Carta con respuesta

La caja tonta

Un año más la Asociación de Telespectadores invita a la campaña ‘Un día 10 sin ver la televisión’. Consiste en proponer no encender esa ‘caja tonta’ llena de toda clase de morbo, insultos, series violentas y eróticas, testimonios de gente aireando sus intimidades o las de los demás. Ya no nos acordamos de lo emocionante que era relatar un cuento a un niño, enseñarlo a hablar, jugar con él. Hoy le enchufamos la tele y a descansar. Luego, cuando sea mayor, diremos: a este hijo mío ¡es que no lo entiendo! Así, que ya saben el sábado día 10 tenemos la ocasión de probar qué tal nos va sin enchufar la tele. De paso nos podemos ir a pasear, hacer deporte, leer tranquilamente y tal vez podamos ser capaces de descubrir lo bien que se pasa dialogando en familia. Una costumbre que hemos olvidado por culpa de la caja tonta.

CARMEN RAMÍREZ VÉLEZ MÁLAGA

Pues yo ayer sí puse la tele para ver dibujos animados con mi hija. No me resigno al pensamiento digital, binario, o hay impulso o no lo hay, o una cosa es buena o es mala. La tele es mala; la lectura, buena. Leer no es ni bueno ni malo: depende. Puede hacer mucho daño, si el lector se enfrasca y se queda embotellado en Mein Kampf, por ejemplo. Leer sin parar novelas de templarios y conspiraciones dudo mucho que sea más interesante que ver por la tele partidos de fútbol. El ejército nazi estaba repleto de oficiales que, tras su jornada en los crematorios, se embelesaban escuchando a Mozart o recitando a Goethe.

En casa de mis padres poníamos la tele para dialogar en familia, como usted dice. Veíamos juntos series o películas que nos daban asuntos de conversación, comentábamos los telediarios y consultábamos la enciclopedia para discutir con más rigor de lo que veíamos por la tele. Yo lo he pasado muy bien viendo la tele con mi familia y afirmo que esas sesiones de charla con la tele puesta forman parte del núcleo de mi educación sentimental, política e intelectual. Como dirían los curas: la tele es como el bikini, que no es ni bueno ni malo, depende de la intención con la que una se lo ponga.

No se trata de no encender la tele, sino de aprender a apagarla. Basta con adquirir cierta habilidad para seleccionar y apagar la tele cuando deja de interesarnos. El problema es el que tienen algunas personas que no ven nada en la tele, sino que sólo ven la tele, es decir, pongan lo que pongan. Eso es tan embrutecedor como leer indiscriminadamente, cualquier cosa, desde el prospecto de un analgésico hasta las poesías de Pemán, pasando por Ruiz Zafón. El problema es creer que la lectura es positiva, sea de César Vallejo o César Vidal; y la tele, malísima, aunque pongan una peli de Buñuel o el grandioso y descacharrante Benny Hill.

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