Todo es posible

Retirarse a tiempo

En la política no siempre estás por tus méritos y tampoco dejas de estar por tus deméritos. Dar premios y castigos, sin demasiadas explicaciones, es una de las prerrogativas del poder. Para ser ministro, sólo hace falta que te nombren y para dejar de serlo, sólo hace falta que te cesen. Certeras palabras las del ex ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, ahora que ha decidido abandonar su escaño, decepcionado por el ninguneo presidencial al que fue sometido desde su salida del Gobierno. Se ha abierto la espita y, tras él, se irán otros. Se van los que están dolidos al verse desbancados por nuevos colaboradores supuestamente más complacientes.

Cuando una batalla está perdida –pertinente frase de Demóstenes– ,sólo los que han huido pueden combatir en otra. Se van porque no quieren formar parte del cementerio de elefantes y, sobre todo, porque tienen la posibilidad de encontrar mejores salidas profesionales que la de limitarse a calentar su escaño. De manera que no se van todos los defenestrados que quieren, sino sólo los que pueden. Es el caso de Jordi Sevilla, manifiestamente incómodo en el grupo socialista, que ha encontrado un magnífico destino en la consultora PricewaterhouseCoopers. Y el de César Antonio Molina, ex ministro de Cultura cesado de manera sorpresiva, sobre todo para él, que retoma su carrera literaria y su labor docente en la Universidad Carlos III. Sus ex compañeros de gabinete, Mercedes Cabrera y Pedro Solbes, a estas horas, se lo están pensando. Otro día haremos un repaso de los ninguneados de la oposición ansiosos por dar un portazo.

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