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La antigüedad de los homininos

Orígenes// José María Bermúdez de Castro

* Director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, Burgos

Uno de los aspectos fundamentales en las investigaciones sobre nuestros orígenes es el control del tiempo. Durante las oportunidades que tenemos de mostrar y explicar los yacimientos de Atapuerca, no se nos escapa la cara a la vez de asombro, incredulidad e inquietud de los visitantes cuando hablamos de los seres humanos que allí vivieron hace al menos un millón y medio de años. Es normal que estas cifras sean difíciles de asumir, porque nuestra referencias habituales son el centenar de años que con suerte podemos llegar a vivir y las explicaciones de la historia más reciente de la humanidad. Dos o tres mil años de historias sobre egipcios, griegos, romanos o incluso sobre la China de Marco Polo resultan asequibles al entrenamiento que ha recibido nuestro cerebro.

Pero hablar de millones de años es mucho más difícil de cuantificar en nuestra imaginación. Cierto es que ya nos hemos habituado a la popularidad de los dinosaurios, que incluso mezclamos con la historia evolutiva de los humanos. Hace unos 65 millones de años que desaparecieron los grandes dinosaurios, por lo que hablar de seis millones de evolución humana es casi un suspiro del planeta, que ha superado una historia de 4.540 millones de años.

Pero, ¿cómo podemos saber la edad de los fósiles? ¿Estamos seguros o hacemos cálculos aproximados? Parece cosa de magia, pero detrás de un dato tan importante hay decenas de años de investigaciones, desde que se encontraron los primeros fósiles humanos y Darwin y Wallace presentaron en 1859 su teoría sobre el origen de las especies en la Sociedad Linneana de Londres. Cuando damos una cifra nunca escondemos que los datos tienen un error que también se cuantifica y que todavía es elevado. Pero también es cierto que los métodos empleados y las técnicas que se utilizan son cada día más fiables. Es más, en la determinación de la edad de un determinado nivel geológico, de un yacimiento o de un fósil humano se emplean todos los métodos disponibles y luego se cruzan los datos para alcanzar la máxima fiabilidad posible.

Algunos de los métodos que se utilizan son relativos. Sabemos que los eventos geológicos y biológicos han sucedido en un orden determinado. De ese modo, podemos ordenarlos de manera relativa de más antiguo a más moderno. Si somos capaces de inferir la ocurrencia de esos eventos en nuestras investigaciones de campo estaremos en disposición de correlacionar unos yacimientos con otros y situarlos en una escala de tiempo relativo. De momento no tendremos cifras. Para conseguirlas usaremos métodos de datación numéricos, que nos permitirán obtener valores concretos. La combinación de los métodos relativos y los numéricos es la base del marco cronológico necesario para estudiar evolución. En próximas columnas hablaremos de estos métodos, y esperamos convencer a los más escépticos.

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