Carta con respuesta

Un hombre en la calle

Ayer volvió a derramarse sangre por la barbarie terrorista que sufre España desde mucho antes de yo nacer. Estos degenerados han desacreditado nuestro Estado Social de Derecho y han perturbado la vida de dos muchachos. Este hecho, aparte de que su magnitud es tal que sobre los terroristas tiene que caer todo el peso de la ley, ha sido una buena oportunidad para que Zapatero pierda los papeles y diga con rabia que son unos cabrones.

ADRIÁN DE LA ROSA PÉREZ UTRERA (SEVILLA)

Entiendo y comparto la rabia, Adrián. Me parece bien llamarles degenerados, cabrones, etc. Por desgracia, no sé si sólo la rabia y el vituperio son suficientes, por muy sentida y muy encarnizado que sean una y otro. Quizá sea necesario también reflexionar para poder actuar. Por eso acabo de volver a leer un artículo de Francisco Tomás y Valiente sobre el terrorismo. Su pensamiento es nítido, firme, convincente. Identifica tres tentaciones en las que no podemos caer. Una: la pérdida de legitimidad, utilizar el poder "para, luchando contra los terroristas, emplear sus mismos métodos, sus crímenes". Dos: "la fragmentación interna de las fuerzas políticas demócratas en su necesario frente común, desde el Estado, contra los criminales del terror". Y tres: el abandono de la calle, "la tolerancia mal entendida" que favorece la violencia, la intimidación, la pérdida de la paz. "Si se pierde la calle, se pierde todo", afirma.

Tiene razón. Es imperativo responder al terrorismo, pero sin caer en ninguna de esas tres tentaciones. Hay que responder con la legitimidad del Estado, dentro de sus límites, es decir: con la ley. Hay que responder con la acción política, y la respuesta no puede ser otra que la unidad. Por desgracia, en los últimos tiempos hay políticos que ceden sin parar a esta tentación. Y hay que actuar en la calle, en el espacio público, de forma visible y constante, y sin tolerancia ni temor. Legalidad, unidad política y compromiso ciudadano. Me parece que es el único plan de acción efectivo. El artículo termina así: "hay tentaciones inventadas para caer en ellas, lo cual puede ser cierto respecto a las de la carne, pero no a propósito de las aquí comentadas. En ellas nos va la vida, la del Estado que necesitamos y la nuestra individual, porque cada vez que matan a un hombre en la calle (y esto no es una metáfora, como diría el cartero de Neruda) nos matan un poco a cada uno de nosotros".

Francisco Tomás y Valiente envió este artículo a El País el lunes 12 de febrero de 1996.
El miércoles le asesinaron en su despacho de la universidad. El artículo se publicó el jueves, junto con la noticia de su asesinato a tiros. Creo que vale la pena volver a leerlo: no ha perdido ninguna actualidad. Por desgracia.

Más Noticias