Dominio público

Fábricas de dolor para ellos y nosotros

Ana Pardo de Vera

Imagen de un pollo enfermo y agonizante en la granja avícola donde se realizó la investigación de Igualdad Animal y Público. JAIRO VARGAS
Imagen de un pollo enfermo y agonizante en la granja avícola donde se realizó la investigación de Igualdad Animal y Público. JAIRO VARGAS

¿Por qué se alían instituciones y empresas para ocultarnos unas técnicas de tortura y sobrexplotación que son consideradas legales pese a que provocar sufrimiento a los animales es un delito recogido en el artículo 337 del Código Penal? ¿Por qué no se muestran y registran públicamente las condiciones de las granjas avícolas... y granjas de bacterias y virus mutantes producto de la insalubridad y la enfermedad de los pollos?

Quedó registrado en el vídeo: lo primero que encontramos al entrar Silvia y yo en aquel gran agujero fue un pollo muerto, semienterrado en una mezcla de orín y excrementos líquidos por efecto del peso de su cuerpo deformado y retorcido, lleno de llagas, despojado de plumas y de dignidad. No fue el único, muchos de estos animales producto de manipulaciones genéticas para crecer más rápido y maximizar los beneficios del negocio de la carne barata mueren antes de llegar al matadero. Van cayendo por sus deformaciones, porque no alcanzan el alimento y el agua enmohecida que les suministra una barra cuya altura va ascendiendo y dejando abajo, inanes y agonizantes, a los pollos más débiles, pequeños o a los de patas quebradas que no sostienen esos cuerpos desproporcionados. Van cayendo los de "una vida indigna de ser vivida" (Lebensunwertes Leben), como recitaban los nazis para justificar sus técnicas eugenésicas en pro de la mejora de la raza humana.

La vida digna de ser vivida de las criaturas que sobreviven a esta tortura es convertirse en alimento barato para seres humanos después de 42 días de ensañamiento sobre su breve existencia en una de las miles de granjas que hay en España y cuyas acciones inhumanas hemos podido acreditar en esta investigación conjunta de Igualdad Animal Público. Esta vida digna cuyo destino final sirve de alimento diario a millones de personas es lo que nos están ocultando. ¿Y por qué nos esconden unas técnicas de sobrexplotación que son consideradas legales de forma inexplicable si tenemos en cuenta que provocar sufrimiento a los animales es un delito (art. 337 del Código Penal)? ¿Nos van a decir ante las imágenes que reproducimos aquí que no hay maltrato de animales en esas granjas infernales? Vean el vídeo, a ver si encuentran un solo argumento que justifique tantísimo sufrimiento. Es una lástima, además, que la tecnología no me permita trasladarles también el olor a enfermedad, dolor y muerte que me acompaña desde la madrugada en que entré en esa cámara de los horrores donde nunca entra la luz del sol, porque para ese veneno no tengo palabras.

Muchos de los animales producto de manipulaciones genéticas para crecer rápido y maximizar los beneficios del negocio de la carne barata mueren antes de llegar al matadero

Este trabajo periodístico, al que hemos accedido gracias al esfuerzo altruista de Igualdad Animal y al trabajo por la información ocultada que nos guía en Público, busca arrojar luz sobre una industria desconocida en su faceta más oscura: la cárnica intensiva, esto es, la fabricación de carne para el consumo con precios irreales. Abaratando costes en espacio, personal, alimento o higiene, y explotando hasta la última fibra de los animales con una selección genética que les permite crecer a velocidades antinaturales (el equivalente a un bebé humano de dos meses y unos 300 kilos de peso en el caso que nos ocupa), el negocio de la industria cárnica intensiva se lucra salvajemente, también, a costa de la salud humana.

