Ahora que ya estaba uno resignado a la ciudadanización de la izquierda de la izquierda, va Pedro Sánchez y se nos pabliza. Vosotros ya sabéis lo que quiero decir. A los pages y a los lambanes les están saliendo sarpullidos en el carnet del PSOE, Felipe González anda meditando si reconocer por fin que él es el Señor X solo por joder, y Alfonso Guerra, a quien el tiempo ideológico le alcanzó antes de escribir sus memorias, ha cambiado a Mahler por Wagner y va enloquecido por las calles vestido de valquiria gamada.
Lleva uno innumerables años dedicado a observar la fauna política, sus maneras y costumbres alimentarias y de apareamiento, sus periodos de ovación e hibernación, sus mudanzas de plumaje y seductores trinos preelectorales, y había llegado a la sabia conclusión de que no hay especie más previsible en la zoología que los políticos. Hasta que llegó Pedro Sánchez, viento que hace enloquecer a la más granítica veleta.
Tal que el otro día asaltó el Parlamento europeo con un discurso que podría haber sido pronunciado para azuzar los ánimos bélicos de la columna Durruti. Qué tío. Estuvo tan salvaje, tan colmillero y tan escasamente protocolario que enfadó muchísimo a Manfred Weber, líder del Partido Popular Europeo, bávaro, nada merkeliano, con cara de malo inteligentísimo de película de 007, de aspecto escasamente cervecero y un pensamiento que da un poco de miedito si te paras a bucearlo.
De hecho, lleva años soltando pullitas sobre las alianzas del socialismo español con la izquierda de la zurda divina, o sea, con Podemos, pero siempre dentro de ese almidonamiento diplomático que se lleva en Bruselas desde que somos una unión. Ahora está en el límite de perder las formas, y a su lado Rafael Hernando, qué queréis que os diga, parece Isabel Preysler repartiendo bombones de Ferrero Rocher en sus salones madrileños con vistas al mar.
Dicen los analistas más sesudos que Pedro Sánchez ha conseguido contagiar el clima de nuestro Congreso al Parlamento europeo, que es como decir que en el Palacio de la Ópera han reservado parte de la bancada a los ultra sur para corear el a por ellos mientras una prima donna se susurra el Rigoletto. Weber ha llegado a decir que "Sánchez está descalificado para cualquier cargo futuro europeo tras lo que hizo en Estrasburgo" .
La sinceridad de Pedro Sánchez denunciando la radicalización de la derecha en Europa y su ya evidente coqueteo con el neofascismo fue tan contundente que no podía menos que levantar ampollas. Pasó también cuando sirvió de avanzadilla para criticar el genocidio de Israel sobre el pueblo palestino, algo que lleva sucediendo desde 1948 pero que ahora se ha convertido en espectáculo televisivo y atrae más audiencia.
Desde mi punto de vista de rojo de mierda, si la radicalización del discurso fasciopopular está impulsando un exacerbamiento a la izquierda de nuestros partidos socioliberales, bienvenida sea. De hecho, si te paras a pensarlo, en muchas cuestiones Pedro Sánchez está diciendo lo mismo que Ione Belarra, y antes Pablo Iglesias, pero dos semanas más tarde. Se podría decir que nuestro bello presidente se va haciendo más de izquierdas con dos semanas de retraso con respecto a Podemos. Con las subidas de salarios y pensiones, con Israel, con el pacto pamplonica con EH-Bildu, con tantos asuntos delicados.
Me atrevería a afirmar, desde mi pertinaz ignorancia, que el perrosanxismo está adelantando a Sumar por la izquierda. Sánchez deja que Yolanda Díaz anuncie una subida del salario mínimo más ridícula que insuficiente en periodo de inflación, y él se marca un tangazo revolucionario en Estrasburgo. O sea, que el PSOE empieza a ser un café endulzado con la sacarina de Sumar, y no viceversa, como sucedía en tiempos de Podemos. El impredecible PerroSanxe está consiguiendo que la izquierda de la izquierda se llame ahora Partido Socialista, y yo no sé si Yolanda Díaz se da cuenta o solo quiere acabar en el consejo de administración de Iberdrola. Empiezo a no entender nada, y eso me pone muy, pero que muy cachondo.
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