Otras miradas

La investidura incel de Feijóo

Nagua Alba

Psicóloga. Ex diputada en el Congreso

El líder del PP y candidato a la Presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, interviene durante la primera sesión del debate de investidura del líder del PP, en el Congreso de los Diputados, a 26 de septiembre de 2023, en Madrid (España). EUROPA PRESS
El líder del PP y candidato a la Presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, interviene durante la primera sesión del debate de investidura del líder del PP, en el Congreso de los Diputados, a 26 de septiembre de 2023, en Madrid (España). EUROPA PRESS

Estos días se sucederán los análisis sobre el debate de investidura del candidato del Partido Popular, Alberto Núñez-Feijóo, desde numerosas perspectivas. Habrá quienes defiendan su heroicidad, quienes se mofen de su fracaso, quienes saquen interesantes conclusiones políticas y sociales al respecto o intuyan pistas de cómo será la legislatura que viene una vez se nos pase la vergüenza ajena a la que el candidato nos está condenando. Pero más allá de esto, considero que no podemos desaprovechar la oportunidad de aprender algo que el popular se empeña en enseñarnos con ahínco. Con su deriva de los últimos meses que culmina esta semana, Feijóo nos ha regalado la ejemplificación perfecta de lo que nunca jamás hay que hacer si eres hombre y quieres conquistar a alguien. Y es que Feijoó se ha intentado ligar a España y le ha salido de pena (chicos, tomad nota).

Todo comenzó en junio, el candidato a presidente se paseaba por la precampaña y la campaña desbordante de confianza, lo tenía hecho. Como el clásico machito que entra en un garito y nada más seleccionar a su presa se lanza a la caza porque tiene la certeza de que le saldrá bien (daría cualquier cosa por contar con la seguridad y autoestima de un hombre heterosexual, aunque fuera por un solo día).

Feijóo fue el 23J ese hombre que se te acerca a las dos de la mañana, seguro de sus inmejorables habilidades para el cortejo y ante el primer no, lejos de achantarse y retirarse con dignidad y la cabeza gacha, decide que en realidad sí que quieres. Que o bien te estás haciendo la dura o es que aún no te has dado cuenta de que él es el amor de tu vida, pero ya lo entenderás. Ese hombre que te condena, como a la chica del meme que aguanta resignada al baboso que grita a su oído, a escuchar su turra durante toda la noche, a ver si aunque solo sea por pura desesperación, acabas accediendo a irte a su casa.

Sí, Feijóo lleva dos meses dándonos la turra. El país se pronunció, le dijo claramente que no iba a gobernar, y él decidió que en realidad España se estaba haciendo la difícil. El país estaba indeciso, sí, tonteaba con otros, pero es que la sociedad española en realidad no sabe lo que le conviene y hay que explicárselo (incansablemente) hasta que acepte su destino. Desde entonces, se han sucedido los delirios negacionistas: empezando por la celebración durante la propia noche electoral con una Ayuso acechante de fondo, hasta llegar a una sesión de investidura condenada al fracaso, pasando por infinidad de momentos lamentables como la apología del transfuguismo, el "contigo no, bicho" de Urkullu, el amago de tonteo con Junts y una sesión de terapia colectiva este fin de semana en el barrio de Salamanca.


Feijóo lo ha intentado por todos los medios ("venga, te invito a una copa", "¿salimos a fumar un cigarro?", "¿un bailecito?", "¿te he contado ya que me voy a hacer rico invirtiendo en bitcoins?") hasta llevarnos al límite de la locura. Hubo días en que casi nos hizo dudar: con una especie de luz de gas masiva, convirtió a toda la población en una Ingrid Bergman desesperada mientras nos repetía de forma incansable y contra todo principio de realidad que sería presidente.

Y las cosas podrían haber quedado ahí (ojalá hubiera sido así), la sesión de investidura podría haber encarnado aquel momento en el que se encienden las luces de la discoteca, cada mochuelo se retira a su olivo y si te he visto no me acuerdo. Pero nuestro héroe no se ha rendido, custodio de una dignidad inexistente ha decidido rematarlo este martes de la forma más masculina posible. Su "Tengo a mi alcance los votos para ser presidente del Gobierno, pero no acepto pagar el precio que me piden para hacerlo", espetado hasta en dos ocasiones al actual presidente en funciones, Pedro Sánchez, desde la tribuna del Congreso, se parece demasiado al clásico "en realidad no quiero nada contigo, fea".

El candidato culmina así, al más puro estilo incel, su humillación, pero con ella nos regala valiosas lecciones que no debemos desaprovechar. Y es que, a veces, hay que saber perder y retirarse a tiempo. Si no es por uno mismo, aunque sea por solidaridad con una audiencia abochornada y hastiada. Así que, hombres heterosexuales del mundo, un consejo: si queréis ligar, no seáis como Feijóo.

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