Otras miradas

El capitalismo verde y la paradoja de Jevons, o por qué los partidos verdes caen en Europa

Marga Ferré

Co-presidenta de Transform Europe

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

"El colapso climático ha comenzado". La frase no es mía ni de un activista climático exaltado. Es del secretario general de la ONU, António Guterres, quien parece tener la buena costumbre de no negar los datos. En concreto, estos:

Julio y agosto han sido los meses más cálidos desde que hay registros y en el mes de julio se superó el límite de 1,5ºC propuesto en el Acuerdo de País en para 2100. El colapso climático ha comenzado y, sin embargo, se han narrado los récords de temperaturas como hechos naturales, inevitables y hasta curiosos, como algo con lo que hay que vivir. Parece como si hubiésemos olvidado la sana costumbre de preguntarnos el porqué de las cosas.

Para hacerlo, tiro de paradojas. Me gustan porque actúan como las grietas en el muro que se resquebraja: dejan pasar la luz y, al hacerlo, revelan lo que la oscuridad tapa. En el capitalismo contemporáneo, el cambio climático es la fractura metabólica que no puede evitar y por ello la realidad estalla en paradojas insalvables:

En Europa, los países que dicen querer reducir más las emisiones de CO2 son los mismos que aumentan el consumo de petróleo. Las tibias medidas para frenar el cambio climático están en retroceso con la excusa de la guerra y, sin embargo, la crisis climática es sentida por la mayoría de los europeos como una amenaza urgente (un 77%).

En un verano en el que cambio climático es una obviedad palmaria, la intención de voto a los Partidos Verdes cae gravemente en Europa y en esta paradoja quisiera detenerme. Todas las encuestas sobre las elecciones europeas dan una bajada a los partidos verdes de entre el 30 y el 40% de su representación. Les dejo la hecha por Der eüropaische Föderalist, pero pueden consultar otras porque la tendencia es clara, de 72 escaños a 42:

Distribución de escaños en el Parlamento Europeo hoy (izquierda), proyección: escenario de referencia (derecha).- Der eüropaische Föderalist
Distribución de escaños en el Parlamento Europeo hoy (izquierda), proyección: escenario de referencia (derecha).- Der eüropaische Föderalist

Me centro en la caída de los partidos verdes porque me parece relevante para entender lo que está pasando en nuestro tiempo y para ello aventuro dos causas: la guerra de Ucrania y el principio del fin del mito del capitalismo verde o New Green Deal.

La guerra y el cambio climático

La posición de muchos partidos verdes con la guerra de Ucrania es, en general, claramente belicista. El caso paradigmático es el del Partido Verde alemán que llega al ardor belicista y les aseguro que no exagero. No todos los partidos verdes han mostrado tanto su filiación probélica pero el liderazgo de los verdes alemanes, hoy en caída en las encuestas, pasa factura. Supongo que tampoco ayuda que atacaran a los activistas que querían parar la ampliación de una gigantesca mina de carbón a cielo abierto en Lützerath. Ambos elementos son percibidos, con cierta lógica si me permiten, como poco ecológicos, como mínimo.

El capitalismo verde no existe

Pero más allá de la relación entre guerra y crisis energética, también subyace que se tornan obvias, de puro ineficaces, las medidas que nos han vendido para frenar la catástrofe climática y que se podría resumir así: el milagro tecnológico sustituirá la energía fósil, de forma que viviremos exactamente igual solo que usando energías limpias y para ello el proceso se hará a través de un desacoplamiento sectorial progresivo a base de enormes inversiones públicas en empresas verdes. Esa es la propuesta del New Green Deal, una transición energética dentro del mercado.

El problema con este comodísimo planteamiento (cómodo porque no te exige nada) es otra paradoja científicamente demostrada. Ya les he dicho que me gustan las paradojas, en este caso la paradoja de Jevons:

Jevons, economista inglés del XIX demostró que, mejorando la eficiencia y el rendimiento del carbón, no se consumía menos, sino más. Es decir, demostró que la introducción de tecnologías que mejoran la eficiencia energética no hace que ni su producción ni su consumo disminuyan, al contrario. Es lo que pasa con las energías renovables: nunca en la historia se ha producido tanta y, sin embargo, la producción y consumo de energías fósiles se dispara.

Invertir en energías renovables es imprescindible para frenar el cambio climático (al igual que en tecnología socialmente útil) pero mientras no se prohíba el uso de las fósiles, no actúan de sustituto, sino de complemento, lo que amplía la capacidad energívora de un sistema que necesita crecer de forma ilimitada.

Lo mismo ocurre con los coches eléctricos, cada vez más grandes y más caros ya que es la forma que el capital ha encontrado como nicho de acumulación: coches descomunales que necesitan ingentes cantidades de materiales para producirse. El mercado, nuevamente, prioriza el valor de cambio al valor de uso y así es literalmente imposible frenar el calentamiento del planeta. Por eso, el New Green Deal tampoco va a funcionar, antes bien, puede generar el efecto contrario.

El capitalismo es el problema y no verlo es una forma de negacionismo. Dicho de otra manera, es imposible que el libre mercado reduzca las emisiones de CO2 a niveles que garanticen la vida tal como la conocemos, no porque no quiera, es que no puede.

Por eso hay un resurgimiento del pensamiento crítico; hace décadas que no hay debates tan interesantes sobre teorías de decrecimiento, de maneras diferentes de producir, de consumir, de decolonizar... Beyond capitalism empieza a ser tendencia académica: se debate sobre sociedades post capitalistas y cómo deberían ser, de cómo se organizar la economía y la política para garantizar la vida digna en un planeta al que cuidar y en el que cuidarnos.

Hay propuestas y son inspiradoras, pero eso se lo cuento la semana que viene.

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