas oficiales distintas del castellano y luego se prohibiera su uso en una de las instituciones más importante, el Congreso, no dejaba de ser una anomalía, anomalía que pone en evidencia las dificultades que el pluralismo encuentra al pasar de las declaraciones a los hechos.

También habrá quien diga que esto es una cuestión estadística. O que el castellano es el idioma que hablan mayoritariamente los y las españolas. Me disculpan pero sólo relativamente es cierta esa observación, porque una parte relevante de España, millones de españoles y españolas -desde Galicia a Euskadi pasando por Navarra,
Comunidad Valenciana o Baleares- resulta que tienen un idioma distinto al castellano.

Termino repitiendo que -como Diputada de mi querida Gipuzkoa en el Congreso- va a ser un honor contribuir al levantamiento de una de las últimas prohibiciones que sufría nuestro idioma. Es emotivo haber empezado esta nueva andadura en Madrid defendiendo los derechos de guipuzcoanas y guipuzcoanos. El euskera es más que un símbolo. Es parte de nuestra identidad como pueblo, un medio maravilloso y emocional de comunicación. Para construir vida, sociedad, familia, pueblo y país. El euskera en el templo de la voz y la palabra que es el Parlamento, para conseguir un país en que todas sus gentes se sientan parte de un todo en que las luchas por  derechos y libertades son comunes y compartidas.

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