Se acaban de publicar dos estudios demoscópicos seguidos por parte del CIS (Estudio 3436 sobre Asociacionismo, de 7/02/2024, y Estudio 3441 del Barómetro mensual, de 12/02/2024) sobre el voto para las próximas elecciones generales (no para las europeas). Aunque tienden a ser más favorables para las izquierdas estatales, nos pueden servir de orientación, y siempre valorándolos con contención, para dos temas controvertidos.
Uno, para comparar la representatividad de Sumar/Podemos: en una proporción aproximada de tres y medio a uno, el electorado de Podemos constituiría más del 22% del conjunto anterior de la coalición Sumar, superior al 16% dispuesto el 23J para la distribución de los recursos y su representación parlamentaria, y considerado injusto por ellos.
Otro, para analizar las perspectivas electorales de ambos para las elecciones europeas, auténtica prueba para diagnosticar la representatividad de cada cual por separado y valorar su relación competitiva y su evolución futura, especialmente para las próximas elecciones generales en las que, por la normativa electoral y el distrito provincial, la división penalizaría a ambas formaciones, particularmente a Podemos.
En un libro reciente, Izquierda transformadora, he analizado las características y la evolución de este espacio sociopolítico y electoral desde el movimiento 15-M, la aparición y el papel de Podemos y las distintas convergencias y aliados y, particularmente, el desarrollo de los dos últimos años de la relación entre Sumar y Podemos. Por tanto, considerando el contexto sociohistórico y los condicionamientos políticos y estructurales, aquí me centro en la conformación de la representatividad y la relación entre estos grupos políticos tras el 23J, con la vista puesta en el hecho inmediato más significativo, las elecciones europeas, y la experiencia sociopolítica de estos meses, que va a condicionar su futuro competitivo y/o unitario con su correspondiente rearticulación para la etapa posterior que culminará en las próximas elecciones generales (y locales) de 2027, o antes, si son adelantadas.
Cogiendo la primera encuesta, en la estimación de voto directo las proporciones serían similares: 7,5% para Sumar y 2% para Podemos, que supone el 79% y el 21% del total de ambos, respectivamente. Si valoramos el voto más la simpatía los resultados son: Sumar, 8,6% y Podemos 2,5%, con un total del 11,1%, y una distribución del 77,5% y el 22,5% del total, respectivamente; similar a la respuesta sobre la cercanía a las ideas de cada uno de ellos: 78,1% y 21,9%. No obstante, en el segundo estudio, con cerca de cuatro mil entrevistas, la estimación de voto (sobre voto válido) es del 10,2% para Sumar y el 2,9% para Podemos, en una proporción de tres y medio a uno, y con un total del 13,1%, es decir, algo superior a lo conseguido el 23J.
Hay que recordar que los resultados del 23J de Sumar (incluido Podemos y las convergencias) fueron el 12,57% del electorado, 3,045 millones de personas, que había descendido desde el 15,39% y 3,701 millones de las generales de 2019 (sumando Unidas Podemos, con sus confluencias, y el acuerdo del Turia -Más País/Más Madrid y Compromís/Mes Mallorca/Chunta Aragonesista-.
Pues bien, con un porcentaje similar de abstención, en esta encuesta la suma del electorado de ambos (Sumar, 2,45 millones y Podemos 0,7 millones) llegaría a 3,150 millones, unos cien mil más. Se frena el debilitamiento respecto del 23J, pero todavía no se recuperan esos 700 mil perdidos del periodo 2019/2023 -y los dos millones añadidos del inicio en 2015/2016-.
En ese sentido, el declive representativo continúa respecto del periodo anterior, aunque comparando el Barómetro de enero de este año con el de febrero, los primeros con datos de las dos fuerzas por separado, ambas formaciones, Sumar (10,2% desde el 9,7%) y Podemos (2,9% desde el 2,7%), suben unas décimas, sin que la separación del grupo parlamentario o el fiasco sobre el subsidio de paro hayan tenido muchas implicaciones negativas para cada una de ellas en el voto, y más allá de la consabida tensión entre sus dirigencias y cierto desánimo y desafección en sus bases sociales, con alguna tendencia hacia otros partidos -PSOE e izquierdas nacionalistas- y la abstención.
