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A la memoria de Francisco Ferrándiz Alborz

Retrato fotográfico de Francisco Ferrándiz Alborz. BNE, Arch.FF/1/21/2
Retrato fotográfico de Francisco Ferrándiz Alborz. BNE, Arch.FF/1/21/2

Por Iván Pérez Marinas 

Bibliotecario de manuscritos e incunables en la Biblioteca Nacional de España 

"Se refiere el telegrama [de mi hermana Amparo] a la noche del 22-23 de diciembre de 1942. En la cueva donde estábamos escondidos mi hermano y yo, fue rodeada por una compañía de la Guardia Civil. No hubo escapatoria. Nos apretamos bajo el fondo de un horno cavado en la pared. Descubierta la oquedad, por un agujero un sargento introdujo su fusil ametrallador. La boca del cañón quedaba a dos dedos de mi corazón. Confiando siempre hasta el último momento, nada dijimos, pero en el momento en que el jefe daba al sargento la orden de que disparara, mi hermana lo empujó salvándonos de una muerte inminente. Salimos. Le dimos un abrazo que creíamos era el último. Fuimos esposados y conducidos al cuartel y luego a la cárcel. Y todo lo demás". (Fragmento del borrador del artículo "Recuerdo alerta", publicado en el periódico uruguayo Lealtad; signatura BNE, Arch.FF/12/69) 

Así, diez años después, el propio Francisco Ferrándiz Alborz relataba su apresamiento en la cueva de la masía El Pallero en el barrio alicantino de Villafranqueza, uno de sus momentos vitales más trágicos y que puede ser considerado el inicio de su Archivo personal, conservado en la Biblioteca Nacional de España (BNE) desde su adquisición en la casa de subastas El Remate en 2003 y cuyo contenido está disponible para la investigación. Este Archivo conserva escasos documentos manuscritos anteriores a su detención, perdidos quizás en la Guerra Internacional de España, como él mismo denominaba a la Guerra Civil. 


Por algunas referencias en sus artículos, cartas y documentos profesionales y en biografías publicadas sabemos que nació en 1899 en Planes, Alicante, y que en su juventud se afilió al PSOE y recorrió al modo aventurero buena parte de América Latina junto a su amigo Francisco Noguer hasta instalarse en 1929 en Guayaquil, Ecuador, donde inició su profesión de articulista de opinión política y literaria bajo el seudónimo de "Feafa" en El Telégrafo, además de casarse con la odontóloga Florencia Bravo. De vuelta en España en 1932 obtuvo el título de maestro de primera enseñanza (Arch.FF/1/6) y colaboró en distintas publicaciones periódicas socialistas, siendo encarcelado por el conservador gobierno radical-cedista a causa de un artículo en el diario alicantino Hoy, razón por la que en 1935 decidió volver a Guayaquil. Tras ser expulsado de Ecuador en 1937 debido a una persecución de intelectuales promovida por el dictador ecuatoriano Páez, volvió a nuestro país para colaborar en el diario Claridad sobre política internacional y luego dirigió Spartacus y Avance (Alicante), revista y diario del ala marxista del PSOE, además de El Socialista durante unos días.

Carpeta del XVII Congreso del PSOE (IV Congreso en el Exilio). BNE, Arch.FF/1/15
Carpeta del XVII Congreso del PSOE (IV Congreso en el Exilio). BNE, Arch.FF/1/15

Fue condenado a muerte en el Reformatorio de Adultos de Alicante, presidio donde unos meses antes se había dejado morir a Miguel Hernández. Mientras esperaba a su final en el Tubo, Ferrándiz se puso a hacer lo que más le gustaba: escribir. Compuso un conjunto de ensayos breves sobre temas culturales y literarios en un cuaderno (Arch.FF/13/6). Poco después su sentencia fue conmutada a treinta años de cárcel y estrechó amistad con los otros presos, varios de ellos intelectuales y artistas, como el pintor Vicente Martínez Moncada, que le hizo un retrato (Arch.FF/1/19) e ilustró dos cuadernos de poesía, uno que Ferrándiz dedicó a su padre (Arch.FF/14/16) y otro que le dedicaron a él (Arch.FF/4/18). 

