Otras miradas

China, entre Trump o Harris

Xulio Ríos

asesor emérito del Observatorio de la Política China

China, entre Trump o Harris
Kamala Harris, candidata demócrata a la presidencia de EEUU; Xi Jinping, presidente de China y Donald Trump, candidato republicano. -EP

Resuelto el drama Biden en favor de la candidata Kamala Harris, China da por descontado que Trump no lo tendrá tan fácil para consumar su victoria electoral, algo que se daba prácticamente por seguro tras el fallido atentado, ante un rival en horas muy bajas. Pero ¿quién le convendría más a sus intereses? De entrada, en Beijing se ha mirado para otro lado en la cuestión de la sucesión demócrata que, en su línea habitual, calificó de "asunto interno". Pero echa sus cuentas.

El primer efecto de la incertidumbre que rodea las elecciones estadounidenses de noviembre es un realce significativo de la diplomacia china. Hacia ella giran la cabeza muchos líderes internacionales que reconocen la capacidad estabilizadora de Beijing. Un indicio es la visita del ministro de exteriores ucraniano Dmytro Kuleva, la primera desde la invasión rusa. Claramente, Kiev quiere rebajar el tono con China y tender un puente para el caso de necesitar una opción B si Trump obtiene la presidencia y consuma sus anuncios de cambiar de estrategia. Kuleva se reunió durante tres horas en Guangzhou con su homólogo Wang Yi, para quien su presencia suponía un reconocimiento implícito de que la cumbre de Suiza no valió de mucho y que la visión china se va a tener en cuenta en un hipotético nuevo intento de lograr la paz. Las condiciones de China: participación igual de todas las partes, discusión de todos los planes de paz, etc. Wang ha despachado a su representante especial para asuntos euroasiáticos, Li Hui, en una nueva gira diplomática en torno a esta cuestión que lo llevará a Brasil, Sudáfrica e Indonesia, sumando apoyos para una mediación con el aval del Sur Global.

Hay un cambio de postura en Kiev que, en la práctica, desautoriza las graves críticas de la OTAN a China en su reciente cumbre de Washington  (y quizá, de paso, las críticas en la UE a la gira de V. Orban). Sabido es que no hay feeling alguno entre Trump y Zelenski desde que este se negó a investigar al hijo de Biden cuando ejercía de director de una compañía de gas natural ucraniana.

Y no es solo Ucrania. Es llamativa también la visita a Beijing de la ministra canadiense Mélanie Joly, tras siete años de sequía en las relaciones bilaterales, muy dañadas por el caso Meng Wanzhou, detenida bajo acusaciones de fraude en diciembre de 2018 a petición de Estados Unidos, nada más pisar tierra en Canadá. Así estuvo tres años. China siempre ha presentado el affaire como un arresto motivado políticamente con el propósito de quebrar a Huawei, donde Meng ejercía como directora financiera. Otro tanto podríamos decir de la visita de la presidenta italiana, Giorgia Meloni, que ansía controlar los hipotéticos daños de la retirada de Roma de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, una decisión debida a las presiones estadounidenses. Ese abandono pronto podría compensarse en cierta medida con el ingreso de Brasil en dicho proyecto.

Economía y diplomacia

Si Harris puede exhibir una alta dosis de continuidad con respecto a Biden en una trayectoria que ha sido ciertamente dura para Beijing en los ámbitos tecnológico y diplomático, con Trump tampoco lo tendría fácil. Aun así, probablemente le beneficiaría la opción republicana en las relaciones internacionales. En efecto, Trump se ha mostrado más beligerante en lo económico y esto puede acarrear serios problemas a China, dificultando su crecimiento y acentuando el desacoplamiento al aplicar aranceles desorbitados. Internamente, puede ocasionar descontento si afecta al empleo; externamente, puede menguar su ascenso económico.

Pero Trump podría actuar como diluyente de las alianzas de EEUU con la UE y los países asiáticos, deconstruyendo la tenaza estratégica que ha estado edificando Biden en estos años. Eso supondría un alivio no menor para Beijing aunque su segundo, Vance, la haya tildado como "la mayor amenaza" para EEUU y el balance estratégico del mandato 2016-2020 sea  agridulce.

También vería reforzada su percepción en el problema de Taiwán. Las declaraciones críticas de Trump a propósito de pasar por caja en la defensa de la isla o el futuro de su industria de chips, objeto de presiones en los últimos años que podrían aumentar, reafirman la advertencia continental a Taipei de que para EEUU no es más que una moneda de cambio. En suma, una diplomacia entendida como un juego de transacciones podría ser más manejable para China. No obstante, podría llevarse un chasco. Taiwán sigue siendo el talón de Aquiles de Beijing y el último recurso, quizá, para asegurar la prevalencia del "America First".

En Oriente Medio también las miradas se dirigen a Beijing. El acuerdo de reconciliación entre las facciones palestinas eleva la visibilidad internacional de China y es un paso más en su política para jugar un papel destacado en los equilibrios regionales consolidando la potencialidad de su mediación. El acuerdo contempla un escenario de gobierno interino para Gaza. China devuelve la iniciativa a los palestinos y se desmarca de la visión que puedan patrocinar EEUU, Israel y otros países, incluida la UE. A estos la iniciativa china los sitúa un poco a contrapie y plantea el problema de reconocer un gobierno palestino que incluya a Hamas. La iniciativa cabe enmarcarla en una prolongación de la mediación entre Teherán y Riad en marzo de 2023.

Mientras B. Netanyahu prodiga en EEUU sus alabanzas a la guerra, que con más o menos agrado secundan las potencias de Occidente, China pone sobre la mesa otras alternativas, en una dinámica que refuerza su  alineamiento con el Sur Global, un espacio geopolítico cada vez más lejos del alcance de Trump o Harris.

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