Son días difíciles, llenos de sufrimiento para muchas familias y también días  donde esperamos con muchas ganas a que sean las ocho de la tarde para aplaudir a todas las personas que están manteniendo la vida de múltiples formas. Al asomarnos a la ventana o salir al balcón, nos hemos encontrado a vecinos y vecinas aplaudiendo y disfrutando con canciones reivindicativas y alegres. Nos han regalado directos increíbles donde nos has han transmitido esperanza, alegría y sentimiento de comunidad.

Cada vez hay más personas que sufren de primera mano una precariedad que se ve agravada en estos momentos de crisis sanitaria. Hoy me gustaría escribir sobre quienes nos llenan de esperanza desde balcones y redes sociales y los que hacen posible que lo disfrutemos y necesitemos: los trabajadores y trabajadoras del sector cultural. Con el acceso a conciertos, pases de circo, clases de baile y cante, webs adaptadas para ver las obras de los museos, consultar bibliotecas y mucho más. La cultura hace que el confinamiento nos sea más dinámico, más entretenido y más accesible.

Es en estos momentos cuando se valora lo que creemos que es más necesario. Cuando sentimos inseguridad e inestabilidad, la cultura nos da esperanza, ilusión y cohesión. Por eso creemos que la cultura debe ser un pilar básico en nuestro estado del bienestar. Y para ello es necesario hacer políticas públicas que garanticen el acceso a la cultura, fomentando la igualdad y la formación. También debemos garantizar que los y las trabajadoras puedan tener unas condiciones dignas para poder seguir desempeñando su trabajo y llenar nuestros hogares, escuelas, teatros, cines, salas, calles y festivales de ilusión.

El sector cultural ha sufrido recortes desde hace años. Sus recursos han ido menguando cada vez más y, con ello, se ha precarizado todo el sector. Es el momento de hacer frente a la situación. Con el Estado de Alarma es más visible la necesidad de intercomunicarnos y se ha demostrado que la cultura es imprescindible para una sociedad más inclusiva y solidaria.

Hablemos de las consecuencias de la intermitencia, que viven de primera mano muchas personas del sector y que merman los derechos del sector; también del Estatuto del Artista y de los y las trabajadoras de la Cultura, que lleva paralizado mucho tiempo y es vital que sea trabajado con el propio sector; y de unos presupuestos capaces de colocar a la cultura en el centro de las políticas públicas.

Es imprescindible que protejamos al sector cultural, pues son quienes hacen posible que podamos disfrutarla y practicarla en nuestro día a día. Debemos ser conscientes de que detrás de cada letra, sonido, movimiento, guion, vídeo, libro, poesía o escenario hay un trabajo arduo e invisible detrás. Un trabajo que ahora entendemos como imprescindible pero que se está llevando a cabo de forma precaria y que realizan personas que viven de ello y necesitan tener sus necesidades básicas cubiertas, cosa que actualmente no está siendo así, pues se genera de forma gratuita y desinteresada para hacer que este confinamiento nos sea más llevadero.

En Catalunya llevamos tiempo batallando para que se le dedique a la cultura el presupuesto que merece. El tejido asociativo, artístico y cultural lleva reclamando un mínimo del 2% del gasto presupuestario que disminuya la brecha cultural con los países europeos más avanzados. Sería injusto que, en estos tiempos de emergencia, nos sigamos olvidando de toda esa gente que nos hace soñar, reír y emocionarnos con algo tan importante como es nuestra riqueza cultural.

Repensemos el modelo cultural, dignifiquemos su trabajo y cuidemos a quienes nos cuidan. La salida del confinamiento debe ir acompañada de tiempo para leer, ir al teatro, bailar, escuchar música, ver cine, ir a museos y apoyar a todas aquellas formas artísticas que nos ayudan a ser más felices.