Todo es posible

Privilegios improcedentes

Cuenta John Carlin en El factor humano, historia que dio origen a la película Invictus, de Clint Eastwood y Morgan Freeman, que Nelson Mandela se despertaba cada día a las 4:30 de la mañana, recogía la habitación y hacía su cama, un hábito adquirido durante los 27 años que estuvo en prisión. Para sorpresa del personal de servicio, practicaba esa costumbre cuando tenía que dormir en hoteles de lujo o era invitado al palacio de Buckingham o a la Casa Blanca. Quizá parezca un detalle insignificante, pero con muchos gestos similares el carismático Mandela se ganó la admiración de su pueblo y el respeto de la humanidad.

Si los políticos predicaran con el ejemplo, tendrían más autoridad moral para pedir esfuerzos a los ciudadanos. Imaginen a dónde quiero ir a parar: a la reforma del sistema de las pensiones y a la contención del gasto público. Sería muy estimulante que nuestros dirigentes tuvieran el detalle de empezar por ellos mismos. Cualquier trabajador tiene que cotizar durante 35 años para cobrar la totalidad de la base reguladora de la pensión, excepto en el caso de diputados y senadores, que sólo necesitan 11 años para acceder al mismo derecho. No sólo los parlamentarios, también los ministros y los secretarios de Estado, cuando abandonan el cargo, disfrutan de ciertas prebendas económicas a las que, en períodos de crisis, deberían renunciar. Hay quien lo considera el chocolate del loro; una partida inapreciable dentro del gran volumen de los Presupuestos, a pesar de lo cual el ministro de Fomento se comprometió ayer públicamente a revisar sus privilegios. No se trata sólo de reducir el gasto, sino de dar ejemplo.

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