Rosas y espinas

Por un puñado de votos

El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, durante un acto de campaña en A Coruña. M. Dylan / EUROPA PRESS
El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, durante un acto de campaña en A Coruña. M. Dylan / EUROPA PRESS

Una de las (escasísimas) razones por las que todavía leo El Mundo se llama Juanma Lamet, periodista que, aun habitando la cueva de los 40.000 ladrones, siempre te da claves objetivas y elegantemente distantes de lo que se digiere en las tripas del PP.

Este fin de julio nos ha regalado una historia fascinante: Operación Adanero. "Pocos minutos después [de conocido el recuento del 23-J], ya con la primera planta de Génova semivacía, en el PP de Madrid hacen números. Detectan que el último escaño de la circunscripción se les ha escapado por sólo 1.749 votos. Se lo queda el PSOE. En ese momento, ya pasada la medianoche, Ayuso se reúne en su despacho con su secretario general, Alfonso Serrano. Y le solicita «pelear hasta el final» ese escaño, que «puede ser muy importante en el equilibrio de fuerzas y en la gobernabilidad de España» [...] El voto exterior puede darle la vuelta al resultado y hacer que el número 16 de la lista madrileña del PP, Carlos García Adanero, ex de UPN, entre en el Congreso. Quedan cinco días para el recuento, así que Ayuso se moviliza. Pide a Serrano «algo que nunca se había hecho»: revisar una a una todas las actas de las 3.478 mesas electorales de Madrid, y cotejarlas con el fichero del Ministerio del Interior «para detectar posibles errores». Comienza la Operación Adanero".

Perdonad cita tan extensa, pero esta historia no se puede relatar con menos y mejor. El caso es que Isabel Díaz Ayuso puso a 30 jornaleros (así los define Lamet) a escudriñar cada voto CERA de Madrid durante tres días en 3.478 mesas electorales. De martes a viernes, que era la fecha del fin del recuento oficial. Y quizá el sudor insomne de esos 30 jornaleros dio un escaño más al PP en detrimento del PSOE, lo que complica la gobernabilidad de España al depender Pedro Sánchez del aleve sí, quiero de Carles Puigdemont, que de tanto andar exiliado en Waterloo/Elba se ha ido napoleonizando y creyéndose (que me perdone si me equivoco) más alto de lo que es.

Puigdemonteces aparte, ahora es el PSOE quien pide que se revisen 30.000 votos declarados nulos en Madrid, con lo que el escaño/anillo de Mordor madrileño quizá vuelva a entrar en disputa y, tal vez, regrese a Tierra Media.

1.323 votos de 30.000 son los que necesita el PSOE para hacerse con ese escaño nada baladí, pues es escaño sobre el que no solo se sentará un culo de una u otra ideología, sino toda una simbología de mucho más egregio antifonario.

Por una parte, su pérdida disuelve el valor sentimental y lírico que gozaba la izquierda por haber obtenido un escaño más que el bloque de la marcialdorada derecha y la ultraderecha. A Feijóo, ese simbólico escaño lo revaloriza. Le ofrece un collarín que le protege el pescuezo de Madame Ayuso Guillotina (momentáneamente, mientras clavetean el patíbulo).

Feijóo, con ese escaño simbólico, refuerza su candidatura en caso de repetición de elecciones. A los fachas, como a los poetas, les pone más la simbología que las patrañas racionales.

A nuestro querido y venerado Carles Puigdemont (hay que hacerle la pelota, que de él depende demasiado futuro), este asiento tan simbólico también lo pone en un brete, que dirían los horteras. Hace un escaño, Junts podía decirle al galán Sánchez un sí es no con una abstención displicente. Ahora solo le queda hacerse un Irene Montero si no quiere convertirse en el gran culpable de una repetición electoral que podría meter al fascismo en el Gobierno y al catalanismo en la cárcel.

Con el sí es no de la abstención, Puigdemont se distanciaba del colaboracionismo de ERC, que ha pagado un alto precio electoral con su apuesta por la concordia y el diálogo, actitud poco apreciada en estos tiempos. Ahora Puigdemont ya no puede seguir comportándose como un calamar de medias tintas. Ahora Junts es sí o es no, cual margarita de un solo pétalo.

Un puñado de votos está sembrando el escaño de la duda. Poca madera para tanta sombra, pero así es nuestro sistema electoral. Tan democrático como revisable.

 

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