Todo es posible

Olvido y perdón

Siento un rechazo insuperable por Bertrand Cantat desde que mató a su pareja, la actriz Marie Trinti-SFlbgnant, golpeando su cabeza contra la pared. Soy incapaz de olvidar un caso de violencia machista tan tremebundo y por eso me fastidia ver que el tal Cantat, hace tres días, se subió de nuevo a un escenario, jaleado por sus incondicionales seguidores como si nada hubiera pasado. Nunca se me ocurriría asistir a sus conciertos ni comprar sus discos, porque recuerdo bien aquella imagen que recorrió el mundo donde aparecía Jean-Louis y Nadine Trintignant, durante el entierro de su hija Marie, 41 años, madre de cuatro hijos. Sé que no es el primer personaje ni será el último, lamentablemente, que maltrata a una mujer hasta causarle la muerte. Sin embargo, el famoso cantante de rock, un auténtico ídolo en Francia, ha cumplido su condena, primero en la prisión lituana donde se produjo el suceso en julio de 2003 y fue condenado por un juez, y después en la cárcel francesa a la que fue extraditado.

A pesar de mi repulsión hacia un tipo que ha cometido un crimen tan horrible, entiendo que tiene derecho a reinsertarse como cualquier ex presidiario. Trato de explicar, aunque sea difícil en escasas líneas, la necesidad de rehabilitar socialmente a los ex delincuentes, tanto si se trata de ex políticos corruptos como de ex terroristas. Lo escribí hace algunas semanas en esta columna y algunas víctimas me lo reprocharon, porque no pueden soportar la vuelta a la normalidad de quienes destrozaron sus vidas. Comprendo que no se olvide, incluso que no se perdone, pero no hay más remedio que aceptar la reinserción de estos individuos cuando han saldado sus cuentas con la Justicia.

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