Todo es posible

Una muerte ejemplar

Dramas similares al de Eluana Englaro suceden de forma cotidiana. Hay muchos casos ignorados en los que deciden desconectar a una persona en coma irreversible, pero la familia y los médicos pueden actuar con absoluta discreción para evitar interferencias. Los padres de Eluana han tenido el valor de hacer pública su dolorosa decisión. Merecen absoluto respeto e incluso admiración porque, gracias a su valerosa actitud, se reabre un debate inacabado y necesario sobre la eutanasia. La mayoría de la gente prefiere no pensar hasta que no tiene más remedio que enfrentarse al momento decisivo. Así como se elige la mejor manera de nacer, se debería facilitar la muerte digna para quien la pida. Pero ese concepto es aún impreciso en países como el nuestro.

Los jóvenes españoles responden mayoritariamente en los sondeos que es natural ayudar a morir a un enfermo incurable, pero a partir de los 50 años son menos rotundos, porque sienten que les concierne y temen que se aplique la eutanasia indebidamente. Quieren que se tomen precauciones; en definitiva, que exista una ley meticulosa para que no se vulneren los frágiles derechos de los enfermos terminales. Es una insensatez confiar en que encontraremos, en fatales circunstancias, a un médico solidario que se arriesgue a ser juzgado y condenado para evitarnos un sufrimiento insoportable.
Me pongo en la piel de los padres de Eluana y me estremezco. No sólo por el suplicio de ver a su hija durante 17 años en estado vegetativo, también por decidir que era mejor su muerte y emprender una batalla para lograr el amparo de la Justicia. Cuando llegan al final de su tortuoso camino, aún tienen que soportar la brutal injerencia de Berlusconi. Cuánta indignidad. Eluana ha muerto rodeada de personas que la quieren y ajena a la mezquindad política de un mundo que abandona. Al fin descansa en paz.

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