Otras miradas

La responsabilidad histórica de Izquierda Unida

Antonio Maíllo Cañadas

La responsabilidad histórica de Izquierda Unida
Imagen de archivo de un militante de IU durante una protesta - EP

En una escena de El sol del futuro, de Nanni Moretti, filme en el que un viejo director prepara el rodaje de una película sobre el PCI en los años 50, uno de sus jóvenes colaboradores se sorprendía de que Italia hubiera tenido un Partido Comunista y de que sus dos millones de miembros no fueran emigrantes rusos, sino ciudadanos italianos.

Pertenezco a una generación que, en su juventud, tenía como referencia al Partido Comunista Italiano, el legendario PCI. Unas veces con curiosidad, otras con desconcierto, pero siempre con admiración, los movimientos que allí se producían sacudían como un maremoto las ondas de la política española de los años 80 y 90.

El gran partido comunista de Occidente, que vertebraba el bloque progresista de la península itálica, se diluyó como azucarillo cuando, por decisión cupular, esta decidió girar el pulgar hacia abajo. ¿Resultado? Una desmembración de lo organizado en tres formaciones políticas (DS, RC y PdCI, lo de menos es extender sus acrónimos), todas por debajo de la mayoría real del partido, la de militantes que se marcharon a casa sin referente organizativo. Tres décadas después, la neofascista Meloni preside el Gobierno de aquel país.

En contrapunto, el caso en España de las Comisiones Obreras puede servirnos de ejemplo de cómo la articulación de un movimiento amplio y plural no debe, por encima de todo, disolverse o provocar su ruptura por coyunturas de determinados momentos históricos. Si las convulsiones vividas en las etapas de Gutiérrez, o más aún después, de Fidalgo al frente del sindicato, hubieran provocado en el entonces sector crítico una ruptura de la organización o un desistimiento en la misma, no se habrían dado las condiciones para articular nuevas mayorías en la disputadísima llegada a la Secretaría General de dirigentes como Toxo o, posteriormente, en la de Unai Sordo; y, lo que es más importante, no se habría mantenido el papel de principal organización social del país en favor de los derechos de la clase trabajadora. El respeto al espacio articulado, aun siendo minoría o no compartiendo las prioridades de la dirección del momento, es crucial para preservar un patrimonio que trasciende a quienes lo dirigen en cada etapa. Saber ser minoría o fuerza no hegemónica también es esencial en la contribución de los espacios de unidad, si se hacen desde el respeto y el acuerdo al método de funcionamiento.

Viene a colación esta reflexión al hilo del debate sempiterno en nuestras izquierdas sobre el modelo para articular un frente amplio, popular, democrático, ambicioso en lo político y con asentamiento territorial.

Suelo mirar siempre el vaso medio lleno: tras la asamblea de Sumar, animamos a que se avance en un método democrático, leal, participativo y constructivo, que se base en la confianza como base de construcción de espacios amplios y que se concrete en una agenda política transformadora de alternativa democrática al neoliberalismo. Y, sin duda, no es menor un método en el que se respeten las decisiones democráticas de las organizaciones que formen parte de ella, como, por citar el caso actual que nos ocupa, las primarias celebradas en IU para la candidatura a las elecciones europeas, con una participación de 7.245 militantes que eligieron masivamente a Manu Pineda y Marga Ferré como candidatas, no lejos de las 8.179 en las primarias de Sumar para elegir la dirección política. Ayudará la humildad en los planteamientos políticos para alcanzar acuerdos, estoy convencido, máxime en un momento de giro del PSOE con un incipiente y sutil ataque a Sumar.

¿Qué papel puede tener, en medio de esta agitación que no decae, una fuerza como Izquierda Unida? A ello deberíamos dar respuesta en el actual proceso de reflexión ante la XIII Asamblea Federal. 

El calendario político en el que se mueve el debate asambleario -en una organización que debate en sus sedes hasta las comas de los documentos, y a mucha honra- es endiablado. Pero a pesar del contexto de convocatorias electorales sucesivas, es un momento necesario para no hacer pasar el proceso asambleario como un trámite administrativo. Posiblemente haya habido quienes han tenido esa tentación, pero eso es no conocer a nuestra organización. No forma parte de nuestra cultura política y no lo va a ser en este caso tampoco. Si algo se ha aprendido de esta década es que las pretendidas nuevas formas de hacer política no han sustituido ni mejorado las orgánicas, más pausadas y colectivas del debate presencial, la reflexión común, la búsqueda de síntesis y el respeto a lo acordado. Fue la premisa anguitiana de "hacer otra política y otra forma de hacer política" que no se ha visto superada por otro método que no contenga la cohesión programática y el respeto de la pluralidad. Los modelos de hiperliderazgos han tenido su espacio en una etapa de desborde que, en estos momentos, simplemente, no existen. Hemos pasado del desdén de las fórmulas clásicas de organización política a una revalorización de la organización e intervención territoriales. Y ahí se fortalece el papel de Izquierda Unida, una fuerza con despliegue municipal e implantación federal.

Interpretar correctamente el momento político

En política, los tiempos son muy importantes, nos repetían machaconamente veteranas militantes que han alimentado nuestras trayectorias políticas en IU: gentes trabajadoras, humildes, fiables y cabales hasta decir basta, que han sostenido este proyecto por encima de los vaivenes de quien llevara el timón.

Y en estos tiempos políticos es momento de reivindicar algunos aspectos que caracterizan nuestra tradición política, no la única, pero sin duda imprescindible.

