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El discurso del ‘Spitfire’

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA

El avión de caza británico Spitfire fue en buena medida decisivo en la Segunda Guerra Mundial. En la sala dedicada al aparato en el Museo de la Ciencia de Londres, además de exponerse sus principales partes, incluido uno completo, se proyectan vídeos que explican toda la historia de su diseño, construcción y uso.

Uno de ellos reproduce el discurso original de Churchill a los trabajadores de la fábrica del Spitfire. No fue una soflama patriótica ni una arenga bélica. Venía a decir que la victoria exigía precisión en los cálculos, exactitud en la fabricación de piezas, rigor en las pruebas... Aquella exigencia exaltada del trabajo intenso y bien hecho en los límites de muchas y muy diferentes técnicas como la aerodinámica, la mecánica, la combustión, la hidráulica, la metalurgia, etcétera, realizadas por una infinidad de especialistas era algo nuevo en la historia. En el siglo XX se hicieron muchas de estas proezas y no sólo en el marco del extermino masivo de personas, ciudades y campos. Por ejemplo, la voluntad, el liderazgo, la ciencia y la tecnología permitieron alunizar sólo 66 años después de que un artefacto con motor volara un centenar de metros.

Estamos inmersos en una crisis que no es, ni de lejos, la que supuso la última guerra mundial, pero es muy grave. Las medidas para paliar sus efectos las toman los líderes políticos en lo que se puede llamar estado de estupor, o sea, disminución de las funciones intelectuales acompañada de un aire de asombro e indiferencia. No sólo se lo transmiten al pueblo sino que a veces provocan, con toda lógica, lo peor para la crisis: huelgas y manifestaciones. Es el fruto de su práctica casi exclusiva de búsqueda ansiosa, pertinaz y bronca de votos poniéndose de acuerdo únicamente en cómo poner límite constitucional a su incompetencia.

A ningún líder político se le ocurre que, en lugar de recortar salarios, empleos públicos y prestaciones sociales, se podría apelar al sentido del deber ciudadano y a su solidaridad pidiendo que trabajen más y mejor los que tengan trabajo y alentando a los parados a que busquen lo mejor de sí mismos. Los trabajadores del Spitfire, desde los ingenieros hasta las limpiadoras de la fábrica, confiaban plenamente en la competencia y honestidad de sus políticos así como en la pericia y valentía de los pilotos. Nosotros no dudaríamos del despilfarro que harían los políticos de nuestro esfuerzo. Quizá sea Islandia la que nos esté mostrando el camino sentando en el banquillo a un político acusado simplemente de ineptitud.

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