Tierra de nadie

De héroe a icono de Bacardi

Desde que se dio a conocer cuanto intentó evitar una agresión a una mujer y acabó en coma, a Jesús Neira todo el mundo comenzó a llamarle profesor Neira, algo que jamás hubiéramos hecho si nuestro hombre hubiera sido carnicero, dentista o peluquero. Hay profesiones que funcionan muy bien como epítetos de un poema vital y otras que se reservan para la prosa o para el DNI cuando la mención resultaba obligatoria. Neira era profesor y dimos más valor a su rapto de heroísmo porque procedía de un intelectual, al que se supone menos dispuesto a la acción que un mecánico de camiones.

A la elevación de Neira a los altares contribuimos todos en la medida de nuestras fuerzas. El Gobierno se apresuró a llenarle la pechera de medallas cuando aún balbuceaba y no se le entendía aquello de que Zapatero era un imbécil. Cuando por fin articuló palabra los medios le contrataron como tertuliano, sin saber muy bien en un principio si sus opiniones sobre el cáncer que representaba la democracia eran consecuencia del golpe. Y, como colofón, tras comprobar que, a su lado, Don Pelayo era la Pasionaria, Esperanza Aguirre le metió en nómina para que hiciera de mascarón de proa de su presunto compromiso contra la violencia de género y, de paso, librarse de responsabilidad en su querella por negligencia contra la Sanidad madrileña.

Pronto se confirmó que el caballero andante tenía oxidada la armadura a la altura del casco. Ante la escasez de molinos a los que confundir con gigantes, nuestro ingenioso hidalgo protagonizó aventuras cada vez más disparatadas y hasta quiso cambiar la lanza por una pistola automática por eso de estar acorde con los tiempos. Definitivamente, Supermán había llevado la capa al tinte y, en su lugar, le devolvieron un pañuelo perfumado de orujo, que tiene efectos similares a la criptonita cuando uno coge el  coche.

Hicimos de Neira un héroe y ha tenido que encargarse él mismo de convencernos de que no cabe en ese traje. Se ignora qué enseña a sus alumnos de la Universidad, pero nos ha dado lecciones magistrales acerca de la ira, la soberbia y la mentira. Víctima del mimetismo, Aguirre le ha destituido haciendo eses, la misma figura que Neira dibujó sobre el asfalto. Ayer mismo proclamó que seguirá bebiendo. Depuesto como héroe, quizás sirva como icono de Bacardi.

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