El segundo mensaje que me envió Antón Gómez Reino tras los duros resultados del 28M fue una canción: L’infinito de Francesco de Gregori. El primero había sido, el día anterior, para preguntarme cómo estaba. Si tuviera que definir con alguna palabra a Antón, a Tone, diría que Antón es cortés, principalmente por este tipo de gestos, aunque puede que eso de ser cortés ya no se estile. Es como aquel huésped que siempre se hace acompañar de unas flores o una botella de vino cuando va de visita a casa ajena. En mi caso, son estas canciones en italiano, algunos versos de Pasolini o Roque Dalton, últimamente algo de Mario Obrero.
Quizás esa cortesía contribuya a crear una cierta distancia, al establecer una especie de metalenguaje —un código de versos y canciones en mi caso— en el trato. También el hecho de que Antón es una rara avis en política —donde, según mi experiencia, una mayoría parece tener demasiadas prisas por abrirse paso—, al que le tocó estar en primera línea cuando tengo la impresión de que se siente más cómodo creando, armando, construyendo, tejiendo. Antón no adolece de esa propensión tan masculina a ocupar demasiado espacio, a no ser que el proyecto lo exija, en ese caso si hay que liderar lo hace, pero acompañando y acompañado. Dialogante y observador, diría que concibe el acierto como el hecho de desempeñar el papel que le corresponde a cada momento. Y, a pesar de dejar perplejos a muchos, a esto responden sus decisiones del último año.
Es posible que, por todo esto, sea pertinente exponer parte de su genealogía política y activista, la que he ido captando en retazos de conversaciones, intervenciones desde la tribuna o tuits. Porque lo político y lo humano están ensamblados de tal modo que lo humano no se puede eludir del relato político. Porque comprendiendo a las personas que lo protagonizaron, quizás, nos resulte más fácil extraer conclusiones, aprendizajes de este ciclo que se cierra abriendo, al tiempo, uno nuevo.
Seguramente, tenga mucho que ver lo humano con que la trayectoria política de Antón esté marcada por su participación activa en la construcción de, como le gusta decir, "comunidades políticas". Probablemente, este sea el concepto fundamental sobre el que giran sus reflexiones en voz alta. Así, Antón fue una de las personas fundadoras de Atreu!, centro social y activista que operó en A Coruña entre 2006 y 2012. También estuvo entre los firmantes del manifiesto Mover Ficha, germen de Podemos y participó en la creación de la Marea Atlántica, estandarte del municipalismo en Galicia. "Mai interrompere il flusso creativo" (Nunca interrumpir el flujo creativo), dice en su perfil de Whatsapp. Frase, según parece, del movimiento autónomo del 77 italiano.
Diputado en el Congreso, primero por En Marea y luego por Galicia en Común, formó un tándem inseparable con Yolanda Díaz durante el tiempo en el que ambos fueron diputados por Galicia. Ya como presidente de la Comisión de Trabajo, acompañó, así como diseñó y operó, el ensamblaje en el Congreso de todas las transformaciones legislativas promovidas por el ministerio dirigido por su amiga, ahora Vicepresidenta Segunda. Fue Secretario General de Podemos Galicia en un periodo que sirvió para dejar de lado las disputas internas, implantando las bases para crear una organización más madura y asumiendo la responsabilidad de avanzar en la construcción territorial. También encabezó la candidatura a la Xunta del espacio rupturista en Galicia en un momento de contracción del ciclo político, con el resultado que ya conocemos.
En mi opinión, una de sus decisiones más acertadas, y de mayor coste personal, fue la de continuar al frente de Podemos Galicia tras el fracaso —diría inevitable, tras cuatro años de conflictos en el Parlamento de Galicia— de aquellas elecciones autonómicas.
Creo que organizaciones como Podemos, con pocos años de vida y que adolecen de debilidad organizativa, no responden a las claves que rigen otros partidos ya consolidados. Cambiar las caras tras un mal resultado electoral no siempre es la solución—véase el caso de Ciudadanos y la dimisión de Albert Rivera— y sí opera como excusa para no profundizar en las causas del mal resultado. A mi modo de ver, responde también a una concepción patriarcal e individualista de la política, una suerte de muerte por combate que obvia el carácter colectivo del proyecto. Para Antón hubiese sido más cómodo renunciar a dirigir Podemos Galicia, sin embargo, aquella decisión incomprendida y criticada dotó a la organización de continuidad y permitió afrontar el reciente proceso de renovación, tras un primer paso al lado, para que Borja San Ramón optara a ese cargo en las primarias.
Si algo he aprendido en estos años de militancia y trabajo municipal es a preocuparme de lo próximo, a no pasar por alto lo que acontece a mi alrededor. Sin embargo, sin descuidar lo próximo, Antón y su mirada amplia -y diría apasionada- del mundo, su internacionalismo - algo que permea de manera obvia su vida personal- suponen un contrapunto que me recuerda que nuestro próximo tiene su correspondencia en el próximo de alguien a miles de kilómetros, cuyo nexo es un sistema que nos expone a la vulnerabilidad. Algo que tampoco debemos pasar por alto. Su compromiso con los derechos humanos, su denuncia continuada de la situación en Palestina, en Chiapas o en el Kurdistán, su labor en misiones de derechos humanos y en observaciones electorales en el plano internacional o en la comisión de exteriores del Congreso, su constante mirar al Cáucaso, a Oriente Medio, a Asia Central, a América Latina —de Argentina a El Salvador, obsesionado hoy por lo perverso del gobierno Bukele—, a los Balcanes y a Europa —a esa Europa que, como apunta, es mucho más que la Unión Europea— todo combinado con su marcado perfil europeísta, definirán, pienso, el papel que juegue en el futuro.
Creo que el paso al lado anunciado durante estps días ya se esbozaba cuando Antón renunció a repetir al frente de Podemos Galicia. De manera tranquila, natural, asume que el momento es otro y que en la Galicia del Congreso este nuevo ciclo debe acompañarse también de nuevas caras.
En tiempos en que los proyectos se levantan a golpe de liderazgos, es importante que existan políticos a disposición de estos: liderazgos que no solo desean liderar. Y que entre la urgencia que domina los periodos electorales, haya gente que se salga del carril corto y que como Antón conviertan en máxima lo que nos viene aconsejando otra canción: Lavorare con lentezza.
Comentarios
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