Otras miradas

Aquí y ahora

Marina Merino

Analista política en Canal Red, graduada en filosofía e ilustradora

Aquí y ahora
Retrato del Artista (Piscina con dos figuras)" de David Hockney (1971)

Empieza septiembre y vuelven las listas de cosas pendientes, la rutina para ser una persona nueva, las altas en el gimnasio, los planes para convertirte en la mejor versión de ti mismo. Hay quien llegue a pensar que ha desperdiciado el verano porque solo ha descansado y no ha sacado nada de provecho. Parece que se reinicia el contador y toca ponerse las pilas para sentir que se está a la altura, porque claro, ahora mismo no se está: tras las vacaciones no hemos entrenado, leído, limpiado, nutrido, controlado, trabajado y no andábamos haciendo todas esas cosas que consideramos imprescindibles para ser una persona decente. Es hora de remendar todos los descosidos para buscar la ocasión idónea, y una vez ahí, podrá vivirse la vida. Porque aún estoy incompleta, tengo que practicar, mejorar, igualar y superar a los de alrededor que me llevan tanta ventaja. Ya cuando todo esté en orden y tenga todas las herramientas necesarias seré capaz de hacer esos proyectos que siempre he soñado y disfrutar lo que merezco, ¿verdad?

No. Absolutamente claro que no. La vida no es eso. Me invade una profunda tristeza cuando pienso en la cantidad de personas que no acabamos creando nada de lo que queremos, envejeciendo con el peso de nuestras ideas sin consumar, porque pensamos que nunca es el momento perfecto. "Cuando pierda 5kg, entonces...", "cuando termine de formarme, entonces...", "cuando le pille en un buen momento, entonces...", "cuando ahorre suficiente, entonces...", "ya no estoy para estos trotes", "debería haber aprovechado la oportunidad cuando pude", "ahora hay mucha gente haciéndolo". Cuántas personas viven encerradas en su propio deseo sin cumplir, mediadas ahora más que nunca por el consumo y la producción, sin existir una línea clara que separe su identidad y las distintas formas en las que son engranajes en este sistema. Cómo no va a sentirse un vértigo inmovilizante si el que desea crear ve lo que han hecho del arte.

Recuerdo cuando una vez, de preadolescente, estaba ensayando con mi guitarra y vi un video de un niño de cuatro años tocando el piano de forma sobrehumana. Aún vuelvo a sentir esa primera sensación de frustración por pensar que siempre habría alguien mejor que yo haciendo lo mismo que yo quería desde mucho antes. Sé que a diario a miles de personas nos inunda el sentimiento de autoexigencia, perfeccionismo y envidia por no estar siendo todo lo que queremos ser y compararnos -normalmente, de forma injusta y sesgada- con los demás. Pero vaya, sin edulcorar, hay que decirlo: siempre habrá "un niño de cuatro años tocando el piano mejor que yo" en cada campo que ocupemos.

Sin embargo, esto no tiene por qué hacernos tirar la toalla, nuestra motivación puede retomarse al dejar de concebirnos desde el ego: pensar que somos un individuo único e irrepetible que debe haber sido escogido por una divinidad para hacer un gran acto que deje a todos boquiabiertos y sea completamente inalcanzable es, como poco, bastante irrealista. Ojo, este es un leitmotiv recurrente en la música actual, de hecho diría que gran parte del panorama urbano hoy parece una competición de medirse las pollas, hay géneros que giran en torno a crecerse y fardar de uno mismo. Ah no, pero soy la primera que canta esas barras en la ducha, claro, ¡no demando que cada cantante en mi playlist sea un teórico crítico! Ahora bien, no me extraña que los oyentes nos sintamos mierdones si nos comparamos con ellos. Cómo no, ellos pueden decir que son la pera, si ya lo han conseguido todo. Yo tendré que conformarme con aclararme el acondicionador entonando una nota medio decente. Pero dejadme decir que no es la única forma de existir como creador. De hecho, pretendo defender que no es la mejor.

En ocasiones hay artistas que, a través de su obra o en ejercicios de transparencia en su proceso creativo y comunicación activa, consiguen que sus espectadores deseen hacer algo también, a diferencia de anular la creatividad del resto soltando frases sobre ser el elegido inalcanzable y manteniendo "todo lowkey", en secreto, para que nadie les copie ni les robe su dote. En mi opinión un indicador de a quién me gusta admirar es un creador que, aparte de hacerme disfrutar o que me transmita un mensaje, me sostenga y haga sentir que yo también soy capaz de sacar lo mejor de mis ideas, aportando para que el mundo sea más bello. 