La transferencia electoral de Sumar (incluido Podemos), respecto de sus resultados del 23J (con menor desplazamiento en sentido contrario y una parte indecisa), considerando el voto y simpatía, son: hacia Sumar, 62,0%; a Podemos, 16,3%; al PSOE, 12,2%; a la izquierda nacionalista, 1,2% -sobre todo, en términos comparativos más hacia el BNG, 0,7% y menos hacia EH-Bildu, 0,3% y, sobre todo hacia ERC, 0,2% que, con mayor peso poblacional, penetra poco en el más consolidado electorado de En Comú Podem/Sumar-.
Otro dato significativo es la respuesta del electorado del 23J de Sumar a la pregunta de hacia qué partido siente ahora más simpatía: A Sumar (Movimiento Sumar y el resto de grupos, salvo IU y Podemos), -solo- el 25,5%; a IU (que aparece separado de Sumar), 8,1%; a Podemos, 13,8%; a PSOE, 15,1%; a ninguno o a otro partido, 23,8%; No sabe/No contesta, 13,2%. Se trata de un resultado preocupante para la dirección de Sumar con la que simpatiza solo una cuarta parte de su electorado global, así como para el conjunto, ya que casi otra cuarta parte se declara desafecta a todos ellos, y un porcentaje significativo simpatiza más con el Partido Socialista.
Además, la izquierda nacionalista obtuvo el 23J el 3,94% (ERC, 1,92%, EH-Bildu, 1,28% y BNG, 0,64%), algo menos de 1 millón de votos (0,954), y esta encuesta del CIS -que tradicionalmente también infravalora el voto nacionalista de izquierdas- les adjudica el 3,1% (1,4%, 1% y 0,7%, respectivamente).
Por otra parte, en el reciente Barómetro del CIS (Estudio 3441, de 12 de febrero de 2024), la estimación de voto (en porcentaje sobre voto válido y una abstención -sólo- del 7,9% y un No sabe/No contesta del 19,1%, ambos sobre el censo) es el siguiente: PSOE, 33,0%; Sumar, 10,2%; Podemos, 2,9%; izquierdas nacionalistas, 3,6% (ERC, 2,1%, EH-Bildu, 0,8%; BNG, 0,7%); con un total del 49,7%. Las derechas se quedarían en el 41,2% (PP -con UPN-, 33,3% y VOX, 7,9%), a bastante distancia de las izquierdas estatales; y las derechas nacionalistas el 2,1% (Junts, 1,0 %, PNV, 1,0 %; CC, 0,1%).
La transferencia electoral de la coalición Sumar (incluido Podemos) desde su electorado del 23J es la siguiente: hacia Sumar, 58,6%; a Podemos, 17,2%; a PSOE, 9,7%; a izquierdas nacionalistas, 0,9% (0,3% a cada uno de los tres), sin contar la gente indecisa o abstencionista y el flujo en sentido contrario, más limitado.
Tal como adelantaba, en términos comparativos entre la izquierda transformadora tendríamos la proporción de 77,9% para Sumar, y el 22,1% para Podemos, es decir, en una relación de tres y medio a uno.
La propuesta de los porcentajes de la representación adjudicada (sin primarias) dentro de la nueva estructura directiva de Sumar, su Grupo de Coordinación, pendiente de confirmar el mes de marzo en su asamblea fundacional, es la siguiente: se reserva el 70% para Movimiento Sumar y el 30% al resto de grupos (Izquierda Unida, Catalunya en Comú, Más Madrid...), con las reservas de alguno de ellos. Pues bien, en la hipótesis de un proceso constituyente integrador del conjunto de la izquierda alternativa, aparte de ajustarlos, habría que redistribuirlos en dos sentidos.
