La homofobia es una fuente que no cesa. Da igual la abundancia de ríos de igualdad, de embalses de entendimiento o de diluvios de activismo que empapen el suelo de nuestros pueblos, la homofobia es una veta subterránea que siempre acaba encontrando su camino hacia la superficie para que los imparables homófobos beban sus iracundas aguas.
Pongamos por ejemplo el caso de un bonito pueblo blanco de la Axarquía malagueña, Moclinejo. Situado a pocos minutos de esa meca gay que fue Torremolinos, a pocos kilómetros de la siempre abierta, avanzada multicultural Costa del Sol, Moclinejo sería un destino ideal para cualquiera que ame la naturaleza, el buen clima y los aires mediterráneos. Pero hete aquí que un empresario gay, Javier Checa, entra en acción una vez más (tras su insultante reality "El gran polvazo" o ese infame intento de explotar la causa gay para llenar sus bolsillos que es "Expogays") y convence al alcalde de esa gran mentira instaurada por mis exsocios del Shangay Express (cuánto daño ha hecho Alfonso Llopart a la comunidad gay con sus mentiras y cifras comerciales inventadas para conseguir anunciantes y patrocinadores) de que los gays están hechos para pagar por su respeto, de que los gays son unos estúpidos que pagan a cualquier homófobo con tal de que le mienta y haga como que les considera sus iguales.
Y en esa vena, Checa pareció convencer al alcalde de Moclinejo de que los gays iban a hacer llover dinero sobre el pueblo con un par de guiños neofranquistas: "Con que pintes todo el pueblo de color rosa, le pongas nombres de pintores y escritores gays a las calles y abras un parque dedicado al cruising, los gays peregrinarán aquí como un inculto desesperado a Fátima", pareció decirle el gaympresario al ambicioso alcalde. Lo grave es que la mañana en la que apareció la noticia Moclinejo, ¿el primer pueblo gay? en La Opinión de Málaga, el alcalde (casualmente del Partido Popular) afirmó respaldar la homófoba iniciativa del gaympresario.
¿Homófoba?, se preguntaran el lector despistado. Veamos la trastienda de esa característica medida populista que vende como integradora, amigable y favorable una acción duramente marginalizadora, homófoba y discriminante (proceder habitual del Partido Popular, por cierto).
Para empezar, el mero hecho de que alguien plantee que "los gays" son un conjunto uniforme, de pensamiento único e intereses blindados es tan insultante como plantear que todas las mujeres son feministas por el mero hecho de poseer vagina (de nuevo, una trampa muy habitual de la derecha para aparentar una integración de la que carecen y aprovecharse de los logros y retórica feminista en boca de una mujer machista).
Toda esta invención actúa como si todavía siguiésemos en la España franquista de los 60 y los gays estuviésemos desesperados por la más mínima brizan de aceptación, por muy discriminadora que fuese. El lector tiene que imaginarse la revolución que esta propuesta habría armado en la homófoba España de Franco. Pero también tiene que pensar que esta propuesta niega, insulta e invisibiliza de un plumazo (heterocentrista, pero plumazo) todos los logros y avances de la comunidad gay en estas décadas de democracia. Especialmente durante la primera legislatura de Zapatero. Aquí actúan como si las leyes que nos protegen de la agresión no existiesen, como si aún tuviésemos que encerrarnos en guetos porque nuestra vida peligra fuera, como si las leyes que consideraban cualquier muestra de afecto nuestra escándalo público no hubiesen desaparecido, como si Torremolinos, Mikonos, Ibiza, Sitges, Barcelona, Madrid, Bilbao, Valencia y otros tantas mecas de lo gay, no existiesen, como si internet no existiese y el único modo que los gays tuviesen de sentirse medianamente aceptados, no amenazados, relajados ante la permanente homofobia que nos asedia hasta en los más mínimos gestos cotidianos, fuese encerrarse en un pueblo horriblemente desfigurado (la belleza de los pueblos blancos de Málaga es legendaria) para hacernos sentir recluidos en una cárcel a nuestra medida. No es que las agresiones hayan desaparecido (ni de lejos), ni hayamos dejado de ser discriminados (ni de lejos), ni ya no tengamos que tener especial cuidado cuando viajamos (ni de lejos), pero aunque sólo sea legalmente, la situación es de igualdad y reconocimiento jurídico. Y nuestra actitud (al menos de unos pocos) es de dignidad y orgullo.
