Otras miradas

No se trata de lo que uno hace, sino de cómo lo hace

Mar Espinar

Portavoz de Turismo y Deporte del PSOE en la Asamblea de Madrid

Una valla en la zona de obras en el parque de Arganzuela, en Madrid Río, a 21 de diciembre de 2023, en Madrid.- Gabriel Luengas / Europa Press
Una valla en la zona de obras en el parque de Arganzuela, en Madrid Río, a 21 de diciembre de 2023, en Madrid.- Gabriel Luengas / Europa Press

En política democrática hay unas reglas externas de funcionamiento y otras de carácter interno. Las primeras determinan la salud moral y el bienestar sociológico de una comunidad humana. Son como el airbag de un coche que salta para proteger a los ocupantes del vehículo. Aquí, el Estado de Derecho tiene un protagonismo fundamental. El poder legislativo, del que emana directamente la soberanía popular, dicta leyes y el poder judicial, por poner un ejemplo claro, se dedica a aplicarlas (no a opinar sobre ellas).

Las segundas engrasan el funcionamiento oculto de la dinámica social y garantizan que el motor de nuestro país no acabe reventado porque las bujías autonómicas decidan boicotear la combustión. La lealtad institucional representa, en definitiva, el buen aceite que facilita la tensión mecánica a la hora de realizar esfuerzos. 

En la Comunidad de Madrid, el PP de la señora Ayuso trabaja metódicamente circunvalando unas y maltratando a otras. Voy a ser muy concreta: no se trata solo de que, en el ámbito geográfico del Paisaje de la Luz (en la ciudad de Madrid), un espacio que es patrimonio mundial de la UNESCO, el gobierno regional se haya enfundado la camisa a cuadros del mítico leñador, sino de que actúa con un desprecio inaceptable hacia la oposición parlamentaria y el gobierno de la nación.

Isabel Díaz Ayuso, estoy convencida de ello, piensa que los madrileños, tras los resultados de las últimas elecciones, le han dado, de un lado, patente de corsaria y, de otro, han expulsado del terreno de juego de la legitimidad democrática a la oposición. Está ella sola, ella y sus asesores. Demasiado escenario para un talento artístico bastante cuestionable. 


Voy por partes para demostrar que no me equivoco. La existencia de un informe avalado por la UNESCO que no evalúe negativamente el impacto patrimonial y ecológico de masivas actividades podadoras en una zona poseedora del sello de excelencia patrimonial, no es algo que la oposición tenga que pedir mendigando, es algo que la consejería de cultura debería haber mostrado antes de que hubiera salido el primer titular.

La política de hechos consumados funciona en muchas ocasiones, es verdad, pero a costa de infringir un daño irreparable. A la capital de España no le sobran árboles. Los políticos tardamos poco en crecer y agarramos muy fácilmente, pero los árboles no. Por otro lado, el desdén hacia el Ministerio de Cultura del gobierno de la nación (no solo hacia el ministro, que expresa legítimamente su preocupación por el asunto), y la chulería frente a la oposición en la Asamblea solo demuestran un trumpismo preocupante. Si ganando son así, ¿cómo serán cuando pierdan? Porque perderán más pronto que tarde. Si uno no sabe gestionar la victoria, no aceptará la derrota. 

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