Carta con respuesta

Musarañas en la red

Internet, a través de sus redes sociales, quita tiempo de estudio a uno de cada cinco chiquillos en período colegial, a juzgar por la investigación Civértice. En el sondeo se interrogó a chavales de entre 10 y 18 años cuál era su rumbo a continuación del refrigerio nocturno y el 76% confirmó que el empleo de las nuevas tecnologías. Las criaturas han guardado un tiempo para destinarlo a las redes sociales forjadas en el ámbito virtual. Según la educadora de la Universidad de Navarra, Rosario Sbada: "Las redes sociales fomentan la creatividad y la gratificación instantánea en detrimento del esfuerzo y la reflexión".

CLEMENTE FERRER ROSSELL MADRID

A mí me parece estupendo que los chavales pierdan el tiempo. Nosotros nos pasábamos la tarde tumbados a la bartola, comiendo pipas y leyendo a Los Cinco, a Salgari o a Sven Hassel: libros que sólo promueven "la gratificación instantánea en detrimento del esfuerzo y la reflexión", como debe ser. Menos mal que entonces no se hacían estudios y nos dejaban jugar en paz a auténticas idioteces. La más insensata que recuerdo era el "sendo" que inventamos López y yo. Se trataba de empezar en una situación cualquiera: "Estábamos en un acantilado", decía uno, por ejemplo. "Y sendas ramas nos golpeaban la cabeza", seguía el otro. A partir de ahí, había que inventar cualquier cosa que permitiera utilizar sendos o sendas (este adjetivo nos fascinaba hasta la demencia). Podía durar horas, pero el final era siempre el mismo, que recitábamos a coro: "... y yacíamos en sendas tumbas y sendas lápidas caían sobre nosotros".

Me alegro mucho de haber robado tanto tiempo al estudio. Con mi hija, acabo de comprobar que no recuerdo nada de lo que estudié: ¡ni siquiera las tablas de multiplicar! En cambio, jugar a egiptólogos, cambiar cromos o leer a Pearl S. Buck ha sido lo más útil que he hecho en mi vida. Entre otras cosas, me ha servido para ganar dinero: sin las merendolas de Los Cinco con pastel de carne y cerveza de jengibre, yo jamás habría escrito una línea.

Con todo, no pretendo justificar por razones utilitarias esa necesidad biológica, metafísica y hasta teológica de perder el tiempo. Las horas derrochadas son lo que de verdad nos hace lo que somos. Estaría bien que estudiaran más, claro, si sólo quisiéramos convertirlos en empleados eficaces. Como queremos que sean personas (buenas, a ser posible), necesitan pasar muchas tardes contemplando las musarañas de Internet.

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