Rosas y espinas

Las camisas de Abascal

Las camisas de Abascal
Santiago Abascal en el Congreso de los Diputados.- EFE

Andaba yo estos días, como por vicio, estudiando una y otra vez vídeos de Eric Zemmour, la nueva estrella del neoviejo fascismo francés. Parece ser que este racista antisemita de origen argelino y hebreo, a la par que bereber, puede convertirse en el segundo político más votado en las inminentes presidenciales francesas, solo por detrás de Emmanuel Macron y casi a pachas en las urnas con Marine Le Pen. La verdad es que el podio político francés está para hacérselo mirar. Luego mucho presumir de Résistance. Solo a los fascistas franceses, país de coñás y vinos, se les ocurre poner el gobierno en una ciudad con nombre de agua. La Historia, vista a través de un prisma dipsómano, es implacable.

El caso es que, analizando videos de este Eric Zemmour una y otra vez, cual si fueran hazañas intelectuales de Rocco Siffredi, he llegado a la conclusión de que los españoles tenemos una ultraderecha muy aseadita, mucho más apañada que la que gozan franceses, alemanes y estadounidenses, por poner solo tres ejemplos de países periféricos a nuestro imperio en este mundo global.

Si este no fuera un periódico serio y de petimetre vocación documental, diría que vaya mierda de ultraderecha tienen los de fuera comparada con la española.

Aquí la ultraderecha no se pone el pelo zanahoria ni se viste como los sepultureros de las películas de John Ford, que es lo que hace el argelino hebreo francés racista Zemmour. Tenéis que ver a este hombre en vídeo. Engancha. Enjuto, orejudo, narigudo (no estoy discriminando por físico: hasta aquí su descripción concuerda con la mía), traje y corbata negras, camisa blanca, todo como si le quedara un poco grande; cara enfermiza, pero no como si él estuviera enfermo, sino como si él fuera la enfermedad. Es asombroso observar cómo, en estos tiempos donde la imagen suma tanto, un señor con estas pintas de ultraderecha ultrasiniestra y obituariamente expresionista puede seducir a millones de votantes. Parece ser que Europa vuelve a tener ganas de Fritz Lang. Y de aguar el burdeos con Vichy.

La ultraderecha española, lo que tiene, es que es muy pulcra. Propalan exactamente las mismas sandeces con la misma crueldad y retumbancia, pero no les podemos negar que tienen mejor aspecto que los fascistas de otros lugares. De eso, como de El Quijote y de la Alhambra, nos podemos sentir orgullosos los españoles.

Si hubiere que ponerle un pero a los estilistas de la ultraderecha española, es la estrechez de las camisas que les enfundan a sus líderes. Tú miras a Santiago Abascal, a Espinosa de los Monteros y a Rocío Monasterio y te das cuenta de que todos llevan la camisa por debajo de su talla. A todos, a ellos y a ellas, les salta el pecho. Como a los legionarios. No hay legionario que lleve camisa de su talla, salvo la cabra. No sé si os habréis fijado. Todos gastan la camisa de una talla menor para que les salten los botones y asomen efervescentes los pelos del ombligo y del pecho. Eso es patriotismo. No confundir con la higiene.

Me imagino a Pablo/Pabli Casado planchándole las camisas apretadas a Santiago/Santi Abascal. No por nada. Solo porque me parece que el PP se ha convertido en la camisa estrecha de Vox, y que el cuerpo de Vox quiere ya cambiar de talla porque no cabe en tanta pamplinería. Necesitan más. Se ha notado en los presupuestos de Isabel Díaz Ayuso, pactados con Vox, los más fachas y desolidarios de nuestra democracia.

En Francia, salvo catástrofe vichyísta, Eric Zemmour no llegará a presidente. Pero creo que se infravaloran las posibilidades de que, en una segunda vuelta, las fuerzas ultra unidas puedan obtener tan alto porcentaje de votos que la inercia enorgullezca al resto de ultras de esta Europa. Incluida España, claro: somos los fascistas europeos por excelencia, por tradición, por folklore, por gloriosa incultura y por historia reciente. La última gran dictadura de Europa. En algo teníamos que destacar, aparte de la literatura, la pintura y los bares.

No quería decirlo, pero en el fondo de mi alma pecadora pienso que el fascismo europeo es menos elegante que el español porque al fascismo español lo visten el Íbex-35 y los estilistas de las teles, y así no hay quien compita. A pesar de las camisas apretadas, nuestra ultraderecha viste mucho mejor que la ultraderecha francesa o alemana,  pues la nuestra nunca salió del modisto y del poder. Ahora la camisa del PP se les queda estrecha y a los de Vox les asoman los pelos del pecho y del ombligo. Ya han dictado los presupuestos de la Comunidad de Madrid. Anti sociales, anti feministas, anti sanidad, anti educación, anti todo (no: pro taurinos, es verdad). No hay camisa en España para tapar tantos pelos de fascismo. Y seremos el primer gran país de Europa en verlos gobernar en coalición. De eso estoy casi seguro, porque los españoles éramos muy suicidas ya incluso antes de Bécquer. Pero siempre muy aseaditos y elegantes. Con todo el complejo de bajitos y feos que antaño sufríamos, en esto de la práctica deportiva del fascismo hasta en elegancia estamos compitiendo ahora con los franceses que inventaron el glamour. No será fácil. Casado tiene que ir cosiendo a toda velocidad todos los botones que vaya reventando la camisa de Abascal, para que no se note por donde revienta. Por dónde reventamos.

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