A ojo

Abrir el puño

Barack Obama le ofrece a Irán "abrir el diálogo" si Irán, por su parte, "abre el puño". Y Mahmud Ahmadineyad responde poniendo condiciones por parte de Irán. Exige dos cosas.  Una, que los Estados Unidos se lleven a su casa las tropas que tienen desplegadas en bases militares o como fuerzas de ocupación en todo el mundo. Y dos, que pidan perdón por tres de los crímenes que cometieron contra Irán en el pasado: el golpe de Estado de l953 contra el primer ministro que pretendía nacionalizar el petróleo iraní, y la devolución de su trono  al Sha, que, una vez restaurado, les entregó el petróleo otra vez a las empresas de Occidente; la oposición norteamericana a la Revolución Islámica de l979, que derrocó de nuevo al Sha y volvió a nacionalizar el petróleo; y el respaldo norteamericano al Irak de Sadam Hussein durante su guerra contra Irán en los años ochenta, que tenía por objeto derrocar o al menos detener la expansión de esa misma Revolución Islámica.
No parece que sea demasiado pedir. Ahmadineyad ni siquiera está reclamando compensaciones por los miles de millones de barriles de petróleo robado con la anuencia del Sha, ni reparación por los cientos de miles de muertos de la guerra causados con la ayuda de Sadam Hussein. En el fondo, lo que propone el presidente iraní es que los Estados Unidos hagan simplemente  lo mismo que  les exigen a los demás: abrir el puño.

Lo malo es que, aunque tenga razón en sus sensatas demandas, el propio Ahmadineyad no inspira mucha confianza: esos ojitos de loco, esa voluntad expansionista de la teocrática Revolución Islámica que él representa, esa decisión de armar a su país con bombas atómicas, ese intervencionismo político y militar en países extranjeros (en Irak, en el Líbano, en Siria, en Egipto, en Palestina)... En suma: esas ganas de comportarse  exactamente igual a como lo han hecho los Estados Unidos,  dan un poco de miedo.
Sería terrible que todos los países se comportaran así.
Y sí: todos lo han hecho.

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