Pato confinado

Muk-bang: la extraña moda de los atracones de comida en directo

Muck-bang
El muk-bang consiste en comer solo a través de streaming. Foto: 지식테이너김승훈/ Wikimedia Commons/ CC BY 3.0

Atracones de comida, neuronas espejo, y soledad... Lo llaman muk-bang y suena a disciplina pornográfica, y en el fondo no está tan lejos de eso. Se trata de 'comida en vivo o directo'. De streamers y youtubers que se exponen frente a la cámara solo para devorar festines. Miles de personas los observan mientras sorben los fideos, solos en sus casas, mirando a la cámara, muchas veces sin decir palabra: en el audio nada más que el churrurpututchuppp... del líquido del ramen colándose por labios y gargantas.

El espectáculo no consiste en otra cosa que comer enormes platos de comida en directo, por streaming. Y es como un cuadro vivo visto desde el otro lado de la pantalla. Un cuadro donde el protagonista come sin parar (muchas veces comida basura), todo un canto digital al exceso, como Petrarca ungido en mantequilla hidrogenada. Algo así. Y se trata de caer rendido por ese ruido que hacen estos streamers mientras degluten; los ingleses lo llaman el 'efecto crunch' (crujido), el sonido de los alimentos cuando son masticados... y parece ser que nos encanta.

Así es el muk-bang, una moda digital, una nueva forma de 'entretenimiento', una ventana al psicoanálisis, y hasta una suerte de suicidio en directo, vistos los excesos y transformaciones corporales de algunos de estos streamers o Bj (Broadcast Jockey) de la 'comida en vivo'.

Comunidades on line que ven a otras personas comer solos. Influencers del atracón, muchas de las veces jóvenes asiáticas muy delgadas, sorprendentemente, preparando y comiendo jugosas cantidades de fideos fritos, servidas en unas fuentes de boda que podrían surtir a un regimiento de vikingos. Comen sin parar en ese bodegón del exceso, y lo hacen durante un cuarto de hora, veinte minutos o más, sin cortes...

Ni el mayor genio del marketing habría podido prever el éxito de estos vídeos. No parece sencillo determinar por qué a tanta gente le gusta verlo. Algunos de los BJ más famosos del muk-bang tienen millones de seguidores.

Los directos más extremos recuerdan a una película distópica (no sé si el lector habrá visto La gran comilona, el desasosegante film de Marco Ferreri): gente comiendo hasta reventar por un puñado de likes.

Se llama ASMR y derrite tu cerebro

En su forma más benigna o naif, o menos extrema, esta moda se encuentra dentro de ese fenómeno del YouTube o Tik Tok que llaman ASMR (acrónimo de Autonomous Sensory Meridian Response), y que consiste en vídeos que buscan con la imagen, y especialmente el sonido, estimular experiencias psicológicas y físicas directas, sensoriales, automáticas (con sonidos envolventes o acciones que nos provoquen hormigueos, escalofríos, relajación, y hasta –eso dicen- orgasmos de baja intensidad).

Gente raspando sus uñas en terciopelo, que hace explotar las burbujitas de plástico del embalaje, o que chascan sus labios con extrema sensualidad frente a un micrófono de alta definición. Teóricamente, estos sonidos estimulan nuestro cableado más profundo y nos producen mucho gustito.

Y en este universo de la lobotomía sensorial está enmarcado el muk-bang, pero con personalidad y excesos propios; busca estimularnos, hacernos sentir placer (teóricamente), al ver gente comiendo sola frente a la cámara. Y teniendo en cuenta la cantidad de visitas que acumulan estos vídeos, parece claro que alguna cosa – quién sabrá si es placer- provoca en la audiencia.

Esta moda, como tantas otras rarezas mediáticas, proviene de Asia, concretamente de Corea. 'Muk' en coreano significa 'comer' y 'bang son' (broadcast o transmisión). Los filósofos y sociólogos tienen una explicación: dicen que esto se debe a la soledad y a los cambios que se han producido en países como Corea, que han pasado en una o dos generaciones de ser comunitarios y modestos a ultracapitalistas e individualistas, donde se ha migrado de comer en familia, con la abuela y los críos, a la soledad del pisito de soltero y una vida con más estrés. Se calcula que en Corea 5,6 millones de personas viven solas, según los datos de su centro nacional de estadística.

