El run run

Sobre la corrupción y la desafección

Algunos datos indican que el lema del presidente Rodríguez Zapatero –con frecuencia repetido por el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba–: "Contra la corrupción, tolerancia cero", era más que una frase. La Fiscalía Anticorrupción tenía diez fiscales en 2005 y ahora dispone de 30. Llevaba 100 procedimientos en 2005 y ahora persigue 250 casos de envergadura. La Fiscalía de delitos ecológicos y urbanísticos era una entelequia en aquella fecha y ahora posee un fiscal en cada provincia y dispone de una unidad especial de la Guardia Civil. Sin contar los inspectores que combaten el blanqueo, la evasión y el fraude fiscal, la ampliación de los instrumentos de lucha contra la corrupción ha permitido sorprender a tiempo a los perillanes que hogaño se forraron con el velódromo Palma Arena, a los pretorianos que hacían lo propio en Santa Coloma y a los gürtélidos que operaban en la mayor parte de la geografía autonómica gobernada por el PP. Algunos ignoraban que estaban siendo investigados. Otros esperaban, agazapados, a que sus delitos prescribieran. Bastantes, todavía esperan. Y todos odian a Zapatero. Si la corrupción política produce desafección hacia los partidos de cuyas ubres mamaban algunos, la persecución de la misma debería generar el aprecio de los ciudadanos hacia unos gobernantes resueltos a que España no sea Berlusconia ni el histórico patio de Monipodio.

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