Manteniendo firmes sus ideales, colaboró en un periódico clandestino que los propios reclusos elaboraban a mano, Boletín de Información Socialista (B.I.S), cuyos ejemplares se conservan en la Fundación Pablo Iglesias. Redactaba artículos bajo los seudónimos de Juan Cid y Juan Torralba por si los carceleros encontraban sus manuscritos, generalmente sobre política internacional, en los que se puede seguir la evolución de la Segunda Guerra Mundial, desde las primeras grandes derrotas nazis hasta las negociaciones de los Aliados sobre el diseño del orden mundial posbélico que conocemos como Guerra Fría (Arch.FF/15/10-34). Más adelante se enteró de que en esta contienda su sobrino Helios D. Alborz fue capturado y confinado hasta la muerte en el campo de prisioneros de guerra Stalag II-A (Arch.FF/12/89). 


Después de su indulto en 1944, trabajar unos años para el PSOE en la clandestinidad y escribir artículos para el suplemento dominical del diario uruguayo El Día, Ferrándiz decidió en diciembre de 1948 que su única opción era el exilio. En Francia, gracias a su afinidad al expresidente Francisco Largo Caballero, consiguió trabajar como secretario de Rodolfo Llopis, presidente del Gobierno español exiliado y secretario general del PSOE. En el XVII Congreso de este partido (1950) Ferrándiz tuvo una intervención destacada en la que defendió que los socialistas no mantuvieran su alianza con los monárquicos (Pacto de San Juan de Luz) porque no era momento de elegir entre ellos o los republicanos (Arch.FF/14/31). Perdió su postura, pero un año después se rompió igualmente el Pacto, ya que Juan de Borbón abrió negociaciones con el dictador Franco. 

Fotografía de Cora Saravia. BNE, Arch.FF/1/22
Fotografía de Cora Saravia. BNE, Arch.FF/1/22

Durante su estancia en París siguió escribiendo artículos de política y crítica literaria, que publicaba en El Socialista, el mexicano Tribuna, el uruguayo El Sol y el ya mencionado suplemento dominical del diario uruguayo El Día. Tras ver que no tenían más recorrido sus posturas políticas en el PSOE, optó por dedicarse de forma exclusiva al periodismo. Así en marzo de 1951 cruzó el Atlántico a su destino final, Uruguay, como contó en dos artículos que escribió en alta mar (Arch.FF/12/102 y Arch.FF/3/104). Además, allí se convirtió en el director de Lealtad, periódico del Centro Republicano Español de Montevideo. En el país americano conoció a su segunda esposa, la también periodista Cora Saravia, con quien mantuvo una amplia correspondencia (Arch.FF/10/48) por la siguiente razón: como no le llegaba suficiente con sus artículos para el sustento, Ferrándiz ejerció de profesor de Literatura en institutos (allí llamados liceos), primero en dos pequeños pueblos del Departamento de Cerro Largo, Rincón de Suárez y Quebracho, luego en la capital y finalmente y, sobre todo, en la ciudad de Castillos. Esto le llevó también a escribir varios artículos sobre enseñanza. 

Debido a su profesión y a su gran afición a la lectura, en torno a un tercio de los borradores mecanografiados de artículos de su Archivo versa sobre literatura española, pero también hispanoamericana (Arch.FF/16). Así comentó las obras de autores como Víctor Dotti, Alberto Barrett, Paca Navas de Miralda, Bartolomé Hidalgo, Juan Carlos Onetti o Delmira Agustini. También le deleitaba viajar para conocer ciudades y espacios naturales (le fascinaba comentar el paisaje como concepto), por lo que en sus artículos publicó muchas descripciones de localidades y territorios uruguayos, incluso de su flora y fauna (palmeras butiá, ombués y ñacurutúes). Pero sobre todo le gustaba reflexionar sobre política. 


Convencido socialista, defendía la lucha de clases como forma de superar la opresión capitalista del proletariado y consideraba que los partidos socialistas no debían entrar en gobiernos si no había una posibilidad real de llevar a cabo la revolución en ese momento. Antifranquista declarado, su principal afán era acabar con la dictadura que a tantos había condenado al ostracismo, incluso si era necesario mediante otra guerra civil, y rechazaba abiertamente el pacifismo per se, que consideraba naif. Era crítico con la política exterior estadounidense por su congraciamiento y entendimiento con el gobierno franquista, pero mucho más lo era con la Unión Soviética por no ayudar en su derrocamiento. 

