Trabajar cansa

Si otros recordasen como Castilla del Pino

"El tiempo pasa para todos, pero mi futuro se adelgaza y es ya (...) incomparablemente más breve que mi pasado" -Carlos Castilla del Pino, Casa del Olivo

 

Si la inteligencia de un país, a la manera del PIB, se midiera por la suma de su producción mental, hoy todos seríamos intelectualmente más pobres. Ha muerto Carlos Castilla del Pino, uno de nuestros mejores cerebros. Y aunque tarde, quiero sumarme a su homenaje. 

En el espacio de esta columna apenas podría enumerar, telegráficamente, algunos de sus saberes, dedicaciones y obras, fruto de una vida tan exigente. Como ya otros han recordado las muchas deudas que tenemos con él, voy a referirme a una parte excepcional de su obra: los dos volúmenes de memorias, Pretérito imperfecto y Casa del Olivo

No tenemos tradición de escritura autobiográfica. Frente a otras culturas –la anglosajona, donde raro es que alguien muera sin dejar testimonio escrito-, aquí echamos de menos las memorias de muchos protagonistas. Y entre las existentes, abunda el disimulo, la ocultación, la edulcoración –con el caso ejemplar de Laín Entralgo y su Descargo de conciencia, "uno de los libros más mendaces, retóricos y cursis" según Castilla-. 

Carlos lo recordaba todo, y así lo escribió. Aparte de un ejercicio de sinceridad personal y desnudez como hay pocos –y que muchos no entendieron, y criticaron -, sus páginas son uno de los mejores retratos disponibles del franquismo: la depuración del mundo académico, el empobrecimiento cultural, el sometimiento católico de la ciencia o el colaboracionismo de tantos, en Pretérito imperfecto. La represión de guerra y posguerra, y la cotidianeidad opresiva, en Casa del Olivo. Todo con nombres y apellidos, sin censura, cosa también inhabitual. 

Con unos cuantos que se atreviesen a recordar como él, nos habríamos ahorrado muchas controversias sobre el pasado.

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