Todo es posible

Elogio del puente

Mientras escribo veo la playa. No es mi paisaje habitual, lo cual quiere decir que soy una de las afortunadas que ha huido este puente de su puesto de trabajo. Doble privilegio: tener ocupación remunerada y tomarse unos días de tregua. Ahora bien, mientras descanso, escucho a lo lejos el eco de las voces del reproche universal. Debemos trabajar hasta la extenuación si queremos aumentar nuestra productividad y ofrecer credibilidad a los mercados, así que no podemos permitirnos el lujo de tomarnos varios puentes concatenados. Es probable que a mí me lo "perdonen", ya que en realidad estoy escribiendo, lo cual, aunque algunos no lo crean, es una tarea como otra cualquiera.

Quiero que estas líneas escritas frente al mar sirvan para reivindicar no sólo un reparto más equitativo del empleo, sino el derecho a la ociosidad e incluso a la pereza, en homenaje a Paul Lafargue y a Bertrand Russell, autores de sendos tratados cuya lectura recomiendo. Ambos denuncian la indefensión de los trabajadores, el sobreconsumo, la creación de necesidades y mercados ficticios, el trabajo a destajo, en definitiva, critican a los precursores de los aguafiestas contemporáneos: protestantes, calvinistas, bolcheviques, capitalistas... que ya redujeron a la mitad los días no laborables. Habría que darle un vuelco a un sistema que condena a la mayoría de la humanidad al paro forzoso o a trabajar a destajo, mientras una minoría acumula cada vez más riqueza. Además de Lafargue y Russell, lo acaba de decir el secretario general de la OCDE; aumentan las desigualdades porque los trabajadores pierden cada vez más derechos. El tiempo libre es uno de los más sagrados.

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