Otras miradas

La mentira LGTBI+ de Israel

Paco Tomás

La mentira LGTBI+ de Israel
Imagen de archivo del Pride de Tel Aviv. Foto: Ilia Yefimovich / Europa Press

Si una persona LGTBI+ occidental levanta la voz contra el genocidio que está cometiendo Israel, lo primero que nos dice la fachosfera es que nos vayamos a celebrar el Orgullo a Gaza, a ver si sobrevivimos, frente al famoso Pride de Tel Aviv. Voy a intentar desmontar esa gran mentira sobre la sociedad LGTBI friendly de Israel paso a paso.

En el año 2017 fui invitado, por el ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, a conocer, junto a cinco periodistas más, el Orgullo de Tel Aviv. La primera sensación que tuve al llegar, nada más pisar el aeropuerto Ben Gurión, fue que estaba entrando en una especie de caja fuerte de máxima seguridad. Nos instalaron en el Dan Panorama y a la primera persona que nos presentaron fue a Sachar Erez, el primer oficial trans de las Fuerzas de Defensa de Israel. Reconoció que tuvo que huir de su localidad de nacimiento porque nadie, ni siquiera su familia, aceptaba su identidad de género. Nos contó que fue el Ejército el que le pagó todo el proceso de reasignación. Enseguida comprendes, aunque nadie te lo explique, que Israel es un país absolutamente militarizado. El servicio militar es obligatorio para hombres (dos años y ocho meses) y para mujeres (dos años). No pueden permitirse no militarizar a una persona por su orientación sexual o identidad de género. De esa manera, el Ejército se convierte en el lugar más inclusivo de todo Israel. Una especie de microcosmos donde el mínimo conato de lgtbifobia puede ser castigado con cárcel. Eso, en la sociedad civil, no existe. La razón es que necesitan soldados. Da igual si son cis, trans, heteros o bisexuales. Ante todo, son soldados.

Poco después, nos presentaron a Talleen Abu Hanna, la primera mujer trans en participar en un concurso de belleza en Israel. Ella narró que tuvo que huir de Nazaret con 17 años para salvar su vida. Vivía en Tel Aviv, solo tenía relación con su madre y añadió que las personas queer palestinas tenían miedo de que sus propias familias los encerrasen en jaulas o los asesinasen. Y yo, por más que me lo explican, no veo diferencias entre lo que viven las personas LGTBI+ palestinas y lo que viven las personas queer judías que no habitan en el gueto dorado de Tel Aviv. Empiezo a sentir que me están intentando vender un todo mostrándome solo una pequeña parte: Tel Aviv, el invento gayfriendly que ofrecer al mundo occidental.

Visitamos un refugio para jóvenes LGTBI+ que escapaban de sus localidades y hogares ante el rechazo y la hostilidad de sus familias. Nos cuentan que se había dado el caso de personas que, tras estar en contacto con sus familiares, estos las habían convencido para que abandonasen el refugio y regresasen a su hogar. Cuando lo hacían, las familias las asesinaban y depositaban el cadáver en la puerta del refugio. No recuerdo haber visto a personas árabes allí. Todas eran judías. Empiezas a comprender que la complejidad de la sociedad israelí es tan fuerte como la de la población palestina. Lo que sucede es que Israel vende al mundo que ellos no son como los palestinos mientras intuyo que no todos los palestinos son como ellos cuentan.

El periodista gay palestino Murad Odeh viajó a Palestina buscando sus raíces, preguntándose si existía alguna posibilidad de enlazar su identidad queer con su identidad árabe. "La representación occidental del colectivo queer árabe es inexistente o se dice que nos tiran desde las azoteas de los edificios. Y cuando llegué allí me di cuenta de que había una comunidad queer muy extensa, que trabaja mucho por establecer redes de apoyo, incluso montar fiestas. Eso sí, en la clandestinidad. Pero hay una vida queer que desde Occidente ni nos planteamos. También hay historias de familias palestinas que han aceptado a sus hijos queer, pero esas no se cuentan", explica Murad.

¿Hay una parte importante de la sociedad palestina que es homófoba? Sí, como la había en España hace 40 años. Hamás siempre fue muy represor con el colectivo LGTBI+. Pero eso ya lo sabemos. Lo que parece que no queremos entender es que, ahora mismo, las personas queer en Palestina tienen muchas más posibilidades de morir por un ataque israelí que por Hamás. En su empeño por venderle a Occidente el relato del salvador blanco, Israel pone en marcha su maquinaria de blanqueo de su propia lgtbifobia. No nos cuenta que el que fue viceministro de Educación, el ultraortodoxo Avi Maoz, y su partido, Noam, está a favor de las terapias de conversión. O que el ministro de finanzas, Bezalel Smotrich, llama al Pride de Tel Aviv, "la marcha de las bestias".

Allí nos contaron que había personas queer palestinas que escapaban de sus territorios buscando una vida mejor en Israel. Lo que no nos contaron es lo que hacen ellos con esas personas. Israel niega prácticamente la totalidad de solicitudes de asilo. Para ellos, son potenciales terroristas, no seres humanos buscando una nueva vida. A los que permiten entrar, les dan refugio temporal, de cuatro a seis meses, solo ampliable si ya tienen solicitud de asilo en un tercer país. Tras esos meses, los dejan en la calle, sin dinero, sin permiso de trabajo y sin seguro médico. Esas personas acaban en la prostitución y consumiendo drogas. Entonces, Israel los deporta de nuevo a su país y los chantajea. Los militares israelíes extorsionan a las personas queer palestinas con desvelar su orientación sexual a sus familias si no colaboran con Israel, facilitando información sobre manifestaciones, personas disidentes e incluso la identidad de los niños que lanzan piedras contra los vehículos militares israelíes. Imaginad el escenario: Israel añade a la persecución familiar e institucional, el colaboracionismo. Crea una asociación directa entre ser queer y ser colaboracionista. Eso es firmar una sentencia de muerte contra la población LGTBI+ palestina. ¿Eso es digno de un país que presume de ser el oásis LGTBI+ de Oriente Medio? Rotundamente, no.

Ahí sigue el Pride de Tel Aviv. Un evento ultra capitalista, despolitizado pero hiper militarizado. Una macrofiesta sin reivindicación, enfocada exclusivamente a hombres gais. Mientras algunos se están sacando los billetes para bailar sin camiseta en Tel Aviv, Murad avisa: "Si a Israel le sale bien lo que está haciendo en Gaza, el siguiente paso será Cisjordania. Las personas queer que conozco allí ya están intentando huir".

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