- La implantación territorial y la intervención en el conflicto social (nuestra militancia se despliega en la defensa de la sanidad y educación públicas, las luchas contra las violencias machistas, la sostenibilidad del planeta, el movimiento por la paz, la solidaridad internacional, la memoria, etc.). 

- El principio democrático de una persona, un voto. 

- El despliegue del municipalismo en un Estado donde los ayuntamientos también son parte de aquél y expresan políticas exitosas para el bien común. 

En este complejísimo momento, y a petición de federaciones y organizaciones políticas de la pluralidad de Izquierda Unida, he decidido reafirmar mi compromiso con Izquierda Unida ayudando a pergeñar un gran acuerdo político que le permita salir fortalecida. Posiblemente no estemos ante la peor coyuntura de nuestra historia, pero no es una coyuntura cualquiera. Pienso que un escenario de confrontación interna solo debilita, y un escenario de falsa cohesión dificultaría, si no es que haría imposible, la gestión del día a día.

Reivindicar Izquierda Unida como movimiento político y social y recuperar la federalidad son, a mi juicio, los dos vectores de la nueva etapa: respecto al primero, con una dirección plural y colegiada; con respecto a lo segundo, con acuerdos bajo el principio Omnia sunt communia (Todo es de todos) y por tanto evitar cualquier salida a lo "sálvese quien pueda".

Para ello, creo que necesitamos un encuentro fraternal de la diversidad y de la pluralidad y una dirección que esté cerca de la gente y debata horizontalmente, a calzón quitado, como siempre hemos hecho: una dirección de carretera y manta que recorra los territorios y haga acto de presencia constante, y que actúe con claridad, transparencia y coherencia con sus decisiones democráticas, sin esconder la cabeza bajo el ala en los momentos en que la organización más lo necesite; y con una agenda feminista en la centralidad de IU en términos políticos y organizativos que la atraviesen de arriba abajo sin quedarse en la superficie.

Mi experiencia como coordinador de Andalucía me enseñó que, en momentos de zozobra, la complicidad política y emocional de la dirección con la militancia nos mantuvo cohesionados desde la diversidad en momentos extremadamente complicados. Y créanme que esa lealtad de todas permitió aguantar en momentos que podíamos haber sido devorados por otros empujes.

Soplan vientos de guerra en Europa, con movimientos lejanos a la búsqueda diplomática del acuerdo. En España, la bestia derechista sigue dando coletazos y, rodeada ahora por casos de corrupción, no cejará en su afán de desestabilización hasta alcanzar el Gobierno, mediante acoso y derribo, buscando en la crispación el modo de desistimiento entre las clases populares que apoyan a aquél.

Soy de los que piensan que no es irreversible la llegada de la extrema derecha, ya de consuno PP y Vox, al Gobierno de España. Seguimos en disputa, como demuestra la agitación crecida en el insulto, el matonismo dialéctico y la falta de escrúpulos del espacio de la derecha -política, judicial, económica y mediática-.

Retos y compromisos

Esta organización, no lo olvidemos, echó sus cimientos fundacionales en 1986 al calor del "OTAN no, bases fuera", que 38 años después sigue vigente como el primer día. 

Por eso, desde la pasión por las ideas, apelo a una triple responsabilidad histórica de nuestra organización. En el ámbito federal, porque somos la única fuerza con voluntad unitaria que tiene estructura federal y, por tanto, puede facilitar cohesión y garantías para el despliegue del frente amplio que queremos conformar. En el ámbito político, porque traemos la tradición del hijo rojo, verde, blanco y violeta mediante síntesis programática y cultura del acuerdo, cuyo método no ha sido hasta ahora mejorado por tentaciones de mayoría excluyentes o de desprecio a tradiciones políticas. Y porque en nuestro servicio a las capas populares de nuestro país, respetamos la plurinacionalidad desde la reivindicación de un espacio federal que evite -también en España- un modelo confederal y desigual.

Si en nuestro discurso político apelamos en estos tiempos de guerras a la negociación y la paz entre Rusia y Ucrania, o a parar el genocidio israelí contra la población civil palestina; si apelamos a la construcción de un frente amplio con respeto a la autonomía e identidades o tradiciones políticas, sería difícil trasladar a la opinión pública que esa línea de discurso la exceptuamos cuando la aplicamos de puertas adentro en nuestra organización. Y constato con alegría cómo la mayoría de los dirigentes y militantes por doquier piden cohesión y encuentro, acuerdo y síntesis, y a este se llega en un debate honesto, desde la cesión de todas las partes en un marco de definición política sobre lo concreto, sin tentaciones de unificar tesis contradictorias por mero tacticismo o cálculo aritmético de apoyos.

Se hace, por tanto, imperioso, y en ello me ofrezco a contribuir en lo que sea útil, llegar a una síntesis de las tesis políticas y organizativas para el nuevo cuatrienio, acordar un modelo de dirección plural y polifónica acorde con un movimiento político y social, y definir la persona o personas que referencien la nueva etapa según los objetivos que nos planteemos. Con sororidad, con amabilidad en el debate y voluntad de (re)encuentro.

La organización lo necesita, lo necesitan nuestros aliados sociales, nuestras gentes, aquellas que de modo discreto te cogen la mano en la calle y te dicen al oído o en orgullosa voz alta: "Gracias por estar ahí, seguid adelante". Esta es la responsabilidad histórica de Izquierda Unida y en ella debemos estar implicados todas las terminales de la organización. Cohesionados en lo político, leales y plurales en lo orgánico, y útiles en lo social: Izquierda Unida como herramienta de las clases populares, para trabajar, con personas y organizaciones con otras visiones, en un frente más amplio pero que coinciden en la noble aspiración de un planeta más habitable, solidario y con plena justicia social.

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