Todo es posible

¡Pobre Obama!

Una insólita ola de compasión recorre el mundo a favor del pobre Obama. De momento, sólo ha defraudado a una minoría ilustrada y de izquierda, pero una mayoría de seguidores, aunque sean lejanos y distantes, disculpa el incumplimiento de sus promesas electorales y le compadece porque no ha podido cerrar Guantánamo; ni hacer la reforma del sistema financiero que prometió con el fin de impedir mayores abusos contra los consumidores; ni disminuir la tasa de paro de casi un 10%; ni lograr acuerdos internacionales para reducir el arsenal nuclear; ni avanzar en la lucha contra el calentamiento del planeta, como se pactó en la cumbre de Copenhague; ni acabar con la polémica ley antiterrorista que heredó de Bush; ni llevar la paz a Afganistán, donde ha enviado 30.000 soldados más... Apuntemos en su haber la reforma sanitaria, que no es poco capital político.

Es cierto que le han puesto demasiadas piedras en el camino. En unos casos, por parte de las grandes potencias internacionales como China o Irán; en otros, han sido sus rivales republicanos y algunos tibios demócratas. Hasta las minorías, sus más fieles aliados en los comicios de 2008, han desfilado por Wall Street en protesta por los drásticos recortes presupuestarios y las severas leyes contra la inmigración.
A pesar de tantos pesares, seguimos tratando con guante de seda a nuestro controvertido premio Nobel de la Paz. Quizá sea por miedo a su feroz oposición o porque arrebata con sus brillantes discursos o por ser un negro elegante y carismático. El caso es que a otros no les pasamos ni una.

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