Otras miradas

Estados Unidos: el principal responsable de las guerras de Israel-Palestina

Ramón Soriano

Catedrático emérito de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden. -KEN CEDENO / Reuters
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden. -KEN CEDENO / Reuters

Comienzo afirmando para despejar las posibles dudas del lector/a que no hablo de culpable sino de responsable. Culpable es el autor material de los hechos. Responsable es quien responde de la comisión de los mismos. Un padre responde civilmente de las faltas de su hijo menor, un político tiene la responsabilidad política "in vigilando" respecto a la corrupción cometida por una persona, que ha nombrado directamente para un cargo público, bajo su dependencia. El padre y el político son responsables de la conducta ajena, pero no culpables.

Veamos las razones de la responsabilidad de Estados Unidos en el mantenimiento de las guerras palestino-israelíes:

Primera: Estados Unidos es la única potencia con capacidad de solucionar el conflicto Israel-Palestina

Son muchas las veces que Israel y Palestina han celebrado reuniones de paz bajo la moderación y arbitraje de Estados Unidos, que es quien tiene la llave para la solución del conflicto. Los presidentes de Estados Unidos suelen hablar en sus discursos del papel de su país en la esfera internacional como urdidor y vigilante de la estabilidad de la paz mundial, con mayor o menor fuerza. George Bush resaltaba la función de Estados Unidos, tocado por la providencia divina, con la misión de mantener la paz mundial. Barak Obama no llegaba a tanto, uno de los presidentes más moderados de su país en la concepción de guardián de la paz, más multilateral, pero no dejaba de considerarse primus inter pares en las relaciones internacionales De él se hizo famosa la frase "Estados Unidos no es nada sin la comunidad internacional, pero la comunidad internacional no es nada sin Estados Unidos", tratando de combatir el unilateralismo de su predecesor y recuperar la confianza de sus aliados, al asumir la presidencia de Estados Unidos el 20 de enero de 2009.

Si Estados Unidos se arroga este papel de vigilante "sheriff" mundial de la paz, ¿por qué se cruza de brazos o no resuelve el conflicto palestino-israelí? La respuesta en los próximos argumentos. Pero ya tenemos un dato: Estados Unidos no responde al cometido que se atribuyen los presidentes de la primera potencia mundial.


Segunda: Estados Unidos ha dado siempre muestras en el conflicto palestino-israelí de asimetría, falta de proporcionalidad y manipulación del contexto

Tres criterios aplicables a la lista de los presidentes de Estados Unidos desde el origen del Estado de Israel hace setenta y cinco años, que he puesto de manifiesto en mi libro Teoría y práctica de la guerra justa del presidente Obama. Son tres criterios que también admiten su aplicación en menor medida a la Unión Europea y a buena parte de los medios de comunicación europeos. Han sido explicados por los embajadores palestinos en varios Estados europeos entrevistados con ocasión de la invasión de Hamás en territorio israelí. Los más destacados: el embajador en Reino Unido y el representante de la misión palestina ante la Unión Europea, que dieron la vuelta a las preguntas de los periodistas (BBC y Euronews, respectivamente). "¿Por qué me preguntáis insistentemente si condeno los atentados de Hamás y no preguntáis a Israel si condena haber sometido a los palestinos gazatíes a la opresión constante de una cárcel a cielo abierto mantenida por Israel durante décadas?", era la respuesta de los representantes palestinos, que cogió de sorpresa, al parecer, a los entrevistadores.

Estados Unidos se ha fijado desigualmente con una evidente asimetría en los dos protagonistas en guerra; de uno ha destacado siempre sus tropelías; de las mayores tropelías aún del otro -su socio en Oriente Medio- ha hecho la vista gorda. Los presidentes estadounidenses han salido al paso rápidamente de las acciones de los terroristas palestinos de su discutible por parcial lista negra: del actual terrorista Hamás y antes del terrorista Arafat, con declaraciones contundentes y gruesas; de las acciones más graves del otro protagonista -el "fiel amigo y socio", que defiende sus intereses en Oriente Medio- ha preferido no decir nada. Un silencio persistente en los setenta y cinco años de vida del Estado de Israel, que convierte a Estados Unidos en cómplice de los crímenes de guerra de Israel.

Tienen un ejemplo en la actualidad, que es el mismo de siempre. El presidente Joe Biden es el primero que sale a los medios a declarar contra el terrorista Hamás y envía a su secretario de Estado y a su secretario de Defensa a Israel para proclamar en el escenario de la guerra "la inquebrantable amistad de Estados Unidos e Israel", mientras que mantiene un sonoro silencio respecto a la guerra total y sin límite de Israel contra Gaza, a la que amuralla, quita la luz, el gas y el agua e impide el suministro de alimentos, infringiendo las normas más elementales del derecho internacional. Al menos, la pasiva Unión Europea (UE), que parecía cómplice del responsable principal, ya que lo primero que hizo fue afirmar que suprimía la ayuda a Palestina, después corrigió su postura y el jefe de la diplomacia europea declaró que Israel se estaba colocando fuera de la ley internacional. La ayuda de la UE a Palestina ha sido de carácter económico, pero de ahí apenas se ha movido. Por lo demás, la sempiterna equidistancia respecto de ambos contendientes, como ha demostrado a las claras la presencia de la presidenta de la Comisión Europea en Israel, condenando (solo) los crímenes de Hamás.


