Otras miradas

No son cuatro, son 178

María José Landaburu

Doctora en Derecho

El presidente del Gobierno de España en funciones, Pedro Sánchez, aplaude tras la Sesión Constitutiva de la XV Legislatura en el Congreso de los Diputados, a 17 de agosto de 2023, en Madrid (España). Alberto Ortega / Europa Press
El presidente del Gobierno de España en funciones, Pedro Sánchez, aplaude tras la Sesión Constitutiva de la XV Legislatura en el Congreso de los Diputados, a 17 de agosto de 2023, en Madrid (España). Alberto Ortega / Europa Press

A veces la propiedad conmutativa no opera. Sé que es muy arriesgado por mi parte impugnar una de las leyes básicas de la matemática sin tener yo al respecto más que muy básicos conocimientos. Sin embargo, me veo en la obligación ciudadana de poner a disposición del señor Feijóo esta sencilla información que creo puede hacerle la semana más tranquila, más digerible.

Desarrollando esta sencilla idea, creo que es solidario y humano explicar que el problema de aritmética parlamentaria que separa al candidato a la investidura del acto mismo de investidura no son los cuatro votos que repite permanentemente, y que se le deben figurar como un último paso para rozar entre sus dedos el camino a la Moncloa, no. El problema para alcanzar lo soñado son los 178 votos que se oponen radicalmente, muchos dependientes de grupos que ni siquiera han querido escuchar una propuesta de Gobierno, que por cierto tampoco se ha molestado en desgranar en el obligado acto parlamentario de la investidura.

Una, uno, podría razonablemente preguntarse qué ha llevado a esos y esas 178 personas a proclamar con rotunda inmovilidad que no van a votar de ninguna manera el proceso de investidura. Parece difícil unir a, incluso, rivales pertinaces y férreos que compiten directamente por el mismo espacio, sin embargo, se entiende perfectamente si repasamos la historia reciente del PP de Feijóo. Sí, ni el de Rajoy, ni el de Casado, el suyo propio, al que se unen las Ayusos y los Bonillas que han aceptado con fe de converso las políticas extremistas, excluyentes y ultras de su único socio Vox. Pero, también, todos los demás barones y baronesas que han ingerido, una a una, las propuestas de esa derecha extrema, que les han incluido en su Gobierno, y que impugnan con frecuencia (ellos sí) el sistema constitucional y los principios y valores que contiene.

El problema es por tanto de difícil solución, y ni siquiera las matemáticas y sus reglas clásicas pueden apoyar al candidato. La cuestión viene de lejos y avalada por la tozudez de los actos propios y de los hechos colectivos, que han dejado la violencia de género sin presupuesto para ser combativa y sin visibilidad en las instituciones; que eliminan el papel imprescindible de las organizaciones sindicales; que derogan la memoria histórica, que imponen el pin parental, que privatizan la sanidad de todos. La cuestión se hace imposible cuando llevan años enfrentándose a los diferentes, ya sean independentistas, feministas, plurilingües, inmigrantes, o peor, menores no acompañados.


Cosas más raras se han visto en este país, cierto es, y ello nos lleva al recuerdo de la corrupción en forma de trasfuguismo que cambio la historia de la Comunidad de Madrid, o que puso en jaque la reforma laboral que tanto bien ha hecho a quienes más lo precisan. Quiero pensar que la ceguera del candidato, o su intención de supervivencia no le va a llevar a intentar o a promover un fraude de este tipo que pondría en jaque las propias estructuras democráticas.

Solo tenía una bala el Sr. Feijóo, y no era otra que separarse de sus socios ultras, proclamar su propia independencia al secuestro al que le han sometido las decisiones previas y poner sobre la mesa una estrategia de cambio con respecto a sí mismo, una autoemmienda o autocensura. Solo podía rectificar y tender la mano al entendimiento y al acuerdo con los hasta ahora denostados. Un paso hacia la moderación al cumplimiento constitucional y a la integración de los diferentes.

No ha sido así. Está pues el candidato repasando las tablas y exigiendo que se cumplan, que da lo mismo que te falten cuatro votos, que haya 178 votos decididamente enfrente, sin saber, aún, que la propiedad conmutativa en democracia no existe, especialmente cuando se impugna la propia democracia con un ímpetu digno de mejor causa.

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