La cuestión que subyace en esta investigación es que se nos oculta información sobre lo que compramos y comemos, porque si conociéramos los riesgos que se afrontan al alimentarse con los productos derivados de esas fábricas de carne, una buena porción del negocio se iría a objetivos más saludables. De hecho, el consumo de carne ha disminuido en España y concretamente el de pollo descendió durante 2018 un 5,1% respecto al año anterior. Aún así, salimos a 12,5 kilos de pollo por persona al año de media. La clave del aumento de producción y la brutalidad de las medidas contra los animales está, sin embargo, en las exportaciones a mercados europeos y asiáticos: el 90% de los pollos que se crían en España lo hacen en granjas del infierno como la que pueden ver en el reportaje; 41 millones de pollos mueren ya en las granjas por las condiciones infames que soportan, según datos del Ministerio de Agricultura, y 2 millones lo hacen camino del matadero. Cada día, en España, son sacrificados 1,9 millones de pollos, es decir, en 2018 (último registro oficial de datos) se sacrificaron 695 millones de estas aves; 15 pollos por habitante.

Silvia Barquero (i), presidenta de Igualdad Animal, y Ana Pardo de Vera, con uno de los cadáveres de pollos encontrados en la granja avícola investigada. JAIRO VARGAS
Silvia Barquero (i), presidenta de Igualdad Animal, y Ana Pardo de Vera, con uno de los cadáveres de pollos encontrados en la granja avícola investigada. JAIRO VARGAS

En la granja de los horrores, puedes adivinar el rostro macabro del virus de la 'gripe aviar',  originado en una de esas fábricas de carne barata

¿Y dónde queda nuestra salud en este negocio? Desde luego, no se puede decir que sea la máxima prioridad de los explotadores de animales. Los pollos -a la vista de todos/as está en el vídeo documentado- viven hacinados, sin ver la luz del sol, llagados y quemados por el amoniaco de sus orina y heces, que no se limpian y construyen un suelo húmedo y viscoso; se amontonan deformados por el peso de unos cuerpos monstruosos que son jaulas en sí mismos, enfermos, llagados y desplumados en recintos sin ventanas y con la luz eléctrica y el sonido de un motor que los torturan durante 20 horas al día; con las patas torcidas y rotas incapaces de sujetarlos; semienterrados en la inmundicia donde conviven cadáveres con animales agonizantes y temblorosos y con otros vivos que te miran con ojos desquiciados por el dolor hasta arrancarte el llanto. Insoportable, sí.

Derecho a la alimentación sana y sostenible

Las bacterias campan a sus anchas en esas cámaras inmensas donde se apelmazan decenas de miles de aves sin espacio para extender sus alas (¿Qué alas?). Puedes adivinar el rostro macabro del virus de la gripe aviar, originado en una de esas fábricas de carne barata, sobrevolando el aire infectado. Sí, estoy segura de que los dueños de esas granjas no comen el producto de su negocio envenenado. Comerán la carne de la ganadería extensiva y sostenible, la del pastoreo, la del campo, la de la España que se vacía,... la que ellos mismos están arruinando junto al medioambiente y convirtiendo en un producto de lujo con su facturación enloquecida de carne barata gracias a procesos condenables en todos los sentidos, sanitario, penal y ético.

Un estado del bienestar no se concibe sin un derecho a la alimentación completa, sana y sostenible de todos/as sus ciudadanos (¡Y protestábamos por las pizzas del Gobierno de Madrid para los niños madrileños!) Tampoco es viable sin el derecho a ese bienestar de todos los seres que nos rodean y a los que precisamente por su mayor vulnerabilidad, hemos de cuidar y proteger. Nuestra salud y el bienestar animal son uno. Lo que es indecente es explotarlos, torturarlos y aniquilarlos con oscurantismo y alevosía por un puñado de grandes billetes para unos pocos y en contra de nuestra propia y salubre subsistencia como humanidad. ¿Qué demonios estamos haciendo con el mundo que nos rodea, invadiendo ecosistemas y exprimiendo hasta la última gota de sangre, de savia y de agua de la naturaleza? ¿Y nos sorprendemos por que una pandemia de coronavirus nos haya atacado con esta virulencia? Poco me parece consintiendo lo que consentimos. Piénsenlo y ayúdennos en esta denuncia justa y en nuestra lucha contra el maltrato humano y animal. Infórmense y difundan. Es el momento.

Por ellos y por nosotros/as.

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