No tiremos la toalla tan pronto, aún se puede plantear la creación de distintas formas. Una producción puede tomar un aspecto común y no umbilical. Todavía hay quien anima a otros para que lo intenten en esto y defienden la idea y la práctica política que permite que todos tengan la oportunidad de hacerlo con los mismos recursos. Si ya es duro que la desigualdad material deje cadáveres de creadores que necesitan, o dejar de producir para ganarse el pan, o vender su producción para mantenerse (mientras hijos-de pueden dedicarse plenamente a lo que aspiran con los mejores equipos), espero que al menos las producciones que consigamos sacar adelante recuerden a los demás que hoy siempre es un buen día para empezar su propio camino.

Otro inconveniente, el cómo. Tratar de traducir un sentimiento, esperando que sea perfectamente puesto en el lenguaje -y ya de paso, para algunos, que sea lo más mercantilizable-. Pero resulta que la mayoría de proyectos no son capaces de expresar y representar de forma completa lo que supone nuestra propia experiencia. No hay más palabras en el diccionario. Ni sonidos suficientes. No existen plataformas que soporten la variedad de este quehacer. Lo suyo es que no esperásemos toda nuestra vida para tener el verbo perfecto, el foco apuntándonos, el movimiento exacto. En realidad, lo importante y que aporta para nuestra autorrealización personal a la hora de plasmar ideas no viene tanto de haber finalizado un buen producto, sino de verse a uno mismo con el ánimo y la capacidad de haberlo intentado. No es la perfección, es la exposición lo que te da la confianza para conseguirlo.

Además, ¿qué sentido tiene buscar cómo expresar algo si no se puede compartir? Uno ya siente de sobra lo que ha vivido, ¿para qué lo haríamos en primer lugar, si no es para un otro que nos mira y nos acompaña? Esto no refiere solo a un público, también en privado podemos dirigirnos a un yo futuro, que acabará siendo un otro (y para el que también seremos un extraño). 

En definitiva, quien crea también desea comunicar, sea a uno o al resto, y una vez lo hace, adquiere sentidos que completan y dotan de mayor riqueza a esa idea inicial. Como dice Manuel Machado, "hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son, y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe el autor."

Sería ingenuo pensar que se crea sin estar atravesado por unas condiciones que nos limitan y determinan (económicas, sociales, culturales, sexuales, materiales, lingüísticas...). Aun así, no es que insista en que llevar a cabo proyectos siga siendo una opción viable, es que no concibo que quepa otra posibilidad para mantenernos activos y felices. 

Hacer cosas, independientemente de si quedan o no perfectas, es lo que nos mantiene vivos a nosotros y al encanto de quien nos rodea, lo que nos hace mejores (de hecho, aseguro que mucho mejores que el ideal que nos frena antes de intentarlo). No quiero pudrirme en mi lecho de muerte lamentándome por todo lo que podría haber realizado ahora y me habría hecho tan feliz. Tampoco quiero que nadie lo sienta, y menos porque no tenga los medios o el tiempo o el dinero o la motivación para hacerlo. Si tu propio destino no te es suficiente, al menos hazlo por los demás: si tú lo haces, otro podrá hacer lo suyo tomando tu ejemplo, u otro podrá hacerlo contigo, e incluso otro podrá cambiarlo a partir de lo que tú hiciste. Especialmente me dirijo a todas las que fuimos y somos vetadas del proceso creativo: no dejéis de ocupar espacios, aceptar puestos, proponer cambios. Sabéis lo mucho que importa tener referentes.

En fin, a ti, querida persona que me lee y puede que piense en sacar algo adelante, te digo: las preguntas no deben ser "¿es útil?", "¿gustará?", "¿venderá?", "¿es bueno?", "¿es suficiente?", "¿llega a expresar lo máximo?". En cambio pensaría "¿hace vibrar algo dentro de mí?", "¿es relevante para mí o para alguien que me importa?", "¿siento que en este momento quiero hacerlo?". Si tan solo responde afirmativamente a, como mínimo, una de estas últimas preguntas, la respuesta es: hazlo. Este es el mejor momento. Todo lo demás queda en el aire. ¡Vamos, salta a la piscina! Tú, así, aquí y ahora, hazlo.

Más Noticias