La asimetría se hace mayor y se ejemplifica en la absoluta falta de proporcionalidad en los actos de guerra de ambos protagonistas, que tampoco ha puesto de manifiesto Estados Unidos, a pesar de que se produce constantemente. Prueba de ello es que en las guerras la muerte de un israelí va acompañada de un centenar de muertes palestinas. La comunidad internacional contempló alarmada, pero pasiva, como es habitual, la desproporcionalidad causa-efecto acaecida en el bombardeo de Gaza por el poderoso ejército israelí en 2014. Estados Unidos una vez más calló. En ese año era primer ministro israelí quien ahora lo es, Benjamin Netanyahu, siempre contrario al respeto a los acuerdos de paz y a un Estado palestino, y el inquilino de la Casa Blanca era el presidente de la esperanza, el Premio Nobel de la Paz, Barak Obama, que se limitó a decir, igualando cínicamente a las partes contendientes: "Israel tiene el derecho de defenderse contra los cohetes y túneles de Hamás...Tenemos una preocupación creciente sobre el número de civiles palestinos muertos y la pérdida de vidas en Israel".  Pero el número de palestinos muertos fue de 1.814 y el de los israelíes no pasó de un centenar según la Oficina de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas. Obama nada dijo ante el Consejo de Seguridad y la Asamblea General de Naciones Unidas. La Alta Comisionada de Naciones Unidas para la defensa de los derechos humanos le acusó directamente por no levantar la voz.

Obama enumeró los cinco requisitos de la guerra justa (expresión suya coincidente con la de los iusnaturalistas hispanos, como Francisco de Vitoria y Bartolomé de Las Casas) en su discurso de recepción del Premio de la Paz el 10 de diciembre de 2009, indicando expresamente como tercer requisito "la proporcionalidad en el uso de la fuerza". Volvió a señalarlo en su discurso en la Academia militar de West Point el 28 de mayo de 2014, donde enumeraba los estándares de las acciones militares: proporcionalidad, eficacia y justicia (proportional, effective and just).

Lo que produce más rabia entre los palestinos y los simpatizantes de la causa palestina de todo el mundo es el tercero de los criterios indicados: la manipulación del contexto en las declaraciones de Estados Unidos. Los presidentes estadounidenses han ocultado a conciencia y a sabiendas la realidad completa de la historia del conflicto y de la posición de las partes: una opresora y otra oprimida. Con un extremo cinismo se han fijado en una cara de la moneda, donde siempre aparece el causante de los conflictos, Palestina; en la otra cara únicamente contemplan a la víctima de la interminable guerra, Israel. Confunden la víctima con el verdugo. Ocultan las siete veces que Gaza ha sido arrasada por Israel.


Tercera: la promoción estadounidense de un ejército israelí opresor de Palestina

El segundo ejército de Estados Unidos es el ejército israelí, valga la expresión, porque la poderosa potencia militar mundial se amplía y se extiende en unas fuerzas armadas por ella promovidas y financiadas, las de Israel. Sirve de ejemplo contrapuesto la guerra de Rusia-Ucrania. Estados Unidos y la UE están militarizando a Ucrania, suministrándole todo tipo de armamento con la finalidad de que Ucrania gane la guerra a la opresora y ocupante Rusia colocada fuera del derecho internacional. Pues bien, Estados Unidos ha militarizado a Israel con todo tipo de armamento y tecnología militar punta, cuyo resultado es que el opresor y ocupante Israel, vulnerando constantemente el derecho internacional en todas sus facetas y singularmente la humanitaria, mantiene un estatus privilegiado en la guerra interminable con Palestina. Hasta el punto de que produce desazón contemplar la contienda de uno de los mejores ejércitos del mundo contra grupos mal armados obligados a la práctica de una guerra de guerrillas. La doble vara de medir de Estados Unidos. Toda la ayuda para Ucrania contra la opresora Rusia. Ninguna ayuda para Palestina contra el opresor Israel.

Cuarta: la tibieza de Estados Unidos en el incumplimiento por Israel de los acuerdos de paz y de las resoluciones de Naciones Unidas

Estados Unidos ha sido el moderador y promotor de reuniones de paz entre Israel y Palestina, directa o indirectamente, en la Casa Blanca o fuera de ella. El primer ministro israelí y la Autoridad Nacional palestina también se han reunido con frecuencia y separadamente con los presidentes estadounidenses (mucho más el primero que la segunda). En distintos periodos históricos las reuniones han concluido en acuerdos de paz firmados por los contendientes ¿Qué ha sucedido después de la firma? Que a corto plazo Israel ha incumplido los acuerdos de paz (todos y cada uno). Igualmente ha vulnerado, una tras otra, las resoluciones de Naciones Unidas, lo que es ciertamente todavía más grave, destacando la vulneración de la resolución 242 (1967), que exigía a Israel la devolución de los territorios ocupados en Palestina tras la guerra de los seis días y el reconocimiento de un Estado palestino. Ha seguido siempre Israel una política de ocupación ilegal de territorios palestinos contra los dictados de los previos acuerdos de paz y de las resoluciones de Estados Unidos.

