Fuego amigo

El dinero es el instrumento para hacerse rico

De todas las tramas de corrupción, como la de Marbella, como la de Tamayo y Sáenz en Madrid, como la de Roldán, es la actuación de los conversos lo que más llama la atención. En Galicia, en el siglo pasado el pueblo sabio echaba mano de una sentencia fatalista para estos casos: "Hay que votar a los ricos, roban menos porque ya no lo necesitan".
Cierto es que el dicho aquel hizo fortuna en la primera república, cuando tanto la riqueza como el robo al patrimonio público tenían un límite no escrito, lo suficiente para salir de la miseria, como si hubiese una ética del enriquecimiento ilícito. Hoy es imposible adivinar dónde están las lindes de la rapiña, hasta dónde uno se puede considerar lo suficientemente rico como para dejar de robar. Porque no les basta ya con enriquecerse súbitamente, como si todos los días les tocara la lotería, sino que además hacen ostentación del botín, para que cunda la envidia entre sus conciudadanos.
Que los ricos se enriquezcan no sorprende (el dinero no es la riqueza, es el instrumento para hacerse rico), por más que sepamos que "tras cada fortuna hay siempre un crimen". Lo que asombra es la manera en que el pobre sube de clase, ese primer crimen que quedará lavado y olvidado transcurridas varias generaciones. Por eso los incrementos repentinos de patrimonio entre los militantes de la izquierda, además de inmediatamente sospechosos, suelen alcanzar cifras de vértigo.
El saqueo de Roldán, cuyo dinero, por cierto, está "durmiendo" en algún banco suizo a la espera de que su nuevo propietario salga de la cárcel y acuda a recogerlo, fue un acto de rapiña desmesurado, como seguramente hizo siglos atrás el fundador de ese mismo banco que le guarda el botín, por continuar con la anterior línea argumental (decía Bertold Brecht que hay una cosa peor que atracar un banco: fundar un banco). Cuando lo de Tamayo y Sáenz, los dos socialistas cuya traición puso en bandeja la presidencia de la Comunidad de Madrid a los populares, por el foro se decía que el tamaño de una espantá semejante debería estar en consonancia con el tamaño del soborno. Quizá nunca lo sepamos. O sí.

Ahora, las primeras pesquisas policiales sobre la trama de Marbella apuntan a que en el domicilio de la ex concejal socialista y hoy teniente de alcalde, Isabel García Marcos, se han encontrado millones de euros en efectivo. No cuatro duros. Cuando los pobres roban, lo hacen con mucha aplicación. En total ya van 2.400 millones de euros incautados en la operación a toda la pandilla, con más de mil cuentas poco corrientes intervenidas, coches de super lujo, cuadros de Miró y Picasso, palacios y mansiones...
Su problema es que eran todos unos tirados antes de alcanzar sus cargos públicos. Y como tenían prisa por despegarse de la clase social que les vio nacer, gastaban sin medida, sin gusto, sin talento, como nuevos ricos, sin caché ni glamour.
Con lo bien que me quedaría a mí y lo elegantemente que me lo gastaría...
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(Meditación para hoy: El Estatut ha sido aprobado en el Congreso. Falta ahora el trámite del Senado. El PP pidió -y se le concedió- que el voto se emitiese a viva voz, con la vana esperanza de que los críticos del PSOE –Rodríguez Ibarra, por ejemplo- pudieran reflejar en su voto negativo su discrepancia pública con el Gobierno. La disciplina de partido se impuso al final, como se impuso también el guión escrito desde la FAES –la Falange Española de Aznar-: Mariano Rajoy volvió a la descalificación personal acusando a ZP de no tener "vergüenza torera". Duró la contención verbal apenas dos días. Eso sí, ¡qué dos días de sosiego para este país! Así que, hasta que el Estatut llegue al Senado, volverán las oscuras regañinas en el PP sus nidos a colgar.)

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