Por una parte, en torno a un 8% de Compromís, Més Mallorca, Chunta Aragonesista y Drago Canario, deberían encajar en ese 30% previo, aunque de momento desisten de integrarse y participar en esa articulación orgánica e incluso dudan de ir con Sumar a las elecciones europeas -en 2019, yendo separados no consiguieron escaño- o sumarse al eje soberanista de ERC/EH-Bildu/BNG.
Por otra parte, a Podemos le correspondería ese porcentaje del 22% del total, evidentemente al margen de ese porcentaje para el resto de partidos y a costa del adjudicado a Movimiento Sumar. O sea, este último, como referente principal de todo el conglomerado Sumar, no tendría la mayoría absoluta del conjunto -cosa parece que inquietante para su liderazgo- aunque sí más del doble que Podemos, la probable segunda fuerza organizada de esa izquierda transformadora.
Como complemento, podemos citar la encuesta de Simple Lógica (13/02/2024 en elDiario.es), cercana a los resultados del CIS sobre Sumar (11,1%) y Podemos (2,3%), con un total de 13,4%, algo superior también a los del 23J.
Hasta aquí, los números objetivos de la representatividad electoral de cada cual y la trayectoria última. El peso y la proporción del espacio en conjunto y cada una de sus tendencias se va configurando. La dinámica de declive electoral se ha frenado, aunque se estanca el descenso respecto del periodo anterior; la articulación orgánica de Sumar todavía es incipiente y frágil, pero se va consolidando como la coalición más representativa de esa izquierda diferenciada de la socialdemocracia -y la izquierda nacionalista- con hasta 2,5 millones de votos.
No obstante, Podemos, frente a algunos augurios, continua sin desaparecer, con un electorado propio significativo (unos 700 mil), pero lejos del peso mayoritario y decisivo en todo el conglomerado alternativo de la etapa anterior.
Las dos tendencias permanecen, en agria disputa, sin terminar de consolidarse en sus respectivas bases socio-electorales, pero dibujando unas proporciones aproximadas de su representatividad electoral y, sobre todo, de la primacía dirigente de Movimiento Sumar, con un talante más moderado, dialogador y transversal, y la posición más secundaria de Podemos, con un enfoque más transformador, exigente y de izquierdas.
En ese sentido, las elecciones europeas constituyen un proceso de legitimación socio-electoral y político de las dos formaciones (y de una posible tercera) para medir su representatividad y establecer con mayor objetividad las bases relacionales entre ellas. La particularidad es que, con distrito único estatal, se necesitan cerca de 400.000 votos para acceder a un escaño, y trasladando estos porcentajes, aun con la previsión de un aumento de la abstención, habitual respecto de las elecciones generales o las territoriales, tenemos que Podemos tendría asegurado una eurodiputada, con posibilidades de la segunda, y Sumar entre cinco y seis. La pugna por la influencia política y el reconocimiento electoral continuaría.
Por tanto, dentro del previsible debilitamiento del prestigio de ambos, las dificultades mayores son para Podemos, para mantenerse como un actor para tener en cuenta en el escenario público e institucional y condicionar el proceso social y político. Es el emplazamiento inmediato que tienen ambos para las elecciones europeas.
Al mismo tiempo, Podemos tiene la tarea de vertebrar su organización territorial y su estrategia política transformadora con un perfil propio; mientras Movimiento Sumar, concretará su proceso constitutivo orgánico desde su asamblea fundacional en marzo hasta la constituyente en el otoño, sin la participación de otros grupos de la actual coalición (Compromís, Més, Chunta y Drago).
Esa división en estas elecciones europeas es compatible con el marco general compartido de asegurar la preponderancia de la mayoría parlamentaria democrática y plurinacional y garantizar un mínimo avance de progreso con suficiente estabilidad institucional de las izquierdas y fuerzas progresistas, para evitar el ascenso y la victoria de las derechas. No obstante, es probable que la competitividad electoral genere más sectarismo mutuo, con desprestigio social de ambos. Se trata de evitar la ruptura de todos los puentes, consolidar esos puntos estratégicos comunes y contemplar una aproximación posterior con fundamentos más realistas y unitarios y, sobre todo, con respeto al pluralismo existente y procedimientos democráticos.
Comentarios
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