Sigamos con el concepto de pueblo exclusivamente gay. Eso, señores, se llama "gueto" y es el método que utilizaron los nazis o los países con lepra para aislar a esa población no aceptable, estigmatizarla y tenerla controlada. Es de lo que yo y muchos otros hemos acusado a Chueca en alguna ocasión, pero sin olvidar que es un paso necesario; que, como bien me contestó el escritor Luis Antonio de Villena en una entrevista: "entre la pedrada y el gueto, me quedo con el gueto".
Y ahora vayamos a las propuestas más insultantemente superficiales. Pintar todo el pueblo de rosa ya es hacerlo gay. ¿Sabe el señor Checa de dónde viene esa asociación del color rosa con los homosexuales? Pues yo se lo explicaré, oportunista desaprensivo, de los campos de concentración nazis. Sí, el triángulo invertido rosa fue el modo con el que los verdugos nazis identificaron a los miles de homosexuales que gasearon, torturaron y ejecutaron en los campos de concentración. Así que utilizar ese color para identificarnos es, como poco, doloroso.
Sigamos con eso de ponerle nombres de artistas y escritores gays a las calles. ¿Realmente el único modo de que una calle lleve el nombre de un artista gay es convirtiendo todo el pueblo en un subgrupo de la historia del arte universal? ¿No sería mucho más generoso luchar porque nuestros nombres estuviesen integrados en la sociedad a la que tanto hemos aportado? ¿Vais a usar los nombres más evidentemente gays o acaso vais a sacar del armario a todos los cientos de artistas casados que en realidad eran gays?
Y para terminar, esa infamia de un parque dedicado al cruising. Hacer pasar por placentero hobby de los homosexuales lo que fue nuestro desesperado y único recurso para conseguir relaciones sexuales en tiempos en los que no se nos permitia vivir nuestra sexualidad (mucho menos nuestro afecto o amor, una faceta que en sociedades como las musulmanas sigue siendo determinante a la hora de condenar como identidad amenazante una relación homosexual; un condenable gay se distingue de un permisible encuentro homosexual oculto en su deseo de vivir relaciones abiertas, afectivas y duraderas). El cruising nació como única opción en épocas represivas y muy peligrosas. Y si pervive es para uso de homosexuales que aún en estos tiempos de supuesta libertad (menos libertad, el estigma de homofobia sigue en los colegios y en la sociedad gracias a la Iglesia y partidos de derechas como el PP) necesitan ocultar su verdadero sentir. Es por esos cientos de homosexuales reprimidos que están casados y con hijos y acuden a sitios como el Retiro a buscar sexo anónimo e inmediato por lo que siguen existiendo los lugares de cancaneo. Sí, a pesar de internet. Así que pretender que cualquier homosexual sano y libre vería un parque de cruising como algo más que una reliquia del pasado es desconocer la realidad actual.
Cuando el cruising, los cuartos oscuros o el sexo anónimo o el gueto son opciones y no la única posibilidad, la libertad está un poco más cerca. La integración es el camino. Hacer caja con nuestro sufrimiento es una canallada, señor Checa.
Y lo digo porque hace poco no sólo se atrevieron a llamarme para proponerme ser jurado de un festival que va a organizar en expogays, sino que uno de los argumentos que utilizan para vender ese absurdo congreso es que ellos van a luchar por el matrimonio gay en toda Europa. Mi respuesta fue no. Especialmente cuando, al llamar de vuelta, me topé con una recepcionista que, sin saber quién era yo, me intentó vender un stand con el insultante, insultante, insultante argumento de que "los gays no tienen crisis. Ellos siempre tienen dinero de sobras". Tuve una fuerte discusión y le confirmé que los gays que ellos buscan, esos perfectos y privilegiados, esos que los gaympresarios han inventado para engatusar a carcamales de corporaciones heterosexuales ajenos a la realidad y siempre a la búsqueda de nuevos mercados, no sufren crisis. Pero los reales, los variados y humanos que existimos más allá de la avaricia de los gaympresarios, siempre sufrimos más crisis que los demás. Porque tenemos que contar con la doble discriminación que se nos hará en las empresas: gays y personajes de ficción. Muy difícil igualar a esos perfectos, bellos, musculados y complacientes modelos que las asociaciones y gaympresarios han impuesto como patrón de lo gay.
Ni hablemos de la plumofobia.
P.D: Y el tema de la lesbofobia y misoginia que subyace en todo el concepto que ignora la existencia de lesbianas y mujeres, lo dejaremos para otro artículo. Pero retrata al autor de la iniciativa.
Comentarios
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