Ferrándiz tuvo un férreo sentimiento anticomunista que le surgió en la Guerra Civil. En sus escritos acusaba al estalinismo de la URSS del fracaso tanto en la contienda como en la revolución obrera por su constante entrometimiento, con el propósito de controlar la acción bélica y política del Gobierno republicano, además de la persecución de los dirigentes trotskistas del POUM. Por la estrecha amistad con uno de ellos, Julián Gorkin, además de los borradores de dos de sus obras de teatro (Arch.FF/4/20 y Arch.FF/4/21), poseía la introducción inédita de unas memorias suyas escritas en 1949 con opiniones en el mismo sentido y también con informaciones interesantes. Así, en representación del Comité Central de Milicias de Cataluña y de acuerdo con el presidente Largo Caballero y el ministro Indalecio Prieto, el propio Gorkin pactó con el Comité de Acción Marroquí que grupos locales realizarían levantamientos contra las autoridades fascistas a cambio de garantizar la autonomía del Marruecos español tras la victoria republicana, aunque el acuerdo se fue al traste por intercesión del gobierno francés al perjudicar sus intereses en su parte de Marruecos (Arch.FF/4/19). 

Mandil de maestre masón de Ferrándiz. BNE, Arch.FF-O/1
Mandil de maestre masón de Ferrándiz. BNE, Arch.FF-O/1

Con este posicionamiento Ferrándiz se unió al Congreso por la Libertad de la Cultura, asociación internacional anticomunista creada en 1950 como antítesis del prosoviético Consejo Mundial de la Paz. Ocupó el cargo de delegado del Comité Ejecutivo Mundial en el Comité Uruguayo y participó en la edición de sus monografías y la revista Cuadernos, con publicaciones acordes a la línea de pensamiento de este grupo de presión. Ferrándiz argumentaba su rechazo al comunismo de la URSS y demás países de su bloque internacional en que pacificaba al movimiento obrero y reprimía a los intelectuales que disentían de los máximos dirigentes. Por eso llevó a cabo la traducción inédita de Un mineur français chez les russes de Kléber Legay cuando estaba oculto en la cueva (Arch.FF/4/12), criticó duramente tanto la represión soviética de los revolucionarios húngaros de 1956 (Arch.FF/3/55) como la justificación de esta por parte de Pablo Neruda dedicándole una poesía (Arch.FF/14/18) y se negó a firmar un manifiesto por la liberación de los presos políticos portugueses y españoles al considerar que detrás estaba el comunismo internacional (Arch.FF/12/32). Incluso en 1959, a causa de un artículo contra el comunista José Bergamín (Arch.FF/3/33), se vio obligado a abandonar el periódico liberal uruguayo Acción, donde había recalado tras haber salido muy poco antes de El Día por otro polémico artículo, en el que desacreditó a varias personas que reprocharon al Ateneo de Montevideo la celebración de un evento anticomunista (Arch.FF/3/27). Siguió trabajando en El País y Gremialismo Libre, ambos de Montevideo, el argentino Tribuna Salteña y, de nuevo, en El Telégrafo, de Guayaquil. 

En el Archivo personal de Ferrándiz Alborz, además de sus artículos conservados tanto en su versión de borrador como en su versión de recorte de prensa, su obra literaria manuscrita abarca más géneros, aunque en mucha menor medida: desde relatos personales, como La bestia contra España (1951; Arch.FF/13/1 y Arch.FF/13/2), hasta obras de teatro, como Rosa y agonía (1959; Arch.FF/14/1 y Arch.FF/14/2), pasando por cuentos, como Marimba y otros cuentos bárbaros (1957; Arch.FF/15/6), ensayos inéditos, como Nuevo hispanoamericanismo sobre la hispanidad (Arch.FF/15/1), novelas inéditas, como Mariola (Arch.FF/15/2), y poesía inédita (Arch.FF/14/7-18). Su correspondencia permite conocer con detalle sus amistades y contactos profesionales (Arch.FF/5-11). También hay documentos personales y relativos a su actividad política y militante, junto con algunos libros y revistas encuadernadas procedentes de su biblioteca personal, que con total seguridad era mucho más amplia según se puede comprobar en su catálogo (Arch.FF/1/13). Por último, sus fotografías, algunas de ellas de estudio, algunas otras también de carné, al igual que unos pocos objetos personales (una cartera para la carta de ciudadanía legal de Uruguay, dos llaveros metálicos del Congresso Continental de Solidaridade a Cuba y un mandil de maestre masón), nos aportan cierta apreciación tangible sobre la figura de Francisco Ferrándiz Alborz, fallecido en 1961 en el destierro de Montevideo. 

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