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Los irlandeses no quieren que otros decidan por ellos

irlandaEl futuro de la Unión Europea depende una vez más de la opinión de los irlandeses. Después del NO rotundo en el referéndum del pasado junio, el Tratado de Lisboa volverá a ser sometido al voto popular en esta isla en medio del Atlántico. Una mayoría de irlandeses había rechazado el tratado porque temía que su país perdiera mucho peso en la toma de decisiones sobre asuntos importantes como defensa o política social. El tratado dotaría a la UE de una estructura más fuerte y muchos más asuntos se decidirían por mayoría simple, lo cual reduce considerablemente la influencia de los países pequeños. Con razón los irlandeses –y muchos otros europeos– recelan de los órganos de poder en Bruselas. La gran mayoría de la gente que toma decisiones allí –comisarios y gobernantes de otros estados– no tiene que someterse al voto del electorado irlandés.

Un buen ejemplo del llamado "déficit democrático" de la UE es el debate sobre la crisis económica que también ocupa la agenda de la cumbre de Bruselas. Mientras Francia y el Reino Unido promueven una gran inyección de dinero público para reactivar la economía, Alemania se opone a la idea diciendo que sirve de poco y sólo hipoteca las cuentas estatales en el futuro.

Da igual quién tenga razón, el tema es que resulta difícil explicarle al contribuyente alemán que tiene que pagar por las recetas de Sarkozy y Brown, ya que, a diferencia de Merkel, no se presentarán a las elecciones en Alemania el año que viene.

Muchos dirigentes del Viejo Continente sueñan con crear los Estados Unidos de Europa. Pero en EEUU hace poco los votantes pudieron decidir si preferían el plan anticrisis de Obama o el de McCain. Lamentablemente, el Tratado de Lisboa se queda corto en acercar los centros de poder comunitarios a los ciudadanos. Los irlandeses tienen la palabra.

Thilo Schäfer

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