EconoNuestra

¿Cuánto durará el patriarcado económico del PP?

José Antonio Nieto
Profesor titular de Economía Aplicada en la UCM, miembro de econoNuestra, autor de la novela "Los crímenes de la secta. Una investigación sobre la casta"

Ganó el PP, obtuvo más votos que el resto de partidos... ¿conseguirá apoyos para gobernar de nuevo? ¿Será un mandato breve? ¿Cuánto tiempo seguiremos bajo la economía patriarcal del PP y sus mafias? ¿Caben otras opciones tras el 20-D, aunque no lo tengan nada fácil?

Rajoy no es el ‘macho dominante’ de un rebaño caprino, pero lo parece. Sus ojillos no brillan malévolamente detrás de las gafas, pero su barba blanca le otorga una imagen inconfundible de patriarca, suba o baje las escaleras. En los escalones que ni sube ni baja, ¿seguirá dejando su olor, su estructura de dominación, y su criterio final para decidir quién debe comer más, dormir mejor acompañado o rumiar más tiempo mirando al cielo? ¿Le sustituirá alguien del mismo talante?

Ni el más alto, ni el más rebelde, ni el más aparente están todavía a su nivel electoral. Aunque puedan facilitar las tareas de gobierno o dignificar el papel de la oposición (que falta hace), el PP tiene más escaños en ambas cámaras. Es posible que Rajoy, o alguien que cuente con ‘su bendición’, continúe siendo la referencia fundamental para los lobbies. Continúe dejando su huella en el BOE y donde se lo permitan, ya sea su propio partido, una tele de plasma, o los suburbios de la globalización. Aunque, quizá no por mucho tiempo. Y, desde luego, no con la mayoría imperial que había hasta ahora.

En la campaña electoral no se debatió en profundidad de casi ningún tema relevante. Sobraron insultos y faltaron argumentos razonados. No se habló de sanidad, ni de cultura, ni de Europa, ni de la guerra a favor o en contra de otros patriarcas de otros rebaños, que quizá no piensan de un modo muy distinto pero lo parece. No se habló con seriedad de lo que ahora es ineludible: reformar la Constitución y abrir el diálogo y el consenso necesarios para abordar los problemas territoriales.

En los últimos días, sí se aludió a la violencia de género, aunque más de una vez con negacionismo y bramidos destemplados. También se habló, cínicamente, de economía. Unos prometieron bajar impuestos, a modo de música celestial que se llevará el viento, como siempre. Otros insistieron en combatir las desigualdades, aunque difícilmente tendrán acceso a los puestos de mando para controlar quién acumula más, cómo lo hace y dónde lo esconde. Algunos hablaron simultáneamente de bajar impuestos y combatir las desigualdades, a modo de gancho para impulsar sus aspiraciones. Pero muy pocos dijeron que lo importante es recaudar más, subiendo la presión fiscal a unos y bajándola a otros, para utilizar el gasto público con más eficacia, transparencia, equidad y sostenibilidad.

Pendientes del debate político que tanto se ha echado de menos, de los pactos que se requieren, o de la convocatoria de nuevas elecciones, las recetas cambiarán muy poco mientras el PP y sus aliados se mantengan en el poder. Si no cambia el modelo y la forma de gobierno, la economía seguirá controlada por las distintas fauces que brotan de la cabeza del patriarca: algunas cerrarán los ojos ante la corrupción, otras concederán favores a quienes adoran al becerro de oro, y las demás mantendrán la estructura del ordeno y mando, amordazando a la ciudadanía en las calles. Amordazándolas también en los hogares, donde el machismo, la falta de educación y la pobreza continuarán campando a sus anchas, dado que la mejor idea para combatir esa lacra tiene que ver, lamentablemente, con la telefonía móvil. Ya lo dijo la más fiel aliada coyuntural y ‘posible sustituta’ de Rajoy: Las jóvenes no deben permitir que sus parejas les miren los móviles.

Hubiera sido mejor dirigirse a los jóvenes, en masculino, y decirles a ellos que no deben mirar el teléfono de sus parejas. Hubiera sido mejor hacer sonrojar a esos aspirantes a machos alfa; denunciar públicamente sus actos; procurar que no sigan pensando de esa forma; depositar sobre ellos la responsabilidad de la violencia de género, en lugar de seguir dejando esa tarea a las mujeres, para lo bueno y lo malo, para lo que les pasa y lo que les hacen. Excepto cuando se trata de dirigir economías y estructuras de poder, porque eso siempre se ha querido reservar prioritariamente a los hombres. O a mujeres que piensan igual.

Esa misma visión estrecha, sexista, discriminadora e interesada, impregna el discurso y las políticas del PP y sus aliados, desde las economías domésticas a la macroeconomía nacional, desde las administraciones locales y autonómicas a los organismos internacionales en los que participamos como pueblo, aunque parezca que lo hacemos como rebaño.

Y esa misma visión de ‘mafia patriarcal’ parece que seguirá guiando nuestro devenir económico. En ese caso, los beneficiarios serán los mismos. Los mismos agentes financieros y las mismas empresas eléctricas. Los mismos corruptos en la política y fuera de ella. Los que proponen privatizar lo público y gastar más en armamento. Los que recurren a las puertas giratorias para ventilarse más a gusto, pero impiden que el aire limpio aleje el olor a podrido que nos rodea. Los que apoyan esas políticas, aunque antes dijeran lo contrario. Aunque ya nada será igual después del 20-D. Más temprano que tarde, se notará.

Tal vez la diferencia fundamental es que ahora la sociedad española, y el nuevo Parlamento, son más plurales y vigilarán mejor lo que haga el gobierno, minoritario o no, con apoyos puntuales o con compromisos de más largo alcance. Quizá se pueda empezar a combatir por fin la corrupción, la impunidad, la exclusión social, las desigualdades...

No obstante, cabe preguntarse si los pueblos y los rebaños se dejan convencer o se dejan conducir, según los casos, más por el instinto que por la razón, más por el olfato gregario que por la ilusión de lo posible. ¿Será cierto que los colectivos –como suma de individuos– buscan emociones confortables y huyen del riesgo... temen lo desconocido y tienden a ser conservadores? ¿Vale más ‘lo malo conocido que lo bueno por conocer’, aunque suponga tropezar varias veces en la misma piedra?

Si el gobierno que ha de formarse no cambia el rumbo actual, nos queda por recorrer un camino plagado de incertidumbre y dificultades. De desigualdades crecientes. De diseño patriarcal de la economía desde arriba hacia abajo, desde el epicentro del cínico dogma neoliberal hasta los rincones más recónditos de nuestras despensas; aunque muchas de ellas seguirán ignoradas por el poder y por la economía convencional; seguirán vacías, aunque guarden en algún cajón las ilusiones que ahora han quedado apagadas, mojadas, sacrificadas en esta batalla que no es el fin de la guerra pero deja un amargo sabor de boca.

¿Va a cambiar sustancialmente la forma de gobernar en España o sólo habrá cambios estéticos? ¿Se mantendrá mucho tiempo el modelo de dominación oligárquica que impone el PP y sus circunstancias en la vida doméstica, la economía, las ideas y el modo de organizarnos? ¿Hasta cuándo seguirán pensando muchos españoles que es preferible ‘quedarnos como estamos’, porque lo que está por venir puede ser ‘más de lo mismo’?

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