Rosas y espinas

Follarse a un niño o robarle

marianoRajoy dibuja un año triunfal, Ana Botella intenta desalojar un banco de alimentos para pobres en plena navidad, el gobierno anuncia que el recibo de la luz subirá un 2,3% en enero; y sube un 0,25% las pensiones, la mitad de lo que han crecido los precios; dos niños recuperan 6.000 de los 15.000 euros que tenían en preferentes; Miguel Blesa (Caja Madrid) aprobó un crédito de 24 millones  a Díaz Ferrán (el entonces jefe de los empresarios, CEOE) sabiendo que había dejado de pagar. Son seis titulares de ayer de este periódico. Me parecen pocos en un día entero. ¿No pasa nada en este país?

Mi madre, que es muy suya, me critica que las cosas que escribo sean un tanto descarnadas. Que se me va la olla. Que hay que ser más comedido, y, a poder ser, no conviene significarse. Pero que la única noticia medio bella del día sea que a unos niños solo les hayan devuelto los banqueros 6.000 de los 15.000 euros que les estafaron en preferentes, me parece como para significarse y pegar un par de voces o de hostias. Y, como en 2013 ya hemos pegado muchas voces en la calle o en los periódicos, yo en 2014 me inclino por las hostias.

La verdad, nunca pensé que, siendo un tipo duro, llegara yo a escribir un artículo navideño. Y sobre niños, esos seres ruidosos a los que un escritor de novela negra solo tiene en cuenta cuando son testigos de algún asesinato. Pero saber en navidad que un banco ha estafado 9.000 euros a dos niños, y que los banqueros no están en la cárcel, me parece una sublimación de la obra de Charles Dickens.

Si la pederastia es un delito, me parece tan obsceno follarse a un niño como robarle. Y perdonad la brutalidad, pero si le robas a un niño quizá lo estás obligando a poner el culo o el coño para un día pagarse los mínimos estudios.

Esa es la recuperación de Rajoy. Todos los días escucho noticias sobre la buena salud de nuestro Ibex 35. Las grandes empresas españolas se siguen forrando, en plena crisis, mientras a unos niños un banco les roba 9.000 de los 15.000 euros que habían invertido en preferentes. Es cierto que los menores de edad tienen una casi enfermiza obsesión por invertir en preferentes, pero es que los niños, como dicen los curas, andan provocando.

Una de las imágenes icónicas de esta crisis es esa de ver a menores de edad haciendo interminables colas a las puertas del banco para invertir en preferentes. Lo típico. Como un menor no puede jugar a las máquinas tragaperras ni sacar tabaco, conviene, como gobierno, permitirles alguna que otra libación o distracción amable. Cual es el invertir en preferentes.

Yo, como soy un outsider, si tuviera hijos, aunque detesto la esclavitud del negocio de la carne, los mandaría antes a una casa de putas que a un banco o a una iglesia, porque iban a salir menos dañados. Pero en estos tiempos civilizados esas ancestrales costumbres están como caducas, y si lo mandas a la casa de putas está peor visto que si lo llevas a un banco. Crematísticamente, la cosa sale mal. Porque nunca he conocido a un niño que pierda 9.000 euros en una casa de putas, y si embargo los periódicos contamos con toda naturalidad que un niño ha perdido 9.000 en un banco. Ay pobre. Muy buenos tenían que estar los directivos de las cajas gallegas para que un niño se gaste tanto dinero en que lo follen.

Disculpad el lenguaje brutal. Pero el lenguaje brutal es la única manera de sustantivar una realidad brutal, donde niños pierden dos terceras partes de lo que costará su educación para que Blesa se haga la permanén y para que contrate a un juez que lo absuelva; donde gente que vive de la caridad de los bancos de alimentos observe encantada cómo Ana Botella los quiere meter en la cárcel, o para escuchar a Rajoy hablando de recuperación sin pronunciar una sola ese (no estoy metiéndome con su problema de dicción: pero he observado en muchos fascistas que no saben usar la ese, pues solo saben hablar en singular: son la casta del yo, que increíblemente está venciendo a la casta del nosotros, siendo ellos menos y más blandos).

Os deseo un asqueroso año 2014, odiados lectores, en el que vuestras caricias se conviertan en golpes y sus golpes en disculpas. Esto que nos hacen es violencia y yo no soporto la violencia. Y, cuando alguien se pone irracionalmente violento, como hace esta banda de chorizos, se le pega una hostia y se le calma. Yo lo pienso hacer, y ese es mi deseo para 2014. Belleza y convulsión. ¿Cuándo empezamos?

 

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