Cuando el padre del funk, y creador del himno buenrollista I Feel Good, James Brown, exclamaba aquello de "¡Me siento bien! ¡Sabía que sería así! ¡Tan bien, tan bien, ahora que te tengo!", no imaginaba que su himno al "subidón" pudiese retratar tan certeramente la improvisación, la retribución instantánea, el delirante carpe diem, el egoísmo y el vertiginoso mundo de mentiras y corrupción característico de los gobernantes que sólo aspiran a poder mantener ese "subidón" (la mayoría, aunque no todos). Porque eso es lo que Feelgood ("Siéntete bien") quiere denunciar: la prioridad de los gobernantes es sentirse bien (entendido como tener éxito, salirse con la suya) por muy repulsivos que sean sus actos y las víctimas que ese éxito conlleva.
La obra, creación del principal escritor de discursos para el primer ministro laborista británico Gordon Brown (nunca sabremos si la coincidencia de apellido con el padre del funk es un guiño del autor a su jefe) durante sus años de gobierno sucediendo al neoliberal destruyeizquierdas Tony Blair, es un cínico ejercicio de antipolítica que lanza el tramposo mensaje tercerposicionista de que todos los políticos son iguales cuando tienen poder, pero también es una brillante denuncia de las mentiras y cinismo que los poderosos nos cuelan cada día. El autor sabe bien de lo que habla y se nota. No sabemos si es un mea culpa o un lucrativo ejercicio de cinismo (siento repetir el término, pero ese es sentimiento principal que transmite la obra) que el escribiente de Brown utiliza para permanecer siempre en la cara amable del sistema, su particular Feelgood. En cualquier caso, se agradece su experta mano en vender discursos llenos de esperanza, rebelión y cambio (lo que ostensiblemente retrata que hacía para Brown) mientras esconde las verdaderas cloacas del sistema. Si algo es Feelgood es un exquisito y perfecto ejercicio de teatro, de comedia, sátira más concretamente, un impecable texto que deslumbra por su milimétrica precisión. Si a esto le sumamos una dirección intachable, apoyada en unos actores acertadísimos, tendremos una delicia de espectáculo que entretiene, divierte y remueve a partes iguales.
Y es que, sin dudas, el fuerte de esta obra es la pericia con la que utiliza la comedia para bajar la guardia del espectador y entonces asestarle una estocada magistral. Porque el fondo de la obra es claramente una denuncia de la corrupción del poder y las miserias que conlleva venderse a su Mefistófeles particular. De hecho, aunque aborrezco la populista palabra de moda, lo que Feelgood intenta retratar entre ironía e ironía es lo que el televisivo tandem Iglesias-Monedero denominan "la casta" para mayor gloria de Podemos (los ungidos, pero eso es tema de otro artículo). Que un socialdemócrata vendidísimo a la derecha (la historia del New Labor de Tony Blair-Gordon Brown tiene más tela que cortar que la del penoso PSOE "yo el art. 135 lo impuse por el bien de España") denuncie las calamidades de los privilegiados es bastante cínico (ya sé que repito, lo siento), pero que "a toro pasado" vengan a alertarnos sobre las perversidades del poder es ya casi tan cómico como el texto en sus mejores momentos. A pesar de ello, no deja de ser oportuna esta radiografía del poder. Especialmente en el guiño que le hace a la prensa, a los pocos periodistas que no se venden, aunque lo haga, igualmente a toro pasadísimo y de un modo algo idílico.
Hay que agradecer, en cualquier caso, que la compañía haya escogido este deslumbrante texto entre cientos de obras que se organizaron para leer y considerar (cada uno se encargó de una zona, más o menos, desde Londres a Nueva York pasando por París), como me contó el encantador Fan Perea a la salida junto a su hermana Maite, que lleva la prensa con verdadero entusiasmo y profesionalidad
Es un texto oportuno y conveniente. Un verdadero placer que te reconcilia con el teatro.
Sobresaliente la actuación de Javi Coll como ministro corrupto. Su vis cómica brilla iluminando toda la obra con una comodidad y facilidad sorprendentes. También Jorge Usón destaca en su interpretación, casi muda a veces, o de teatro físico, que aligera y da brillo a la obra con la mera presencia en escena. Los papeles de Fran Perea o Javier Márquez son más complejos y quizás menos agradecidos por lo villano de ambos, pero tanto los actores como sus personajes son imprescindibles para mantener el prodigioso equilibrio de comedia y denuncia que el texto establece. Las actrices (Manuela Velasco y Ainhoa Santamaría) aparecen menos vibrantes que sus compañeros, pero el trabajo en conjunto es muy sólido y bien engranado. Recomendable a todas luces (y sombras).
Feelgood. Teatro Infanta Isabel (C/Barquillo, 24- Madrid Tel.: 91 521 02 12). Del 20 de agosto al 28 de septiembre de 2014. De miércoles a viernes 20:30 h., sábados 19:30 y 22:30 h. y domingos 19:30 horas. Entradas desde 16€.
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