Esta es la explicación que se ha dado para este fenómeno que surgió primero en la plataforma coreana AfreecaTV y que se ha ido expandiendo a través de otros soportes tecnológicos por los cinco continentes (YouTube, Tik Tok, Instagram...). Y una vez que llegó a los Estados Unidos de las cocacolas XXL... pueden imaginar el espectáculo.

Un bodegón extraño donde tenemos a gente que come sin sentido aparente (con prevalencia de los fritos, y marcas de comida basura que aparecen veladas o no tanto), y también auténticos voyeristas de la comida basura, mirones de galletitas y de la hamburguesa chorreante, es el placer de observar un acto en teoría íntimo, algo que no puedes hacer en un restaurante sin riesgo de que te partan la cara.

Es la cosa de las neuronas espejo: nos proyectamos en los otros y satisfacemos así necesidades primarias, acaso inconscientes, con el hecho de observarlos. Es comer solo mientras otros comen solos. Es también la tontería de los retos que tanto marketing tienen en las redes: hacer lo imposible aunque se te reviente una arteria. Es el dinero que se gana haciendo esto.

Sinceramente, parece que los sociólogos se quedan cortos con su explicación de la soledad, seguro que hay algo más... pero cuál sería el concepto entonces, ¿algo metafórico? ¿algo sintomático? ¿un bufet nihilista? ¿una broma extraña?

Tampoco vamos a ponernos profundos con lo vemos en el YouTube, que es la nueva telerrealidad (esperemos que la mayoría de estos Bj se pongan a dieta y hagan ejercicio tras cada vídeo). Pero la historia de uno de estos personajes, cuyo apodo responde a Nikocado Avocado, no sabemos si es paradigmática, pero sí parece salida de un cuento de terror gastronómico...

Un cuento de terror gastronómico

Su verdadero nombre es Nicholas Perry y, como en una profecía, nació en Jersón (Ucrania), hoy frente de guerra, donde los pueblos se desangran y se pasa hambre. Se crió en los Estados Unidos siendo adoptado, y desde niño empezó a mostrar signos de estrés mental, según publican distintos medios.

Arrancó su carrera mediática con vídeos veganos en el YouTube, pero, por extraño que parezca, el muk-bang llegó a su vida. Dejó atrás el veganismo (tachó de 'desequilibrados' a sus antiguos fans vegetarianos) y empezó a comer hamburguesas de un tamaño digno de la mesa de Odín. Todo frente a las cámaras y compulsivamente.

La audiencia respondió al nuevo circo. La audiencia siempre es en el fondo algo culpable. Vídeo tras vídeo, su cuerpo inició la metamorfosis. El joven delgado y espigado se fue convirtiendo en otra cosa: engordó 100 kilos delante de las cámaras a base de empanadas, pollo frito, pizzas... un reto contra el abismo.

Apostó por la telerrealidad, el drama, la pornografía emocional al estilo de Telecinco, y también por los beneficios que esto le trae a través de la publicidad. Es imposible saber donde acaba el personaje y donde empieza el delirio. Pero se muestra como el paradigma de una persona que sufre un trastorno de la alimentación (un mal grave que destruye vidas): atracones, lloros frente a la cámara, depresión, subidones de azúcar, y vídeos en los que aparece hasta con oxígeno...

Su espectáculo pornoemocional engancha a millones de personas. Es el muk-bang al filo de lo imposible, con empanadillas del tamaño del Everest. No sabemos cómo terminará esta tragicomedia guionizada. Él mismo dice que ya no puede tener una erección; aparece comprando en el supermercado con una silla eléctrica para discapacitados. Veremos si podrá seguir escalando montañas de cheetos, con las manos manchadas de un rojo nada propicio...

Los sociólogos se quedan cortos... Tiene que haber una palabra, un concepto, algo que lo explique con mayor exactitud...

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