¿Qué ha hecho ante las infracciones de Israel el moderador Estados Unidos? Se ha lamentado del fracaso, pero no ha obligado al transgresor del acuerdo o la resolución a cumplirlos, siendo el único que podía hacerlo. Se ha lavado las manos. Ha practicado su política habitual: el unilateralismo en la defensa del interés nacional, al margen de la comunidad internacional y de sus normas. Estados Unidos únicamente ha sido multilateral en el marco de las decisiones comunes de Naciones Unidas, si le ha convenido. Cuando no ha sido así, se ha movido libremente y al aire de sus intereses. Lo dicen los presidentes de la nación en sus discursos: Estados Unidos no puede atender y esperar a las decisiones de la comunidad internacional, cuando "sus valores, intereses nacionales y estilo de vida están en peligro". Y es él solo quien juzga cuando existe el peligro. Repasen los discursos de los presidentes y verán que la frase entrecomillada aparece constantemente. Es claro que su interés nacional ha estado en la protección incondicional de Israel.


Quinta: la retórica demagógica de los discursos de los presidentes estadounidenses

En el débito de Estados Unidos en la solución de las guerras de Israel-Palestina, como en otras guerras con otros Estados, está presente una actitud propia de la gran potencia mundial, poco aireada en la opinión pública occidental. Me refiero a la retórica de los discursos de los presidentes estadounidenses, que conduce por una parte a la demagogia de quien lo pronuncia y por otra a crear falsas expectativas en los destinatarios favorecidos por el discurso. Estos discursos se caracterizan por la defensa de un postulado: Estados Unidos, promotor de las libertades y la democracia en el planeta, defiende los derechos humanos y esta defensa va en la línea de los intereses propios de la nación americana.

George Bush es el presidente quizás más engañoso en la retórica, ya que al mismo tiempo que proclamaba un Estados Unidos "decente en la defensa de las libertades" quería desarrollar un programa de guerras contra Irak, Irán y Corea del Norte, apoyado ideológicamente por sus maestros neoconservadores, del que ejecutó, como saben, la guerra contra Irak, ayudado por Aznar y Blair, basándose en mentiras y contra la resolución de Naciones Unidas. En el polo opuesto a Bush se sitúa el presidente Barak Obama, el flamante Premio Nobel de la Paz, concedido cuando aún no había ejercido la presidencia de Estados Unidos, hecho insólito explicable por las grandes expectativas, que entonces despertaba el nuevo presidente. Obama puso en el mismo plano la defensa de los derechos humanos -cifrados en la democracia y las libertades- y la seguridad e intereses vitales de Estados Unidos. "El apoyo de Estados Unidos -afirmaba- a la democracia y los derechos humanos va más allá del idealismo. Es un asunto de seguridad nacional". No había contradicción entre ambos: derechos humanos, por un lado, e intereses vitales y seguridad nacional, por otro. La protección de las libertades -aseguraba- constituía una seña de identidad de la nación estadounidense. En el caso de Palestina la retórica demagógica de Obama alcanzó su cénit. ¿Dónde estuvo la protección de la libertad del pueblo palestino durante su mandato? ¿Dónde la defensa de los derechos humanos de los palestinos vulnerados sistemáticamente y sin interrupción por Israel?

La decepción causada por Obama no pudo ser mayor, porque quemó todas las esperanzas puestas en él en los escenarios de las guerras que tuvo que combatir: las heredadas – de Irak y Afganistán- y las suyas propias -del norte de África en la "Primavera Árabe", de Siria, de la primera guerra de Ucrania-Rusia, del Estado islámico y de Israel-Palestina-. En el desarrollo de las guerras Obama tuvo que elegir entre los derechos humanos y los intereses nacionales y siempre escogió los segundos y se olvidó de los primeros. También en la guerra palestino-israelí, antes referida, bautizada como "Margen Protector", que duró 28 días a partir del 8 de julio de 2014.

¿Cómo terminará la nueva guerra, que comenzó el 7 de octubre de 2023?  Vean la posición de los principales actores: la defensa incondicional de Israel por Estados Unidos, la equidistancia cómplice de la Unión Europea, la determinación asesina contraria al derecho internacional del primer ministro israelí, el ultraderechista Netanyahu, de aplastar a Gaza, las palabras del ministro de Defensa de Israel considerando a los terroristas de Hamás "animales humanos". ¿Qué duda cabe?

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