Entre la retahíla de anatemas y falacias derechuzas que escuché durante el debate de investidura fake de Fakejóo, me dejó desconsolado el olvido de nuestros diestros diputados hacia el Falcon de Pedro Sánchez, ese humilde pajarillo (el Falcon, no el presi). Por mi natural lechucero y canoro, me tragué todo el debate solo para oír hablar del Falcon, pues el resto era dialéctica cuadrúpeda, y no escuché a nadie decir ni pío sobre mi más dilecta avecilla, que me cantaba al albor.
El pajarillo Falcon ha sido uno de los mantras e ideas fuerza de nuestra derecha antes y durante la campaña. Si nos creyéramos todo lo que denunciaron PP y Vox, y hay mucha neurona huérfana que sí lo cree, su Perro Sanxe usaba el Falcon hasta para ir al váter y a visitar a Puigdemont a Waterloo (que para ellos viene a ser lo mismo).
El delirio cómico con el tema Falcon llegó al extremo de encargar a los aeronáuticos cerebros de las bases del PP una réplica del pájaro, para exhibirla en pleno centro de Madrid y así concienciar a la ciudadanía de la altura del pensamiento popular. Por eso me entristeció tan sobremanera y me tornó aflictivo el ornitológico silencio parlamentario durante la investidura. ¿Dónde está mi Falcon?
Puse a manejar todas mis herramientas intelectuales, que tampoco son muchas, en busca de respuesta a tan cernícalo ostracismo.
Mi primera teoría, dada la prepotencia de nuestra vieja derecha inamovible, es que Feijóo dio instrucciones a sus mercenarios de que obviaran el tema, pues, inmediatamente después de cerrada la votación, pretendía desplazarse en Falcon de San Jerónimo a Moncloa. Así no se le dilatarían las pupilas, como bajo el sol del yate del perikito Marcial Dorado. No era descabellada idea. Fuentes solventes me habían soplado que se había visto rondar a sicarios de Desokupa alrededor de la residencia presidencial, y con camiones de mudanza, desde el inicio de la investidura.
Pero pronto comprendí que la eliminación del discurso sobre el Perro-Falcon, por parte de PP y Vox, atendía a razones más patrióticas y monárquicas que el simple arribismo de Feijóo. Los defensores de la patria no podían mancillar uno de los pilares más florecientes de nuestra pos-industrialización: la creación de Aerolíneas Borbón, empresa que sin duda dignifica nuestro espacio aéreo cual elegante aguilucho.
En Aerolíneas Borbón no es que viaje mucha gente, pero la calidad de sus egregios pasajeros compensa la falta de número. A los patriotas nos basta con mirar al cielo para sentirnos viajados, pues por el firmamento viene a unas regatas Juan Carlos Demérito en el jet Bombardier Global 5000 (el más caro del mundo); y la soldado Leonor, a la sazón princesa de las Españas, se monta en un helicóptero Súper Puma para bajar los findes, o sea, desde la Academia Militar de Zaragoza hasta Madrid.
El Bombardier sale a 9.000 euros la hora. Desde Abu Dabi a nuestro país, haciendo escala en Londres, supongo que suma una pasta. El viaje de ida y vuelta del Súper Puma se calcula en 10.000 pavos y deja en el aire tres toneladas de CO2. De Zaragoza a Madrid son trescientos y pico kilómetros. Eso, a la edad de Leonor, me lo hacía yo en la vespa.
Si no fuera peligroso, el tierno encuentro por los aires del jet del monarca defraudador y el autogiro de la marcial princesa daría para más de una portada loatoria en ABC, La Razón y El Mundo. La monarquía española vuela alto, propongo de titular.
La crónica del acontecimiento en este último medio la escribiría Jorge Bustos, jefe de opinión del diario fundado por Pedro Jota, pues antes de graznar contra el uso del Falcon por parte de Sánchez era invitado por María Dolores de Cospedal a viajar en el mismo pájaro por razones bastante ignotas que no me atrevo a imaginar, al tratarse de un periodista tan independiente y una política tan honrada.
Comentarios
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