Dominio público

Las 'españas' y el rumor de sables

Ana Pardo de Vera

Directora corporativa y de Relaciones Institucionales de 'Público'

Los presidentes catalán y valenciano, Pere Aragonès y Ximo Puig, el miércoles en Barcelona. EFE
Los presidentes catalán y valenciano, Pere Aragonès y Ximo Puig, el miércoles en Barcelona. EFE

Bastaría con coger las cifras de desigualdad en Madrid para desmontar el discurso victimista de la presidenta de la Comunidad de Madrid, "nueva musa de la derecha española y bestia negra" del Gobierno central, según Le Figaro, que no es el primer diario internacional que se fija en ella, para bien o para mal, y la sitúa ya en un plano superior a Pablo Casado como referente de la derecha más dura. Sí, en las próximas elecciones autonómicas, Isabel Díaz Ayuso podría aglutinar el voto del PP neoliberal y el de Vox sin mayores dificultades, mientras en las generales, Casado pasaría a perder votos del PP en favor de la extrema derecha pese a emplear la misma estrategia que la presidenta autonómica. Aunque no con los mismos estrategas y tampoco desde el poder, factores decisivos ambos junto a la convicción derechista de los votantes, que en el caso del PP y Vox juntos alcanza su esplendor en Madrid.

En la comunidad que alberga la capital, la desigualdad entre el 20% de la población más rica y la 20% más pobre es la más alta de España, con un millón de personas -el 16% del total- en situación de exclusión social, y de ellas, 490.000 en exclusión social severa, según detalló Cáritas hace un año, cuatro meses antes de estallar la pandemia en España y cuando todo empezó a ser susceptible de empeorar, y mucho. En ese mismo Madrid, la derecha es muy de derechas y está muy condicionada por un centralismo conservador y rancio, ajeno completamente a la realidad de España, que sí refleja el Parlamento en toda su amplitud y complejidad. La territorialidad, la pluralidad, la diversidad, la complejidad,... L’Espanya d’Espanyes, en palabras pronunciadas por el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, este martes en Barcelona. 

EL GOBIERNO MÁS FRÁGIL Y CON MÁS APOYOS

Sorprende el silencio con el que, en general, y con el Madrid del poder en carne viva por la defensa de su política fiscal pro-ricos, se ha recibido el discurso del también líder socialista valenciano, que gobierna su comunidad en coalición con Compromís y Unides Podem-EU. Probablemente sea un despiste fruto del éxito de un edificio a medio hacer, al que llaman "hospital de pandemias" y al que ni siquiera los periodistas pudieron acceder ni por el que preguntar. "¿Dónde está ese Ministerio de la Verdad, que no lo veo? ¿Dónde?".

Las palabras de Puig, que acompañó este miércoles con una reunión cordial y cómplice con el president catalán, Pere Aragonès, son toda una declaración de intenciones y no llegan en cualquier momento. Llegan cuando el PSOE y Unidas Podemos aprueban unos presupuestos excepcionales con un apoyo excepcional, todavía por cerrar y cercano a los 190 escaños; el Gobierno más frágil en 40 años, con 155 escaños, ha aprobado sus primeros presupuestos con una mayoría absoluta muy reforzada y plural, mayoritariamente de izquierdas, pero no solo. Eso sí, con una suma contundente reflejo de pluralidad y de esa España de españas a la que alude Puig.

El discurso de Puig llega con ese desafío de Ayuso a defender con uñas y dientes su fiscalidad, llega en la hipócrita polémica sobre el pacto del Gobierno con Bildu y ERC. Llega con Page, Vara y Lambán tomando Primperán en litrona. Llega, en definitiva, cuando el vicepresidente Iglesias insiste en que toda esta mayoría parlamentaria de los PGE de 2021 será la que tome el timón de la "dirección del Estado". Nada más; y nada menos.

¿El poder del PSOE cambia de bando? ¿Pedro Sánchez se identifica con Ximo Puig más que con el resto? Debe hacerlo, sin duda, si su intención es avanzar en el federalismo, la plurinacionalidad, la armonía entre la equidad fiscal y las peculiaridades territoriales, el respeto a la diversidad de una España que tiene su riqueza en todas y cada uno de sus españas, o como quieran llamarlas las mayorías. El respeto a la diversidad no es un ataque a la libertad, como clama la derecha, sino el valor añadido de una nación y sus naciones, las que sean y quieran ser siempre que prevalezca la democracia. No hay unidad de España ni Dios ni rey que justifiquen el silenciamiento de la democracia.

Puig habló este martes en Barcelona de toda esa diversidad de las españas, de financiación autonómica injusta, del Corredor Mediterráneo como puntal vertebrador, de descentralización y de una potencia naciente con la conjunción Catalunya-País Valencià, a la que invitó a Murcia y Andalucía (las cuatro suman el 45% del PIB de España). La "Vía Valenciana", dij o, también mira a Europa.

El discurso de Ximo Puig puede sonar únicamente a vieja reivindicación insatisfecha, y también, pero no lo es ahora por el contexto político en que se produce y su cuidada puesta en escena (Barcelona, Cercle d'Economia) No llega por casualidad tampoco justo en esta semana de éxito parlamentario del Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos. Viene a reforzar una estrategia clara, realista y contraria al centralismo conservador de derecha y ultraderecha y que casa a la perfección, sí, con "la dirección del Estado".

Mientras, hay por ahí un ruido de sables; no llega a rumor, pero es cafre como siempre e irracional como nunca.

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