"La ayuda no desaparece, es que no se prorroga. Lo importante es que el parado tenga un itinerario formativo para mejorar su calidad de vida." -José Antonio Griñán, presidente de la Junta de Andalucía-
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Estaba en casa escribiendo esta columna cuando llamaron a la puerta. Abrí y me encontré a un hombre que debía de tener cerca de cincuenta años, y que hablaba tan bajo que tuvo que repetirme lo que decía para que pudiera oírlo: "Que si puede darme una ayuda, dinero o algo de comer, que estoy en paro y tengo familia."
Hacía años que no veía a nadie pidiendo de casa en casa, así que me quedé de piedra. No sé si es un caso aislado, o las cosas están tan mal que la crisis ya llama a nuestra puerta, pero me pareció un presagio siniestro ver a un parado mendigando justo después de que el gobierno anunciase el fin de la ayuda de 426 euros a parados sin prestación.
La visita me refrescó dos noticias que leí esta semana, y que encienden alarmas sobre hasta dónde están llegando los problemas. La primera era un informe de varias entidades de ayuda a los ‘sin techo’, y avisaba de cómo está cambiando el perfil de quienes viven en la calle: hombres, solteros, con mayor nivel de estudios y más edad, que empiezan su caída al perder el trabajo.
El segundo aviso venía de Barcelona, y hablaba de un incremento del 7% en las consultas de los servicios de salud mental, que en zonas industriales del Baix Llobregat llegaba al 20%. La mayoría eran por trastornos adaptativos tras perder el empleo, y derivan en depresión, pero también aumentos en consumo de alcohol y fármacos. Y los expertos alertan del riesgo de cronificación.
Por supuesto, tanto la pobreza como los trastornos mentales van por barrios, y no afectan a todos los sectores de población por igual. Mientras por arriba están capeando la crisis con soltura, por abajo cada vez se descuelgan más, y ya sabemos lo fácil que es caer en la exclusión y lo que cuesta salir de ella.
No sé a ustedes, pero a mí me da miedo cómo pinta el futuro más inmediato. Entre el paro que va para largo, los recortes sociales, los embargos hipotecarios y la falta de expectativas, las cosas se están poniendo muy feas, y todo apunta a que sólo pueden empeorar. Y sí, estaremos dando confianza a los mercados. Pero la nuestra está por los suelos.
Comentarios
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