Todo es posible

Doble castigo

Vaya por delante que Cayo Lara, como cualquier dirigente político, es muy libre de rodearse de sus leales. Otorgar premios y castigos es uno de los privilegios del que está en el poder. Pero no deja de ser un considerable error táctico la pretensión de excluir a Gaspar Llamazares de todo protagonismo. Además de injusto, es probable que también sea inútil. Llamazares ha demostrado que le basta y le sobra ser diputado raso para hablar en nombre de los ciudadanos que le han elegido. Ayer hizo una sorprendente irrupción en el arranque de la décima legislatura. Fue el primer parlamentario en alzar la voz para denunciar la exclusión de su Grupo, la tercera fuerza política del país, de la Mesa del Congreso. Llamazares ha sido durante 11 años la voz y la imagen electoral de una determinada izquierda, tiene una acreditada experiencia parlamentaria y es un orador capaz y elocuente, que se ha ganado a pulso su escaño por Asturias.

Sin desmerecer a nadie (también los nuevos portavoces merecen una oportunidad) no anda la política sobrada de aptitudes y talentos, cualquiera que sea su ideología y su grado de insumisión. El actual coordinador general de Izquierda Unida le ha dicho a Llamazares que no se fiaba de él y por eso no le ofreció ocupar el puesto de presidente ni de adjunto, ni siquiera el de rotatorio, sino el de un inexistente e inútil quinto portavoz. ¿Es argumento de peso para marginarle? No para sus electores, que los tiene bien acreditados. No para la vida parlamentaria, que pierde una voz rotunda y clara. No para la izquierda, condenada permanentemente a la escisión.

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