Puntadas sin hilo

Paseando entre la multitud

El viernes pasado me sentía solo y decidí dar un paseo por Puerta del Sol de Madrid y calles aledañas. Para mi sorpresa, era tal la aglomeración de gente que por un momento llegué a pensar que podía ser, al fin, una masiva manifestación de parados o de simples descontentos. La policía no hubiera podido dispersarlos. Pero no; sencillamente era que la gente trataba de pasear y a la vez ver tiendas, pensando ya en la Navidad. La policía se limitó a cerrar las bocas del metro y acordonar algunas zonas de la calle Preciados.

A la gente, apretada y sin apenas poder moverse, se la veía bastante feliz, o esa impresión me dio a mí, tal vez con la felicidad de la resignación. No les preocupaba en absoluto la Constitución, ni siquiera ese día de aniversario, se limitaban a ignorarla. Su única preocupación, por lo que oí, eran los precios que marcaban las etiquetas de los escaparates, y eso que muchos ya estaban de oferta. El año pasado no había nadie, y ello era muestra de la mejora, aún raquítica, de la economía. No les preocupaba nada de lo que les interesa a los participantes de este blog. Si acaso la inmediatez de sus problemas concretos y urgentes, pero no la generalidad de la casuística política del país. Todo era como era, y quizás como ineludiblemente tenía que ser. Me atrevería a decir que, sin saberlo, todos eran de derechas, y por tanto comprensivos con sus normas negativas. Era cierto: todos eran iguales, pero éstos que nos gobiernan ahora a pesar de todo son mejores que los otros. ¿O ni siquiera pensaban eso?

ETA era un recuerdo maldito pero superado y nada más, desde luego no le iba a amargar la existencia, aunque las víctimas tenían razón. Catalunya un incomodo de inútiles consecuencias. Solo estaban preocupados por sus hijos, pero no sabían que podían hacer para mejorar sus futuros. El enorme árbol de Navidad colocado en el centro de la plaza era un poco como de plástico y artificial y apenas les conmovía más que como objeto forzoso y decorativo, la iluminación de las calles era menor que la de años anteriores, el secretario del ministro ya había dicho que la luz subiría otro 5% desde enero, y van, y eso sí que les angustiaba y parecía injusto, las vendedoras de lotería habían desaparecido engullidas por el tumulto, no se podía comprar un décimo para la familia para el sorteo del 22 que anunciaban tanto en la televisión con Raphael y tres más, mejor, siempre toca a unas dependientas de una perfumería o a los clientes y camareros de un bar que lo celebran con sidra y enseñando la participación, y encima Hacienda se lleva el 21%, algo había pasado en Hacienda, por lo visto en la tele estaba llena de socialistas, ¿en qué quedarían lo de los ERES esos de Andalucía y los sindicatos con sus facturas inventadas?, en nada, ya se sabe, todo queda siempre en nada, lo mismo que lo de Bárcenas y Urdangarin, que es clamoroso, están seguros, ¿qué pondrían hoy en la tele?

Era la gente, era el pueblo, era la clase media. Eran felices, pasando de todo y paseando por las calles. Se querían, no tenían maldad, eran ingenuos e inocentes, las verdaderas estructuras del mundo se les escapaban, ellos no tenían la culpa de nada, de tanta injusticia que no percibían, de tanto dolor que aguantaban, resultaban entrañables, esa horrible palabra, sí, eran bastante felices, era la representación genuina de votantes. Madrid era un inmenso y silencioso clamor de soledad y resignación. Como pude, a duras penas y codazos, me escabullí y me dirigí rápidamente a mi casa para comprobar si este blog existía o era una inventada y desquiciada aventura de unos chalados irredentos. No, no lo era, estaban todos allí. Nunca lo eché tanto de menos. Pero nunca imaginé que estuviéramos tan lejos de la realidad social.

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