Tierra de nadie

La FIFA también desconfía

Nos tiene dicho Rajoy que en Zapatero no se puede confiar, y esa es la explicación de que nos castiguen los mercados y hasta la FIFA, que nos ha negado los Mundiales de 2018 en previsión de que para entonces estemos en bancarrota y los partidos deban disputarse con balones de Nivea. Los mandamases de la cosa son tipos primarios con tendencia al sobrecogimiento, de ahí que nuestro Villar encaje tan bien en la institución, y es perfectamente imaginable la confusión que han padecido al escucharnos proclamar una y otra vez que España no era Portugal, tratándose de una candidatura conjunta. Finalmente y para dejarse de líos han elegido a Rusia, que siempre destacó por su montaña y por su ensaladilla.

La razón de este nuevo ridículo internacional, que viene a sumarse al de los Juegos Olímpicos, es más que evidente. Si aquí teníamos ya construidos los estadios y Rusia, no; si nosotros viajamos en trenes de alta velocidad y en Rusia sólo funcionan bien los trineos tirados por perros y en invierno; si nuestra seguridad es más que aceptable y no nos hace falta salir a la calle con el kalashnikov al hombro; y si aquí la mafia rusa sólo está en Marbella y no en todas partes ¿por qué nos dejan sin Mundial? La respuesta, ya lo habrían adivinado, es la desconfianza que genera el presidente del Gobierno.

A la FIFA cabe reprocharle su escasa visión de futuro, ya que, si se cumplen los augurios del propio Rajoy, cuando se dispute el Mundial Zapatero será un fantasma que recorrerá el barrio húmedo de León dándole a la cecina y al vino del Bierzo, mientras que el país habrá recuperado su prestigio internacional, en las fuentes públicas manará miel de la Alcarria y los mercados nos pedirán por favor que aceptemos su financiación, aunque ya no la necesitemos porque el superávit nos saldrá por las orejas y nuestra únicas deudas serán de gratitud hacia nuestro salvador, que obviamente se llama Mariano.

A Zapatero podíamos llegar a perdonarle que nos engañara a todos, incluso a Estados Unidos, cuya diplomacia le tomaba en sus comunicaciones secretas por un izquierdista trasnochado cuando, en realidad, le ha faltado tiempo para enfilar el carril del liberalismo y ponerse a conducir como un loco. Lo que no tiene un pase es que por su culpa nos quedemos sin Mundial. De ésta se acuerda.

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